REFLEXIONES SOBRE LAS PROFECIAS DE SAN
MALAQUÍAS
San Malaquías (1.094 – 1.148) fue arzobispo de
Armagh y primado de Irlanda. Esta isla fue uno de los primeros territorios
bárbaros cristianizados, en el siglo V. Esto fue posible por la habilidad de
San Patricio de no chocar directamente con las tradiciones druídicas célticas,
entre ellas las profecías de los vates. Así se llegó a un sincretismo por el
que se aceptaban ritos paganos, como las orgías funerarias. Éstas eran similares
a las etruscas, de las que se derivan las romanas y las luchas de gladiadores,
una vez perdido su carácter litúrgico, propiciatorio y funerario. San Malaquías
impuso disciplina en el clero irlandés, extirpando las tradiciones paganas, por
ejemplo los vaticinios, exigiendo conocimientos teológicos y mayor moralidad. A
cambio, permitió con bastante condescendencia, la incorporación de vates al
sacerdocio, con la esperanza de conseguir, posteriormente, su plena integración
al cristianismo. Fue admirador de la orden del Císter, promoviendo el ascetismo,
del que dio ejemplo. Renunció al primado y al arzobispado, por motivos de
humildad, muriendo en un monasterio. Se le atribuyen algunos vaticinios, como
el de la fecha de su muerte (el día de los difuntos, predicho meses antes), el
dominio de Irlanda por los ingleses (que fechó en 700 años, errando en 54), la
permanencia de aquellos en la fidelidad a la Iglesia , y los duros castigos que infligirían a
los ingleses tras la liberación (así como el papel de Irlanda en el retorno
inglés a la fe verdadera) y algunos milagros, recogidos en la biografía que le
hizo su amigo, San Bernardo de Claraval, fundador del Císter e impulsor del Temple.
Las conocidas profecías sobre los Papas fueron
publicadas por primera vez en 1595 por el benedictino Arnoldo de Wion, aunque
hay indicios de que desde 1590 circuló oralmente, cosa difícil, pues ya veremos
que es bastante larga. La obra está en latín, precedida de una brevísima nota
biográfica del santo, en la que se explica que la profecía se refiere a los Papas,
escrita, al parecer, por el propio Arnoldo. La profecía en sí se compone de 111
frases de dos o tres palabras, similares a los lemas o consignas usadas por
cardenales y Papas, como el Totus Tuus del Papa Wojtyɫa. Los 77 primeros
aparecen encolumnados a la izquierda, enfrentados a nombres de Papas y antipapas,
de pontificados correlativos (intercalados por los antipapas correspondientes),
que figuran en una columna situada a su derecha. Los 74 primeros llevan, a
continuación del nombre y ordinal del Papa, comentarios del dominico español
Alfonso Chatón, interpretando el significado de la profecía en relación a los
Papas ya difuntos. Este lugar aparece en blanco para los Papas 75 al 77,
futuros para aquella en que se cree circuló oralmente. Los 34 restantes se
relacionan en tres columnas: la primera, a la izquierda, con 15 lemas, la
segunda, central, con 14, y la última, a la derecha, con sólo 6 lemas,
rematando con un párrafo también encolumnado en el que se habla de la última o
extrema persecución de la
Iglesia Santa Romana (“S. R. E.”), bajo la sede de Pedro
romano (o piedra romana), la destrucción de la ciudad de las siete colinas y el
juicio del tremendo juez, que casi todos interpretan como el fin del mundo bajo
el pontificado de Pedro II. El nombre de los Papas no pertenece a la profecía,
por lo que nada asegura que ésta se refiriese a ellos. Tampoco se sabe si esta
frase final corresponde a la misma o se añadió después.
A continuación se reproducen los lemas, con la
traducción e interpretación que creo más atinada. Antes, no obstante, es necesario
aclarar cómo configuraron históricamente el papado los antecesores de Celestino
II. Los obispos de Roma, al considerarse sucesores del Apóstol San Pedro,
tuvieron desde el principio una posición preeminente en la I glesia cristiana. Obispo
deriva del griego epi-skopos, “el que ve de cerca”, supervisor, inspector, jefe
o embajador, y en este sentido fue utilizada para quienes servirían de contacto
con las nuevas comunidades cristianas y para procurar la tolerancia ante las
autoridades imperiales. Cuando el obispo de Córdoba Osio (santo para la Iglesia ortodoxa) negocia
con Constantino I la permisividad del cristianismo y la financiación de la
naciente Iglesia (pro-pietas, o subvención para el culto y la caridad,
de donde deriva el término propiedad), a cambio de la participación de la Legión Tebana
(cristianizada, la de San Mauricio) a su favor, en la batalla de Puente Milvio
frente a su rival Majencio, el obispo de Roma y toda la Iglesia se someten al
Emperador. No es extraño que Constantino I el Grande sea santo para los
cristianos y dios para los paganos al mismo tiempo. Son los emperadores
quienes convocan los Concilios (en los que se tratan asuntos teológicos,
fundamentalmente la represión por los emperadores de los herejes o desviados, y
políticos, habitualmente conseguir el apoyo popular para las iniciativas
imperiales, como el aumento de impuestos) lo que aumenta el predominio del Sumo
Pontífice cristiano sobre los demás obispos, ya que a este correspondía el permanente
con el Emperador y con su "concillium" (consejo privado, que
sustituyó en la práctica al Senado, formado por los "comes" o jefes
militares o encargados de misiones especiales). En el I Concilio de Constantinopla,
convocado por el español Teodosio I ("adorador de Dios”) en el 381, se
condena el arrianismo y se consolida la hegemonía del obispo de Roma, que se
considera la primera jerarquía, seguido del Patriarca de Constantinopla, el de
Alejandría y el obispo de Antioquía (Siria). Estos últimos, tratando de
mantener su independencia frente al creciente poder del Patriarca de Constantinopla
(donde se había establecido la corte imperial de oriente para dirigir mejor la
lucha contra ostrogodos y partos), apoyan al pontífice romano, incrementando
su influencia. Cuando éste se enfrenta a los últimos emperadores y finalmente
el Imperio se diluye en occidente, su supremacía resulta incuestionable. Sin
embargo el feudalismo llega también a la Iglesia , y los obispos se consideran con poder
autónomo, igual que los “comes” o condes bárbaros, rindiendo pleitesía a éstos
en sustitución del desaparecido cargo imperial. La llegada del Islam a Siria y
Egipto (donde se desarrolla la secta copta de forma independiente) priva al
obispo de Roma de sus apoyos. Esto, unido a la mayor preparación cultural y
teológica y su mayor moralidad y castidad (a pesar o quizás a causa de permitirse
su matrimonio y divorcio) de los prelados bizantinos, hace desnivelar su influencia
a favor de Constantinopla, donde se celebran los Concilios Ecuménicos V y VI,
seguidos del II de Nicea, convocados todos por el Emperador de Bizancio. El
resurgimiento del Imperio de Occidente con Carlomagno provocará la divergencia
con los ortodoxos (año 857), así como el restablecimiento del poder del Papa
frente a los independentistas obispos. En esta situación la elección del Papa,
efectuada en asamblea pública por todos los ciudadanos romanos (con un
procedimiento semejante al romano de elección de ediles en las “basílicas” o
palacios de justicia) se prestaba a las presiones de los emperadores bizantinos,
reyes francos, emperadores alemanes y distintas familias patricias romanas, que
presentaban sus candidatos y compraban los votos de los ciudadanos (edad de
hierro del papado) o amenazaban con represalias si se elegía a otro. Para
evitar estas artimañas, decidió que la designación de candidatos se efectuara
secretamente (cónclave) por el Sacro Colegio Cardenalicio (unos cuantos
cardenales y teólogos de Roma y otras ciudades cercanas). Los ciudadanos solo
podían confirmar o rechazar, mediante aclamación. Finalmente la aclamación de
este único candidato se hizo protocolaria, perdiendo el pueblo romano su
derecho tanto a la elección como al rechazo del Papa.
COMENTARIOS A LAS PROFECIAS
1. Ex castro Tiberis (‘Desde un
castillo del Tíber’). Tras un periodo en el que se suceden los antipapas,
dividiendo en bandos enfrentados a las familias romanas, Celestino II (1143 – 1144)
es el primer Papa elegido por el sistema "no democrático" del cónclave
secreto. Nació en Cittá di Castello (‘Ciudad del Castillo’, en italiano),
situada sobre el Tíber. En 1124 ya hubo otro Celestino II, antipapa.
2. Inimicus expulsus (‘Enemigo
expulsado’ o arrojado). Lucio II (1144 – 1145) pertenecía a la familia
Caccianemmici (en italiano, ‘cazaenemigos’). Tuvo que hacer frente a la
rebelión del hermano del antipapa Anacleto II (1130-1138), jefe de la república
romana, sin ayuda de ningún rey cristiano, muriendo de una pedrada arrojada por
sus enemigos, que asaltaban el Capitolio.
3. Ex magnitudine montis (‘Desde
la Grandeza de la montaña’). Eugenio III (1145 – 1153) nació en Montemagno (‘Monte
grande’ en italiano), Pisa. Durante su pontificado murió San Malaquías.
4. Abbas suburranus (‘Abad
suburrano’). Anastasio IV (1153-1154), primer Papa elegido después de la muerte
de San Malaquías, pertenecía a la familia Suburri, y fue abad de la orden
benedictina.
5. De rure albo (‘El campo
blanco’). Adriano IV (1154-1159), el único Papa procedente de Inglaterra (la
antigua Albión) que ha existido, nació en una familia campesina, y vivió en el
campo y del campo, hasta que se hizo monje. Fue obispo de San Albano.
6. Ex tetro carcere (‘Desde –o cesado
o expulsado a- una cárcel tétrica’). Al iniciarse el enfrentamiento entre
Federico I Barbarroja y Adriano IV, el Emperador utiliza sus cardenales fieles
para destituirle y nombrar a Víctor IV (1159-1164). El antipapa fue depuesto y
encarcelado, enloqueciendo en prisión. Obsérvese que en la profecía los antipapas
preceden siempre a los Papas de su misma época, quizás para indicar el triunfo
de la Iglesia. Ya
veremos que esto conlleva dificultades y, a veces, un posicionamiento
ideológico para decidir quién era el Papa auténtico y quién no.
7. Vía transtiberina (‘Camino
que cruza el Tíber’). El lombardo Guido de Crema, cardenal en Santa Varia del
Trastévere (“al otro lado del Tíber”) en italiano; se llama así un barrio de
Roma), fue elegido Papa (antipapa) con el nombre de Pascual III (1164-1170) por
los partidarios del Emperador. Alejandro III (1159-1181) reunió un ejército en
sus feudos de Alemania y lo llevó a orillas del Tíber, pero el ejército
imperial lo obligó a huir nuevamente hacia el norte del Tíber y refugiarse en
Benevento.
8. De Pannoia Tusclae (‘La
Pannoia Toscana’). Jean Morson nació en Hungría (Pannoia) y eligió el nombre de
Calixto III (1170-1177) al ser designado Papa. La única interpretación para “Tusclae”,
muy forzada, es que con este antipapa termina la escisión de la Iglesia , con la victoria
de Alejandro III, natural de Tuscia.
9. Ex ansere custode (‘Desde el
ánsar guardián’). En el escudo heráldico de Alejandro III figura una oca o
ánsar. Cuando en el 390 A .C.
los galos cisalpinos saquearon Roma, las ocas del Capitolio dieron la alarma,
siendo consideradas desde entonces como símbolo de vigilancia. Igual que los
galos el Emperador alemán atacaba desde el norte.
10. Lux in ostio (‘Luz en la
puerta’). El cardenal de Ostia, nacido en Lucca, fue elegido Papa con el nombre
de Lucio III (1181-1185), con la hostilidad del pueblo romano, por lo que
decidió no traspasar las puertas de Roma, reinando en el exilio. Tanto Lucca
como Lucio derivan del latín lux.
11. Sus in cribo (‘Cerdo en el
cedazo’). Extraño lema para Urbano III (1185-1187), perteneciente a la familia
Crivelli (derivado del latín cribo) en cuyo escudo de armas figuraba un
cedazo de oro. Eran oriundos de Milán, en cuyo escudo aparece un cerdo. En su
lucha contra el Sacro Imperio Romano-Germánico no consiguió entrar en Roma
(¿pasar la criba?). Algunos intérpretes entienden que lo de cerdo no puede
referirse al Papa, sino a Federico I Barbarroja, que, a pesar de su enfrentamiento
al pontificado, acepta sus obligaciones como líder de la cristiandad, convoca la III Cruzada , contra
Saladino -que ha conquistado Jerusalén- y, tras dura derrota, muere ahogado.
¿Por qué estos enfrentamientos entre Papa y Emperador? La divergencia
principal, heredada de la situación al final del Imperio romano era la de
predominio de poderes ¿Debía obedecer el Papa al Emperador, que fue lo acordado
entre Osio y Constantino I -aunque con el compromiso de negociar en los
Concilios cuando aparecieran diferencias de criterio- o al revés? Esta
divergencia alcanza un punto álgido con la “lucha de las investiduras” para
decidir quién debe nombrar los obispos y los condes (sobretodo en los feudos
alemanes que aunaban ambos cargos) situación que no se resuelve
definitivamente, pues ambos continúan nombrándolos, aunque se busca la negociación
para evitar discrepancias. Por otro lado el Sacro Imperio aspiraba a restaurar el
Imperio romano, para lo que precisaban conquistar su capital. Los Papas habían
advertido esta determinación, y veían con recelo las posesiones imperiales al
norte y al sur de Italia, atenazando los reinos pontificios e impidiendo su
expansión, por lo que se hizo política obsesiva separar la titularidad de
ambas posesiones.
12. Ensis Laurentis (‘Espada de Lorenzo’).
El cardenal de San Lorenzo in Luccina, en cuyo escudo nobiliar aparecen dos
espadas cruzadas, escoge el nombre de Gregorio VIII (1187) a su designación.
Durante su breve pontificado publica una carta a todos los reyes y caballeros
cristianos llamándoles a participar en la III Cruzada.
13. De schola exiet (‘La escuela
saldrá’). Clemente III (1187-1191) pertenecía a la familia Scolare (Escolar en
italiano) y había nacido en Roma, en la Piazza de la Scuola (Plaza de la Escuela ). Este Papa canonizó
a Malaquías.
14. De rure bovensi (‘El campo de
los bueyes’). Giacinto Bobo-Orsini (bobo significa buey en italiano, y es un insulto,
que indica torpeza, lentitud, extrema mansedumbre) nació en el campo, y fue
coronado como Celestino III (1191-1198). Era un hombre tosco y rudo, cuyo
pontificado fue mediocre. El catarismo (los albigenses) alcanza su máximo
apogeo, extendiéndose sobre todo por zonas rurales del sur de Francia (aunque
sus principales valedores serán los ciudadanos de Albi y sus dirigentes serán
burgueses) y norte de Italia, convirtiendo a nobles y jerarquías eclesiásticas,
quizá por el ejemplo de virtud y moralidad, tan escaso en la Iglesia de la época, de
que daban muestras, o tal vez, por la comodidad del arrepentimiento a la hora
de la muerte, que aseguraba la salvación, lo que suponía una libertad y alegría
vital contrarias al carácter represivo del judeo-cristianismo tradicional.
Consideraban al matrimonio como un contrato de lujuria permanente, mientras que
las relaciones sexuales esporádicas la veían como actos de amor, que estaban
prohibidos a los "perfectos", predicadores en una iglesia sin jerarquías.
Con raíces históricas en los esenios y herejes albaneses, leían el Nuevo
Testamento traducido a lengua vulgar, no cobraban impuestos eclesiásticos (los
bíblicos diezmos, o sea el 10% de todos los ingresos, y primicias: la primera
cosecha de cada año, la primera camada o cría, hornada, manufactura, etc., lo
que, al duplicarse con los impuestos feudales era asfixiante) y no debían prestar
obediencia ni a los poderes papal e imperial ni a los reyes de Francia o
Inglaterra (Aquitania-Normandía), lo que era sumamente cómodo para las muchas
zonas en conflicto de vasallaje de la época.
15. Comes signatus (‘Enviado o
Comisionado señalado’, también Conde, Jefe militar, asesor del Emperador). El
Conde de Segni (en italiano, ‘signo’) accede al Papado como Inocencio III
(1188-1216) y demostrará su brillantez en la diplomacia y en las batallas. En
1195, los castellanos habían sido derrotados en Alarcos. Convoca cruzada y se
derrota a Al-Mohades en Las Navas de Tolosa, en 1212. Capetos (familia real
francesa) y Plantagenets (familia real inglesa, oriundos de Anjou, Francia)
luchaban por dominar el país franco. El Papa se alió con el rey francés
consiguiendo la victoria de Bouvines (1214) que concluye la guerra reduciendo
al mínimo las posiciones inglesas. Para recuperar tierras a los mahometanos convoca la IV Cruzada , pero
utiliza las tropas para tomar Constantinopla y exigir la obediencia papal a Bizancio.
Aborda el problema cátaro comprendiendo que su principal causa era la vida
escandalosa del clero, frente a la ejemplaridad de los “Perfectos”, y la connivencia
de las jerarquías eclesiásticas (“creaturas ciegas, perros mudos” les increpaba),
por lo que envía al español Santo Domingo de Guzmán (1203-1205), creando la
orden de Predicadores o dominicos. Fracasada la confrontación
teológico-ideológica concede inquisición a dicha orden, que practica la tortura
para que reconozcan prácticas escandalosas. Como el uso sexual comunitario de
las mujeres, principal acusación, lo que está demostrado que era falso. En 1208
es asesinado el legado papal y se convoca cruzada. En el saqueo de Beziers mueren
17.000 personas. Al preguntarle al legado papal cómo se reconocería quiénes
eran herejes y a quiénes se debía respetar, éste responde: “Matadlos a todos;
Dios reconocerá a los suyos”. La victoria es casi definitiva –hasta la muerte
del Papa- en Muret (1213) donde muere Pedro II de Aragón defendiendo a sus
súbditos franceses y a sus primos, condes de Provenza, pues tanto el Papa como
el rey de Francia, con la justificación de la herejía, lo que en realidad
buscaban era acabar con el vasallaje y la alianza con Aragón, y la autonomía política
del sur de Francia. Impone como Emperador de Alemania a Federico II, criado
bajo su tutela desde niño, con la pretensión de manejarlo, pero se equivocó.
Convoca Concilio, el cuarto que se celebraría en la basílica de San Juan de
Letrán, próxima al Vaticano, en el que se condena (1215) la falta de disciplina
y moral del clero -lo que se venia haciendo desde tiempos de Gregorio VII,
siglo y medio antes, y en varios Concilios- la simonía (venta de milagros y
reliquias) y el nicolaísmo, doctrina gnóstica iniciada por el diácono Nicolás
de Antioquía, de los primeros nombrados por los Apóstoles, que se dijo heredero
de las enseñanzas de San Juan, cuyo Apocalipsis interpretaba en términos mágicos
y proféticos, practicando dichas artes ocultas y viviendo amancebados: “disciplina
de amor”. También los templarios se consideraban discípulos de San Juan, practicaban
la magia, que aprendieron en Palestina, y defendían el intercambio cultural con
judíos, mahometanos y bizantinos, alegando que tenían una cultura más antigua
que la cristiana y mucho que enseñarnos. Simonía y nicolaismo ya habían sido
prohibidas en el II Concilio de Letrán, en vida de San Malaquías, en 1139, por
el Papa Inocencio II, inmediato antecesor del que inicia esta relación. También
se prohíbe en el IV Concilio de Letrán la creación de nuevas órdenes religiosas
(la aprobación de la Compañía de Jesús y todas las órdenes posteriores contravendría
a dicho Concilio) se condena a los cátaros –como ya estaban muertos el castigo
fue profanar sus tumbas, extraer sus restos de los cementerios consagrados,
deshonrarlos, arrojarlos a la hoguera y esparcir sus cenizas– y se impone la
obligación de confesar –lo que confiere un inmenso poder a la Iglesia– y comulgar
al menos una vez al año, sea cual sea su categoría social o su cargo político.
Federico II encarceló a los prelados del Imperio que participaron en este
concilio.
16. Canonices latero (‘Canónigo
cercano’). Cencio Savelli era canónigo de la Iglesia de San Juan de Letrán (cercana al Vaticano)
cuando Clemente III le nombró Camarlengo; es decir, colaborador íntimo. Fue
entronizado como Honorio III (1216-1227).
17. Avis ostiensis (‘Ave portera’).
En el escudo de Ugolino, Conde de Segni (hubo 7 pontífices de esta misma
familia) figura un águila, y era obispo de Ostia –el puerto de Roma– cuando
fue elegido Papa, bajo el nombre de Gregorio IX (1227-1241).
18. Leo sabinus (‘León de la
sabina’). Goffredo Castiglione tenía en su escudo heráldico un león de plata, y
era obispo de la Sabina
al ser coronado como Celestino IV (1241), muriendo 17 días después.
19. Comes Laurentinus (‘Enviado’
o comisionado, Conde de Lorenzo). Sibinaldo Fieschi era Conde y cardenal de
San Lorenzo in Luccina al tiempo de su elección papal como Inocencio IV
(1243-1254). Comprendiendo que el papado no podía derrotar ni dominar el
Imperio Germánico, para romper la tenaza italiana nombra rey de Sicilia y Nápoles
a Carlos de Anjou, hermano de San Luis, dándole derecho a la conquista. Esto se
había hecho frecuentemente sobre territorios "infieles", por ejemplo
sobre Prusia y Polonia a la orden de los Teutones (caballeros de la calavera,
insignia imitada por la S.S.
hitleriana), o sobre Palestina a la orden de los templarios, pero nunca se había
hecho sobre territorios cristianizados.
20. Signum ostiense (‘Señal en la
puerta’). Otro Cande de Segni, Alejandro IV (1254-1261), era obispo de Ostia a
su nombramiento.
21. Jerusalem Campaniae (‘De la
campaña en Jerusalem’). Urbano IV (1261- 1264), era oriundo de Troyez, en la Champagne , y Patriarca
de Jerusalem a su entronización. Durante su reinado Jerusalem fue disputada por
el rey de Francia, el sultán de Damasco y el de Egipto (el antiguo esclavo
turco –al-mamluk o mameluco- Aybeg) que finalmente la conquistó comprando la
inactividad de Luis IX el Santo, rey de Francia.
22. Dracco depresus (‘Dragón
prendido’). En el escudo de armas de Guy de Gros (Clemente IV, 1265-1268)
figuraba un águila oprimiendo a un dragón. Antes de ser elegido fue
jurisconsulto de Luis IX. Confirmó la investidura de Carlos de Anjou como rey
de Nápoles y Sicilia, que aún no se había atrevido a conquistarla.
23. Anguineus vir (‘Hombre
serpiente’). Gregorio X (1271 –durante 3 años la Iglesia no tuvo Sumo
Pontífice- 1276) tenía en su escudo heráldico una serpiente con un niño en la
boca. Fontbrune (uno de los intérpretes de las profecías de Nostradamus) niega
que tal adjetivo pueda ser atribuido a un Papa y lo atribuye a Carlos de
Anjou, hombre ambicioso que amenazó, torturó y asesinó a cuantos obstruyeron
sus objetivos y fue despiadado con los impuestos. Por ejemplo, cuando murió
Manfredo (en el campo de Benevento, cuyos restos fueron desenterrados y
trasladados porque el arzobispo de Cosenza decidió que no debía permanecer en
su pretendido reino, considerado feudo de la Santa Sede ), hijo
bastardo de Federico II –y padre de Constanza, esposa de Pedro III de Aragón– y
heredero del reino de Sicilia, apresó a sus tres hijos y los hizo cegar. Conradino,
nieto legitimo de Federico II, fue derrotado en 1268 y decapitado a sus 17
años. Pedro III prepara la invasión de la isla en 1276, en defensa de los
sicilianos y los derechos de su esposa, utilizando como base de operaciones
Túnez (los Papas habían prohibido la venta de armas a los musulmanes, negocio
de venecianos y genoveses, y ésta debió ser la contrapartida del acuerdo)
dándole carácter de cruzada. Pero hay que recordar que el Papa era aliado de
este perverso hermano de San Luis.
24. Cancionatur gallos (‘Predicador
francés’). Inocencio V (1276) procedía de Saboya, en aquel tiempo perteneciente
al Imperio Germánico, pero posteriormente repartida entre Italia (Turín), Suiza
(Ginebra) y Francia (cercanías de Lyon), y era fraile dominico, de la Orden de Predicadores.
25. Bonus comes (‘Buen enviado’,
comisionado, conde o compañero). El Conde de Lavagna, de la familia a Fieschi
–la misma de Inocencio IV– llevaba como nombre de pila Ottobono, derivado del
latín bonos, fue coronado como Adriano
V (1276) sin tener ningún cargo eclesiástico. Sólo vivió cinco semanas; murió sin
llegar a ser ordenado siquiera obispo. Algunos lo interpretan como que sólo fue
compañero, pues nunca fue ascendiendo en la jerarquía.
26. Piscator tuscus (‘Pescador
toscano’). Pedro (¿pescador?) Juliani o Hispano, portugués, era cardenal de
Tusculum al acceder al papado como Juan XXI (1276-1277) y murió en Viterno, de la Toscana.
27. Rosa composita (Rosa
compuesta, arreglada). Nicolás III (1277-1290) era un hombre ceremonioso, dado
al boato, los romanos le llamaban "il composto". En su escudo hay una
rosa. Admiraba a la orden franciscana, cuyo fundador hizo un milagro con una
rosa.
28. Ex telonio liliacei Martini (‘Salido
del tesoro de Martín de Lis’) es uno de los lemas proféticos más largos, de
cuatro palabras. Simon de Brie, que accede al papado como Martín IV
(1281-1285), había sido tesorero de la abadía de San Martín de Tours, ciudad
realenga de Francia, cuyo emblema era la flor de lis. Carlos de Anjou (hermano
del rey San Luis) se hizo tan odiado por los sicilianos que, al poco tiempo de
su invasión, el pueblo se levantó contra las tropas francesas al toque de
vísperas del 30 de marzo de 1282. Al año siguiente Pedro III de Aragón
conquista la isla iniciando una larguísima hostilidad con Francia, que proseguirá
en Nápoles, Milán, Franco-Condado, Borgoña, Cerdeña, Sardaña y Rosellón,
Flandes, Imperio Alemán, Dinamarca, Polonia, hasta Suecia y las Antillas no
finalizando hasta la entronización de los Borbones en España, en 1715.
29. Ex rosa leonina (‘Desde la
rosa leonina’). En el escudo heráldico de Honorio IV (1285-1287) dos leones
sostenían una rosa.
30. Picus inter escas (‘Pico
entre alimentos’). No se ha encontrado una interpretación satisfactoria para el
lema correspondiente a Nicolás IV (1288-1292). Es posible que se trate de un
error de transcripción o de imprenta, después de tantas reimpresiones.
31. Ex eremo celsus (‘Desde la
ermita a lo excelso’). Celestino V (1294) fue eremita y santo. Fue pontificado
en el momento culminante de las luchas internas en la Curia romana, entre los
partidarios de los Colonna y los Orsini, dos familias patricias rivales. No
consiguiendo dominar las intrigas cortesanas ni la influencia del cardenal
Caetani, ni siquiera tras su traslado a Nápoles, abdicó a los cinco meses de
pontificado. Coronado el cardenal Caetani (como Bonifacio VIII, 1235 – 1303) su
primer acto papal fue encarcelar al Papa dimitido en el Castillo de Monte
Fumone donde muere en 1296, quizás violentamente. Dante, en su Divina Comedia,
lo sitúa en el infierno, considerando “vileza su gran renunciación”, pero
Clemente V lo canonizó en 1313 (¿lo elevó a lo excelso?). Celestino es derivado
del latín celsus.
32. Ex undarum benedictione (‘Desde
la bendición de las ondas’). Benedicto Caetani tenia en su escudo de armas
ondas de plata y oro. El hecho de referirse tan halagadoramente a un Papa que
encarceló –y, tal vez, ordenó el asesinato– de su predecesor, demuestra un
posicionamiento ideológico pro-papista en el profeta, que se repite en otros
lemas, y que puede servir para situarlo en una época y una cercanía a Roma
diferentes a la óptica temporal y geográfica malaquiana.
33. Concionatur patareus (‘Predicador
de Pataro’). Nicolás Bocasini era dominico. Esta orden era fundamentalmente de
predicadores. Su nombre de pila hace referencia a San Nicolás, santo del siglo
V nacido en Pataro (Siria). Fue coronado como Benedicto XI (1303 – 1304).
34. De fasciis aquitanicis (‘Las
bandas de Aquitania’). Hay que hacer un esfuerzo para no politizar en exceso
este lema. Fasces significa literalmente haz, y, en sentido figurado, unión
sólida. Antes de que Mussolini fundara los Fasci
italiani di combattimento se aplicaba el nombre de fascios a los grupos de delincuentes que exigían el voto de
silencio y obediencia a sus integrantes típico de la mafia. Es decir, lo de
"fasccis" no tenía en aquella época connotaciones políticas, aunque
sí despectivas. Ya se ha dicho cómo el papado y el Imperio Romano-Germánico
enfrentaban intereses contradictorios, pero las vinculaciones de ambos eran
intrincadas. El Emperador alemán, por imitación a los emperadores romanos,
podía asistir personalmente o enviar delegados a las elecciones canónicas,
incluida la papal. Pero, a su vez, los príncipes-cardenales eran electores para
la designación del Emperador, lo que se complicaba al poseer la Iglesia casi el 20% de los
territorios imperiales como feudos. Implicaba un curioso problema jurídico
sobre quién debía rendir vasallaje. Esta situación llega a su máximo en tiempos
de Inocencio III, quién, aprovechando la minoría de edad de Federico II, reivindica
el poder político, organizándose la
Curia como gobierno imperial. Naturalmente, en cuanto
Federico II alcanza el uso de razón, la nobleza alemana lo convence de que debe
enfrentarse al Papa y reconquistar su soberanía. El papado busca entonces apoyo
en el rey francés, aprovechando la personalidad débil y pro-eclesiástica de San
Luis, así como su larga ausencia, en las cruzadas de oriente medio, apoyando a
Carlos de Anjou como contrapartida en el sur de Italia. Así, insensiblemente,
el enfrentamiento con el Imperio atrapa al papado en las redes francesas: en
1245 y 1274 será Lyon y no Roma el escenario conciliar. Todo esto tendrá sus
consecuencias en la génesis del luteranismo. Pues bien, Bertrán de Got era
arzobispo de Burdeos, dependiente del ducado de Aquitania, cuando Felipe IV el
Hermoso, rey de Francia, presiona para su designación papal, como Clemente V
(1305-1314). En su escudo figuran tres bandas de gules. En 1309 el Papa
traslada la corte a Avignon. En 1311, conjuntamente Papa y rey de Francia,
convocan el Concilio de Viennes, del que Felipe IV buscaba objetivos bien
definidos: se reitera la excomunión de Federico II, ya acordada en otros
concilios, por haber recuperado la soberanía del Imperio a costa del poder
papal, se descalifica a Bonifacio VIII (el que encarceló a su antecesor) por
haberse enfrentado al rey francés y se suprime la Orden del Temple de Jerusalén,
repartiéndose sus inmensas riquezas la corona francesa y las órdenes militares,
vigentes o futuras. Queda claro que el profeta, sea quién fuere, no simpatizaba
con este periodo pro-francés.
35. De sutore osseo (‘El cosedor –o
zapatero– de Ossa’). Jacques D'Euse o de Ossa era hijo de un zapatero, y
asciende al papado como Juan XXII (1316- 1334). También se denota en este lema
un tufillo despectivo. Condenó al averroista Marsilio de Padua, que mantenía que
el Cristo había instituido el orden sacerdotal, pero no papas ni obispos, y
que la Iglesia
debía ser dirigida por el Concilio, representación de la comunidad de fieles.
36. Corvus schismaticus (‘Cuervo
cismático’). El antipapa Nicolás V (1132 – 1330) nació en Corvaro, patronímico
derivado de corvus. La actuación de
este personaje fue curiosa: el archiduque Luis IV de Baviera deseaba se le designase
Emperador, para lo que utiliza su influencia cardenalicia para que elijan a
este antipapa, el cual, en compensación, influye en determinado número de
príncipes-electores para conseguir la coronación imperial, pero entonces se
somete al Papa legítimo para conseguir su perdón.
37. Frigidus abbas (‘Abad frío’).
Benedicto XII (1334-1342) había sido abad del monasterio cisterciense de
Fontfride (Fuentefría) en Narbona. Según sus biógrafos era hombre metódico,
frío y austero.
38. De rosa atrebatensi (‘La rosa
de Arrás’). Clemente VI (1342-1352) fue obispo de Arrás, y en su escudo figuran
6 rosas.
39. De montibus Parmachii (‘Los
montes de Pammaquia’). Etienne d’Ubert tenía en su escudo de armas dos montes
de sinople, ya que su familia era oriunda de Moret. Fue obispo de Clemoont y
cardenal de la basílica de San Pedro y San Pablo, situada en una de las siete
colinas de Roma, el Monte Celio, antiguamente llamado Pammachii. Pontificó como
Inocencio VI (1352-1362).
40. Gallus vicecomes (‘Vizconde
francés’). Urbano V (1362-1370) era francés, pero ni conde ni vizconde: había
sido nuncio apostólico en Milán cuando esta ciudad estaba dominada por los
Visconti (vizconde en italiano).
41. Novus de virgine forti (‘Nuevo
–o estrenado, renovado– por la virgen fuerte’). Ante la insistencia de Catalina
de Siena (virgen y santa), Gregorio XI (1370-1378) retorna la Santa Sede a Roma.
42. De Cruce Apostolica (‘La Cruz del Apóstol’). Extraño lema
para un antipapa. Al resistirse la mayoría de los cardenales a votar por el
candidato del rey francés y devolver la
Sede a Avignon, los francófilos designan al cismático
Clemente VII (1378-1394), que accede a los deseos de su patrocinador. Había
sido Cardenal de los Doce Apóstoles y nació en Ginebra, propiedad de su
familia, los Condes de Saboya, en cuyos escudos (de Ginebra, de Saboya y,
posteriormente, de Suiza y de la
Italia monárquica) aparece una cruz. Pero la cruz era un
instrumento de tortura, por lo que también puede significar castigo,
penitencia, pesadumbre, lo que podría dar un sentido de "cruz de San
Pedro", es decir, del verdadero Papa.
43. Luna Cosmedina (‘Luna de
Cosmedín’). El aragonés Pedro de Luna tenía en su escudo una media luna
volcada, que indicaba que sus antecesores habían participado en la conquista de
Valencia con Jaime I. Era cardenal de Santa María en Cosmedín y legado
pontificio, que, con gran habilidad diplomática y apoyado por el predicador
valenciano San Vicente Ferrer, consiguieron gran número de adeptos al cisma,
entre ellos los reyes de Francia, Castilla, Aragón y Navarra, por lo que, con
toda lógica, fue designado sucesor del antipapa, con el nombre de Benedicto
XIII (1394- 1424). Después de muchos años de guerra Jaime II de Aragón, por el
Tratado de Anagni, cedía el reino de Sicilia al Papa, que lo entregó a Carlos
II de Anjou, a cambio de la investidura junto Córcega y Cerdeña (que debían ser
conquistadas para hacer efectiva la “donación” papal sobre territorios
independientes, soberanos y pacíficos). Sin embargo, los sicilianos, que ya
habían conocido la tiranía francesa, no se resignan y nombran rey a Federico,
por lo que su hermano, obligado por el Tratado (y por no perder su investidura)
lucha contra él, invadiendo la isla en dos ocasiones, hasta que el impago de la
financiación prometida por Bonifacio VIII y Carlos II de Anjou justificó su
desistimiento, y ambos hermanos colaboraron en la conquista de Cerdeña. No
obstante, los diversos tratados (que habían anulado las excomuniones por los
incumplimientos de los deseos papales de que Sicilia fuera francesa) prohibían
la unión de Aragón y Sicilia bajo un mismo cetro. Pedro IV de Aragón propone el
matrimonio de la reina María, de 20 años, con su nieto Martín el Joven (de 4
años, hijo de María de Luna, pariente de Pedro de Luna), pero ella se niega.
Entonces el almogávar vizconde de Rocabertí, de regreso de uno de los
vandálicos saqueos de Atenas, raptó a la reina, que estuvo prisionera durante 9
años hasta que accedió a la boda. Benedicto XIII apoyó este matrimonio y las
pretensiones aragonesas en Nápoles por lo que Avignon fue invadida por el rey
francés, debiendo ser liberado por tropas aragonesas. La muerte se cierne sobre
la dinastía aragonesa, quedando sin descendencia, por lo que las Cortes de
Aragón, Cataluña y Valencia reúnen compromisarios en Caspe para sopesar el heredero
con más derecho. Entre otros candidatos concurren Fernando de Antequera, Luis
de Anjou y Don Fadrique, Conde de Luna y pariente del Papa Luna, hijo bastardo
de Martín el Joven. Benedicto XIII era consciente de que precisaba el apoyo de
una gran nación, con ejércitos victoriosos, por lo que apuesta por la unión de
Castilla y Aragón, impide los matrimonios de su pariente con las hijas de
Fernando de Antequera y Luis de Anjou, haciéndolo prender finalmente, mientras
que su enviado, San Vicente Ferrer, consigue el nombramiento del aspirante
castellano. El rey francés cambia de obediencia papal y entonces convoca un
Concilio en Perpignan en el que el Papa Luna excomulga al Papa romano y a los
cardenales que entonces participaban en el Concilio de Pisa, incluidos los que
obedecían al rey francés, y se autoproclama el único Papa legítimo.
44. Schisma barcinonum (‘Cisma en
Barcelona’). Este lema se interpreta que se refiere a un antipapa que no figura
en la mayoría de las relaciones y estudios sobre pontífices, por ser nombrado
heredero por el Papa Luna cuando el cisma se había resuelto. Sólo fue
confirmado por tres cardenales que seguían fieles a Benedicto XIII, y ningún
rey le rindió vasallaje, ni siquiera el de Aragón. Gil Muñoz era canónigo de
Barcelona. Desarrolló su extraño pontificado sin salir de Peñíscola, gracias a
la tolerancia de la corte aragonesa, que no descartaba la posibilidad de acudir
al antipapa Clemente VIII (1424-1454) si aparecían problemas de reconocimiento
a la recién entronizada dinastía de Antequera-Trastamara.
45. De inferno praegnati (‘El
infierno preñado’). En esta época se pensaba que, al igual que el Papa era el
representante directo del Cristo, el antipapa lo era del anticristo. Este
criterio, influenciado por los movimientos radicales de valdenses, cátaros,
franciscanos radicales, poverelli, fraticelli, beguinos y similares, que
consideraban innecesario la existencia, el poder o la ostentación, según los
casos, del Papa, llevaría a los luteranos, tras su definitiva ruptura (cuando
se hacen “protestantes”), a considerar personificación del demonio a todos los
pontífices. Este sentido no cuadra con la designación que San Malaquías
debería hacer de Urbano VI. Sin embargo, este Papa se llamaba “en el siglo” –o
sea, como secular– Bartolome Prignani, y nació en una villa cercana a Nápoles,
llamada L'Inferno. También se puede pensar que su nombramiento provocó un “parto
demoniaco” que el Anticristo tenía preparado, y que llegó a ser múltiple, pues
llegaron a sucederse 6 antipapas (incluyendo al barcelonés Clemente VIII, a
Alejandro V, Juan XXIII y a Félix V), coincidiendo en dos ocasiones dos de
ellos junto con el legítimo. Depende, obviamente, de que se considere al
Concilio (postura conciliar o democrática) o al Papa (postura papista o
absolutista), el máximo órgano de la Iglesia, para que el “legítimo” sea uno u
otro: no es tan fácil etiquetar quién era el discípulo del Anticristo. Toda una
auténtica gestación (¿infernal?) para la reforma luterana, tras el evidente
fracaso de la que venían intentando fomentar Papas y Concilios desde al año 1.000,
potenciada por el neomesianismo de fin de milenio.
46. Cubus de mixtione (‘Bloque de
piedra –o sillar– no ensamblado’). Otro lema extraño para un Papa legítimo, Bonifacio
IX (1389 – 1404), sobre todo si se interpreta cubus (‘piedra’, al igual que petrus)
como Pedro. En el escudo de armas de este pontífice aparecen tres filas de
cuadrados. Se hizo construir un gran balcón de un enorme bloque de piedra sobre
el pórtico de la Basílica
de San Juan de Tietrán, para bendecir a los fieles. Poco después un terremoto
lo derribó. Notamos que el o los profetas tampoco sentían simpatías por los
Papas romanos de esta época cismática.
47. De neliore sidere (‘El mejor
planeta –o acero–’). La divisa heráldica de Cosme Migliorati (¿‘cometa
mejorable’?) lucía un cometa. Reinó como Inocencio VII entre 1404 y 1406.
48. Nauta de Ponte Nigro (‘El Negroponte
en travesía marítima’). Esta compleja y extractada construcción de la frase es
más propia del lenguaje eclesiástico de los siglos XVI y XVII que de la sintaxis
latina y sencillo estilo altomedieval, pero como se verá más adelante, no es
único indicio que apunta a una autoría muy posterior a estos eventos. Gregorio
XII (1406 – 1417) fue Papa romano mientras Benedicto XIII de Aviñón reinaba en
Aragón. Gregorio XII era veneciano y en su familia había habido varios marinos.
Fue obispo de Chalcis, en la isla de Eubea, también llamada Negroponte. En 1379
habían tenido que emigrar a esta isla los habitantes de Atenas y Tebas, tras
los crudelísimos saqueos de los almagávares navarros, a sueldo de los señores
de Corinto –los banqueros florentinos Acciajouli– y la Orden del Hospital, pero
que se hicieron prácticamente independientes al enfeudarse jurídicamente al
Conde de Barcelona y Rey de Aragón, acabando con el poder francés en la zona y potenciando
el de vieneses, venecianos e, indirectamente, turcos. “Puente Negro”, además,
puede tener otro sentido. Para los romanos, pontífices eran los sumos
sacerdotes encargados de levar por la noche y durante los ataques o insurrecciones,
el puente sobre el Tíber que comunicaba los barrios patricios y plebeyos. En
sentido figurado los pontífices “tendían el puente hacia los dioses”, algo así
como si fuesen los intermediarios, los que llevaban mensajes de uno a otro
lado. En 1400, deseosos de que los Papas rivales quisieran colaborar en la
superación del cisma, varios cardenales de ambas obediencias convocaron el
Concilio de Pisa. Es el único caso de "autoconvocatoria" de Concilio
por parte de algunos de sus miembros, cuando lo normal era su convocatoria por
el Emperador, salvo los dos últimos Concilios, que fueron convocados por el
Papa. Los convocantes consiguieron que el Patriarca de Alejandría lo presidiera
(recordemos que desde el I Concilio de Constantinopla, II Ecuménico, dicho
Patriarca era la 3ª dignidad cristiana, tras del Obispo de Roma y el Patriarca
de Constantinopla). Hubo una gran concurrencia, aunque un tercio eran
franceses, y los cardenales españoles –partidarios del Papa Luna– se negaron a
asistir, participando en el "anticoncilio" de Perpignan. Se partió
del criterio de que un Papa podía deponerse si era perjudicial para la Iglesia , buscando el bien
de la misma, que estaba por encima del Papa. ¿Cómo se conjuga esto con la
designación por inspiración divina y la infalibilidad del Papa? Los “conciliaristas”,
los que mantenían que el Concilio era el órgano supremo de la Iglesia , eran mentes muy
progresistas para su época, defensores a ultranza de la libertad del hombre, y
sostenían que el Papa, como tal, podía desoír los mandatos y desviarse del plan
divino. Otro sector, bastante más retrógrado –y que se iría imponiendo poco a
poco– simplemente pensaba que Satán interfería, o incluso sustituía, la
intervención divina en algunos casos, lo que suponía otorgar a los poderes
demoníacos tanta o más fuerza que a los divinos. Era el avance del oscurantismo
–entre los papistas y los “antipapistas”–, que curiosamente, fue coetáneo al
renacimiento. Por otra parte, la infalibilidad del Papa no fue decidida hasta
el Concilio Vaticano I, en 1869, cuando los Garibaldinos victoriosos se
acercaban a Roma para reunificar Italia. Finalmente, el Concilio de Pisa
decidió considerar a ambos pontífices “cismáticos, herejes y perjuros
obstinados”, deponiéndolos y nombrando un tercero.
49. Flagellum solis (‘Castigo del
sol –o del suelo–’). Si consideramos válido el Concilio de Pisa, Alejandro V
(1409-1410) sería el Papa legítimo. Para los historiadores que suponen que la
autoconvocatoria no es válida, o que un Papa no puede deponerse, se trataría de
una Antipapa. La profecía parece inclinarse por esta última interpretación, al
hacer referencia al látigo o castigo. En su escudo de armas aparece un sol y
durante su reinado Italia quedó asolada por el flagelo del hambre y la peste.
50. Cervus sirenae (‘Ciervo de la
sirena’). Tampoco es un lema muy lisonjero para Juan XXIII (1410-1415), elegido
por los cardenales pisanos a la muerte de Alejandro V. Nació en Nápoles, en
cuyo escudo hay una sirena, y fue Cardenal de San Eustaquio, cuyo emblema
religioso es un ciervo. Sorprende que los lemas no hagan la menor referencia a
los Concilios; ni siquiera a los de mayor trascendencia. Juan XXIII había
conseguido entrar en Roma, pero Ladislao de Nápoles, partidario de Gregorio
XII, la ocupa, haciéndole huir. El Emperador Segismundo, que había sido
coronado por Juan XXIII, convoca en 1414 el Concilio de Constanza (la elección
de esta ciudad demuestra su intención de dominar la asamblea, como había hecho
Felipe IV el Hermoso, participando y presionando en los debates del Concilio de
Vienne) para defender al Papa pisano. Fue uno de los Concilios más concurridos,
cuya correcta convocatoria, por un Emperador, nadie puede poner en duda. Se
concedió el derecho de voto a los doctores en teología o derecho canónigo,
aunque no fueran eclesiásticos –lo que no volvió a ocurrir hasta el Concilio
Vaticano II– y se demostró que las mentes más preclaras y futuristas de la
época carecían de la habilidad política de los cardenales. Se establece que el
Concilio prevalece sobre el Papa en cuestiones de “fe y reforma de la Iglesia , en su cabeza y en
sus miembros” y que es un órgano regular del gobierno de la Iglesia que se
convocaría periódicamente. Se aprueba un sistema financiero para la Curia –lo que limita su
poder, al normalizarlo– y proponen a Juan XXIII, contra todo pronóstico, que
abdique. Éste huye y el Sínodo lo depone por “indigno, inútil y dañino”. Gregorio
XII abdica, reiterándose la deposición del Papa aviñonés. Finalmente, se elige
a Martín V.
51. Corona veli aurei (‘Corona
del velo áureo’). El Cardenal de San Jorge de Velabro (derivado de “velo áureo”)
tenía en su escudo de armas una corona sobre una columna, y fue elevado al podio
como Martín V (1417 -1431), superándose el más importante cisma de occidente.
Con intención de unir a la cristiandad y consolidar el poder papal, convocó las
tres primeras cruzadas contra Checoslovaquia-Bohemia, que acabaron en derrotas.
Este reino era feudo-papal en un 30%, mientras la crisis económica de fin del
siglo XIV había llevado a la mendicidad al 40% de los moradores de Praga,
entre los que arraigó el valdismo, movimiento que propugnaba la pobreza evangélica
y la predicación de los laicos que, siendo aceptados por el III Concilio de
Letrán, fueron condenados posteriormente. En medio de la crisis económica y
eclesiástica buscaron refugio en la Biblia, la lucha contra el Anticristo
(cuyos representantes son los antipapas y ya hemos visto que era difícil saber
con exactitud quienes fueron tales) y construyeron una iglesia para predicar la Biblia en checo, de la que
fue capellán Juan Hus. Éste publicó una Biblia traducida y mantenía que el Papa
era innecesario, ya que inicialmente no existía con tal designación y
atribuciones, que se debía comulgar bajo las dos especies (el Cuerpo sin la Sangre está muerto), criticando
la simonía (venta de milagros, reliquias y profecías), venta de indulgencias,
la riqueza e inmoralidad del clero, lo que tenía muchos puntos de coincidencia
con el movimiento anglicanista surgido en Inglaterra. Ambos movimientos, a
imitación del galicanismo francés, buscaban autonomía respecto al Papa y sus connotaciones
nacionalistas eran notables. El Concilio reunido en Constanza, queriendo
demostrar su defensa de la ortodoxia y del papado, que legitime los acuerdos
obtenidos, lo llama a declarar, acudiendo con pasaporte del Emperador Segismundo,
lo que le otorga inmunidad diplomática, pero el Concilio, tratando de evitar una
controversia que merme su autoridad, lo condena, sin darle derecho a defenderse
por negar la transustanciación del pan y el vino eucarísticos (cosa que nunca
había mantenido, sino lo contrario; habían confundido sus teorías con las de
los radicales picarfos[n1] ) y lo queman vivo. Fue uno de los mayores errores
de la Iglesia :
los bohemios consideraron traidor al Emperador y se rebelaron. Fue el primer
brote nacionalista y de insubordinación contra la autoridad imperial, que
supondrían un grave precedente. El Emperador, demostrando la decadencia en que
el Imperio se sumía, pidió ayuda al Papa, convocándose entonces 6 cruzadas
sucesivas.
52. Lupa celestina (‘Loba
celestina’). Tampoco es un lema halagador, aunque Eugenio IV (1431-1447)
tampoco se merece uno mejor. Fue monje de la orden celestina y Obispo de Siena,
cuya ciudad tiene una loba en su escudo. Era un hombre bastante inepto, carente
de cualquier capacidad de análisis y diplomacia, y facilmente influenciable.
Posiblemente este fue el motivo de su elección: los cardenales conciliaristas
pretenderían avanzar más en la colegialidad de las decisiones, las destituciones
papales y la democratización del poder. Bajo estos planteamientos, recien
nombrado, se convoca el Concilio de Basilea: la gran batalla por la reforma de
la Iglesia y
el poder papal. Por desgracia, igual que era influenciable por unos también lo
sería por otros: a los cinco meses de su apertura declara disuelto el Concilio.
Esto significaba, de hecho, originar un nuevo cisma y retar a la disuelta
asamblea a que lo excomulgara. Toda la cristiandad encolerizó, pero el
Concilio, demostrando un gran control y responsabilidad, continuó sus sesiones
normalmente, institucionalizando medidas administrativas y judiciales que lo
convertían en la suprema instancia eclesiástica. Abandonado por todos el Papa
termina claudicando en 1433, y reconoce que el Concilio nunca había dejado de
estar legítimamente reunido. Sin embargo, su ascendencia ante éste es nula: se
convierte en mero espectador de la disolución de la monarquía pontificia y su
sustitución por el republicanismo parlamentario. Así se controla y limita las
disponibilidades financieras (grave error del Concilio Vaticano II: al no
controlar el funcionamiento de los distintos órganos, la designación de sus
componentes, ni su financiación, todas las reformas introducidas quedaron a
merced de la voluntad de los Papas sucesivos), se reduce el número de
cardenales y se discute la disolución del Sacro Colegio Cardenalicio, aunque sólo
llega a acordarse su remodelación. Cuando el papado se encuentra practicamente
contra las cuerdas, llega el turco como tabla salvadora. Ante la amenaza de su
inminente arribo al continente europeo, después de varias tentativas, y consolidado
su poder político y militar (y exterminado el bizantino, gracias a la “ayuda”
almogávar), Juan VIII Paleólogo solicita la alianza de la cristiandad,
ofreciendo a cambio el fin del cisma de oriente y la obediencia de Bizancio al
Papa, pero exige su independencia política, por lo que se niega a que las
conversaciones se lleven a cabo en tierras del Sacro Imperio Romano-Germánico, proponiendo
que se celebren en Italia. El Concilio no puede ceder potestades en estos
momentos, por lo que reclama para sí las negociaciones con el Imperio de
Oriente (desmembrado y reducido a su mínima expresión: Grecia), pero no está
dispuesto a situarse a tiro del ejército
papal o del francés, por lo que se rechaza el traslado en votación celebrada en
1437. En un nuevo gesto de autoritarismo, el Papa ignora la votación y, mediante
Bula, traslada el Concilio a Ferrara. Es el cisma. Se celebran dos concilios
que se proclaman universales, católicos y legítimos. Casi todos los estados
apoyan a Basilea, donde llegan a contarse 400 votos. En Ferrara, y después en
Florencia, a donde se trasladan cuando se declara la peste en aquella ciudad,
la asistencia es escasísima, y casi todos son italianos. Los griegos precisan
urgente ayuda y el Papa aumentar su influencia, por lo que se superan todas las
diferencias teológicas que se habían ido creando y se llega a la unidad por
Decreto papal. Cuando los turcos toman Constantinopla en 1453 sin que se preste
la ayuda prometida, la falsa unión se romperá. Mientras, en Basilea se presenta
batalla frontal al Papa: se proclama como dogma de fe que el Concilio está por
encima del Pontífice, deponen a éste y eligen a Félix V. Asustados por las
consecuencias del nuevo cisma y no dispuestos a mantener la puja a tales
niveles, los reinos católicos se replantean su apoyo al Concilio y se van pasando
a las filas del nuevamente prestigiado Eugenio IV. La asamblea se traslada a Lausana (nunca un
Concilio fue más ajetreado ni itinerante) por motivos financieros. Abandonado
por todos, Félix V abdica y el concilio se autodisuelve. El poder absoluto ha
triunfado por incapacidad de sus oponentes para controlar sus fuerzas,
conseguir apoyos, analizar la situación internacional y llegar a acuerdos
internacionales. Consolidado el poder papal, no volverá a convocarse Concilio
hasta el V de San Juan de Letrán, cuando se considere nuevamente amenazado. Sin
embargo, el apoyo de los distintos reinos se demuestra oneroso: a cambio
exigirán una política concordaticia que supone un recorte de las atribuciones
papales y eclesiásticas, no en beneficio de lo democratización de la Iglesia , sino del poder de
las monarquías y la aceptación del galicanismo: la autonomía eclesiástica en
Francia, su obediencia primero al rey y después al Papa, que servirá de ejemplo
para los países nórdicos y de escándalo a los sudeños (parecido planteamiento
en los debates constitucionales de la II Repúbli ca
española provocará el anatema eclesial). La reforma se demuestra imposible bajo
la obediencia al Papa: sólo la defección resulta viable. Habrá que esperar al
Concilio Vaticano II para retomar estos planteamientos.
53. Amator Crucis (‘Amador de la
cruz’). Tradicionalmente considerado antipapa, Félix V (1479 – 1441) fue
designado por un Concilio convocado normalmente. Es significativo el lema, que
ignora la agria confrontación que supone su nombramiento. Este se llamaba en el
siglo –como seglar– Amadeu de Saboya, y en su escudo ducal aparece la conocida
cruz de Saboya.
54. De modicitate luna (‘La
modestia de la luna’). Durante el pontificado de Nicolás V (1447 – 1455) los
turcos conquistan Constantinopla, pero no parece que ésta sea la modestia o
pequeñez a la que se refiere el lema, por más que su estandarte sea el cuarto
creciente. Más relacionado parece su nacimiento en una familia muy humilde, y
que fuese obispo de la diócesis de Luna, en Etruria.
55. Bos pacens (‘Buey que pasta’).
Calixto III (1455 – 1458) es uno de los pocos Papas españoles. Nacido en
Játiva, Alonso de Borja o Borda tenía en su escudo familiar un buey pastando.
56. De cabra et albergo (‘La cabra
y el albergue’). Pío II (1458 – 1464), de la familia Piecolomini, había sido
secretario de los cardenales Capránico y Albergati.
57. De cervo et leone (El ciervo
y el león). Pablo II (1464 – 1471) fue obispo de Cerviae, de la misma raíz que
ciervo, y cardenal de Venecia, cuyo lema es el león de San Marcos.
58. Piscator minorita (‘Pescador
minoritario’). Sixto IV (1471 – 1484) era hijo de un pescador y monje de la
orden menor franciscana.
59. Praecursor Siciliae (‘Precursor
de Sicilia’). Juan Bautista Cibo elige el nombre de Inocencio VIII (1434 – 1492)
a su coronación. Se interpreta que el Bautista fue el precursor del Cristo. En
1485 se produce en Nápoles la
Conjura de los Barones, reprimida con violencia, pero que reverdece
las ambiciones de los Anjou sobre este reino al ser derrotados en Sicilia. En
1494 se reinician las hostilidades, en las que intervendría Fernando, el rey
Católico de Sicilia, Aragón, Castilla, Jaén y Sevilla y Duque de Atenas y
Neo-patria. Acabaría conquistando Nápoles, contrariando aún más a Francia, y
amenazando el flanco sur de los reinos pontificios, lo que determinaría, en
gran medida, la política exterior de alianzas con el Imperio Alemán y el Ducado
de Austria contra Francia y el Papa, con todas sus futuras consecuencias.
60. Bos albanus in Portu (‘Buey
albano en el puerto’). Corresponde a otro miembro de la dinastía Borgia:
Rodrigo de Borja. Tambien español y de Játiva, lleva el mismo buey en su escudo
familiar que Calixto III, el 55º de estas profecías. Tambien puede aludir este
lema a sus apetencias materiales y sensuales. Coronado como Alejandro VI (1492
– 1503), al saltarse el ordinal V demuestra que considera al designado por el
Concilio de Pisa como Alejandro V Papa legítimo. Había sido cardenal en San
Albano y en Porto. Fernando el Católico, aprovechando su buena amistad con este
Papa, le pidió publicase una Bula que separase los dominios ultramarinos de
Castilla (ruta de occidente) y Portugal (ruta de oriente, bordeando Africa), lo
que hizo fijando la linea de demarcación 100 leguas al oeste de las Azores, en
pleno Océano. No conforme los portugueses con la Bula, Castilla, para evitar la
guerra en el mar, le cedió mayor demarcación hacia el oeste, pensando que sólo
se cedía agua, pero la nueva línea caía en el extremo de Brasil. Alejandro VI
se sabía atacado por los romanos, y contra él predicó el exaltado Savonarola,
por lo que fue condenado a la hoguera. Buscando apoyos repartió cardenalatos entre
los miembros de su familia, haciendo obispo a su hijo César a los 16 años. Poco
después lo nombró cardenal. Necesitando los ejércitos mercenarios, se alió con
Ludovico el Moro y la familia Sforza, casando a su hija Lucrecia (a quien los
romanos acusaban de incesto con su padre, incluso después de casada) con Giovanni
Sforza, que dijeron llegó a envenenar cuando intentó impedir sus relaciones
con su padre. Cedió a su hijo César, que ambicionaba unificar Italia bajo su
cetro, grandes extensiones en la Marta Romana , pero Florencia, al verse amenazada,
pidió ayuda a Francia, que invadió los reinos pontificios restantes. Entonces
se alió con Venecia y Turquía, lo que produjo la insurrección de los romanos.
En castigo abrió las puertas de la ciudad al saqueo de los franceses. Para
recuperar sus posesiones consiguió la ayuda de Milán, Venecia, Castilla-Aragón
y el Imperio.
61. De parvo homine (‘El hombre
pequeño’). Francesco Todeschini Piccolomini (en italiano, ‘hombre pequeño’),
sobrino de Pío II, accede al papado como Pío III (1503) sobreviviendo un mes a
su elección. Enemigo declarado de los Borgia, en ese mes, y a pesar de lo que
indica el lema, acabó con la influencia de la dinastía, haciendo encarcelar y
deportar a España, por El Gran Capitán, a César Borja, que no pudo ser elegido
Papa por hallarse enfermo durante el cónclave, fallando sus contactos.
62. Fructus Iovis juvabit (‘Gustará
el fruto de Júpiter’). El lema correspondiente a Julio II (1503 – 1516) puede
estar relacionado con el inicio de las obras de la Basílica de San Pedro, el
impulso al renacimiento (con toda su recuperación de la mitología pagana,
aunque sólo fuera artística) y la presencia de un roble, árbol consagrado a
Júpiter, en el escudo de la familia della Róvere, a la que pertenecía el Papa.
Júpiter era el dios supremo de los romanos, protector del Estado, de las
finanzas y de la Guerra. El sumo pontífice de Júpiter –cargo que ocupó Julio
César a los 18 años, utilizándolo como plataforma de poder, por lo que se haría
tradición entre los Emperadores hasta que se hiciera común nombrarles dioses–
custodiaba el erario público (con los impuestos recaudados), dispensaba los
pagos, bendecía al ejército y –junto con el Augusto o máximo– inauguraba las campañas militares
profetizando su victoria. Julio II aprobó el presupuesto para la construcción
de la Basílica
de San Pedro, venció a los franceses, venecianos y partidarios de César Borgia,
recuperando los terrenos papales perdidos o cedidos en el norte y centro de
Italia. Hay un juego de palabras en este lema, porque juvabit es derivado de Iovis,
como jovial, joven, jubileo y jubilación. Tras la derrota del rey de Francia,
éste convoca un concilio en Pisa con amenaza de cisma, pero el Papa reacciona
con todo vigor, deponiendo a los cardenales que acuden a dicha asamblea y
convocando el V Concilio de Letrán. En él se confirma su autoridad. Condena el
cismático concilio pisano y se declara la personalidad e inmortalidad humanas,
a diferencia de la de los animales y plantas (lo que contradice las enseñanzas
de San Agustín, que pensaba que el alma era mortal, aunque resucitaría junto
con el cuerpo).
63. De creticula Politiana (‘La
parrilla Politiana’). Juan de Médicis fue elegido Papa con el nombre de Leon X
(1513 – 1521). Era hijo del famoso mecenas, banquero –financió la “campara
electoral” de Carlos Habsburg para el cargo de Emperador– y hombre ambicioso,
Lorenzo (del mismo nombre que el Santo cuyo símbolo es la parrilla) El magnífico,
y estudió en Politien. En una pequeña, triste y desconocida Universidad de una
pequeña, triste v desconocida ciudad alemana (Wittemberg), se habían formado
dos bandos: los reformistas y los conservadores, que se autodenominaban tomistas.
Era una típica controversia religiosa propia de las contradicciones de la
época. En 1517 se habían agotado los fondos presupuestados para la megalómana
Basílica de San Pedro. Entonces, el Papa publicó una Bula de Indulgencias con cuyas
limosnas se costearían las obras. Martin Luther, catedrático de teología de
Wittemberg y miembro del bando reformista, expone 95 tesis o argumentaciones en
las que se niega al Papa jurisdicción sobre el Purgatorio (las indulgencias no
podrían afectar al Infierno ya que éste supone castigo sin remisión: toda sentencia
divina es inalterable); se comparan las indulgencias a la simonía (venta de milagros,
curaciones, reliquias, amuletos, cargos eclesiásticos, etc.); se antepone la Misericordia a la Justicia divina; la
conciencia cristiana al ritualismo formalista; y el “nacionalismo” alemán
frente al poder de Roma. En 1520, sin un exacto conocimiento de la situación,
el Papa excomulga a Luther. Ya no cabía marcha atrás, sino afrontar el reto:
Luther niega la autoridad del Papa y de la jerarquía eclesiástica y defiende la
libertad de pensamiento y el “libre examen”. Esta autoconfesión supone la libertad
de conciencia y la pérdida de un gran poder de la Iglesia : si no se puede
confesar, tampoco se puede “inquirir”. Mientras tanto Carlos I, en subasta con
Francisco I, gracias a la corrupción de las Cortes de Castilla, la tradición
absolutista, la tiranía fiscal y el oro de Indias, sobrepuja los votos de los
príncipes-electores (incluidos los cardenales) y se proclama Emperador. El
Kaeser (del latín Caesar, Kaiser en alemán moderno) Karl V, descendiente de
segundones, considera la muerte de los herederos con mayor derecho y la acumulación
en su persona de todas las coronas a las que podía optar como claras señales de
predestinación divina para salvar la cristiandad. No obstante es consciente del
polvorín alemán, de su fraccionamiento en múltiples principados casi independientes
y de la expansión de un incipiente nacionalismo, por lo que se opone a que el
Papa convoque un Concilio condenatorio sin más y prefiere una Dieta en la que
se ceda por ambas partes. Reunida en Worms, con la presencia de Luther, éste
defiende la libertad de pensamiento, el libre examen de conciencia y la autopenitencia
sin confesión, todo lo cual resulta contradictorio con la política interna de
las Españas, heredada de los Reyes Católicos, de perseguir a herejes, judíos y
moriscos (andalusíes), y a las
necesidades imperiales en la fraccionada Alemania (el recuerdo de la
herejía-revolución en Bohemia estaba cercano), por lo que se reafirma su
condena, comprometiéndose el Emperador a empeñar todos sus reinos, posesiones y
fortunas (se supone que también la de sus súbditos), así como su cuerpo, su sangre
y su vida (más bien los de sus vasallos reclutados) para acabar con la herejía.
64. Leo Florentius (‘León
Florencio’). Adriano Florensz, hijo de Florencio Florensz, natural de Utrech,
tenía en su escudo heráldico un león de plata. Preceptor desde su infancia, y
amigo del Emperador, mantuvo su nombre de pila. Posiblemente, Adriano VI (1522
– 1523) fue nombrado por influencia de Karl V, esperando situar en el
pontificado a un hombre inteligente y capaz, voluntarioso aunque un tanto
tozudo y poco dado a las concesiones, incluso cuando reconocía su parte de
razón (como ocurrió con las rebeliones de las Comunidades y las Germanías). Su
temprana muerte frustraría estas intenciones. También es posible que Carlos I
quisiera desembarazarse del Cardenal como Virrey de Castilla, consciente de la
influencia que su nombramiento tuvo en dichos levantamientos. Fue el último
Papa no italiano hasta Juan Pablo II.
65. Flos pilae aegrae (‘flor de
la esfera enfermiza’). Julio de Médicis, elegido Papa con el nombre de Clemente
VII (1523-1534) tenía en su escudo de armas 6 círculos, 5 rayados y 1 con 3
flores. Si errónea fue la amenaza del Emperador contra los reformistas, mayor
error fue hacerla vana. Comprendiendo que las dudas tendrían que acabar,
Luther, desarrollando notable actividad, traduce desde el griego al alemán el
Nuevo y el Antiguo Testamento, intercalando múltiples aclaraciones e
interpretaciones, muchas de ellas semántico-filológicas (introduciendo el
primer estudio científico de los textos bíblicos, pero arrastrando los errores
de traducción al griego que posteriormente se descubrieron y continúan descubriéndose),
en las que expone que ni el Papa, ni la jerarquía eclesiástica, ni la confesión
habían sido instituidas por el Cristo, sino que eran obras diabólicas para
crear poder y desviar a los creyentes de la virtud y la auténtica fe, sustituídas
por el miedo, la superstición y las prácticas rituales. Como nunca se había
escrito nada serio en alemán, sino en latín, y había cientos de dialectos góticos
(uno por cada tribu bárbara), tuvo que introducir signos distintos (como la
letra β, tomada del griego) y escribir una Gramática –en la que se toma mucho
del latín, por ejemplo las declinaciones–, que se vendía con las Sagradas
Escrituras. Consciente de lo que estaba ocurriendo, de que no se trataba de un
rumor que pudiese utilizar para influir en las decisiones papales (como le
aconsejaba su embajador en Roma), el Emperador pidió un Concilio. Ahora fue el
Papa quien se negó, tratando de evitar lo que se presentaba como liderazgo de
la cristiandad: hay que tener presente que la unión de coronas en el César
Carlos volvía a cerrar la tenaza sobre los reinos pontificios. Luther
comprendió que sin la ayuda de los príncipes no podría hacer frente a cruzadas
como las que se movilizaron contra Bohemia. Igual que la condena como hereje
conllevaba la confiscación de bienes y la hoguera, Luther proclamó que el pontífice
debía ser desposeído de sus feudos imperiales (casi un 20% del territorio), lo
que significó un cambio total de estrategia. El Emperador veía cómo el polvorín
se aprestaba a estallar, cómo la Sublime Puerta invadía los territorios rumanos y húngaros,
reinos no imperiales de los Habsburg, llegando a sitiar Viena en 1532, por lo
que estaba dispuesto a ceder las tierras papales, e incluso cuestiones
teológicas, para conseguir la unidad cristiana frente al turco. Sin embargo, el
Papa prefería la guerra: transigir con la herejía, además de perder sus feudos,
significaba estimular su propagación, incongruente con la cruel persecución que
las distintas inquisiciones llevaban a cabo en los países católicos. Si los
herejes eran vencidos se recobrarían la autoridad y territorios pontificios. Si
el Kaeser era derrotado, los herejes habrían pagado algún precio y esta osadía justificaría
la represión. Además, el Emperador perdería prestigio internacional y la tenaza
italiana se rompería. Idéntico parecer mantenía el rey francés, que también
estaba atenazado y rodeado por el Reich, Navarra, Aragón, Cerdeña, Flandes y el
Franco Condado, y en su territorio se incrustaba el Ducado de Borgoña, por el
que Carlos se había negado a jurar vasallaje. Así Clemente VII se alió con
todos los reyes católicos contra quien pretendía negociar con los herejes. Los
príncipes rebeldes, que no habían visto peligro en la invasión turca, pues
amenazaba territorios donde la
Reforma no se había introducido, y sus intereses no iban por
la reconstrucción de un Reich poderoso y autoritario, sino por la independencia,
el fraccionamiento o, al menos, la tolerancia y la autonomía pactada,
comprendieron lo que se fraguaba, por lo que apoyaron a su Emperador, tomaron
Roma, que saquearon cruelmente durante 7 días con permiso del César, y el Papa
fue encarcelado en Castel Sant’Angello, hasta que aceptó las condiciones
impuestas al cabo de dos años. Éstas fueron sumamente benignas, error muy
frecuente de Carlos, quizás porque se creía elegido por Dios o contemplado por
la Historia, tras su coronación imperial a manos del pontífice y la continuación
del diálogo con los herejes. A cambio se comprometía a iniciar la guerra para forzar
la negociación, lo que era casi acceder a la primitiva estrategia papal. A cada
nueva Dieta los teólogos encontraban nuevas diferencias, hasta que el Emperador
intervenía cediendo, a lo que seguían los acercamientos de los “protestantes”,
pero entonces el Papa desautorizaba las concesiones teológicas del César,
creando un clima de desconfianza en los acuerdos, pues si se incumplían en
materia teológica igualmente podían ser una argucia para desunir la Liga de los Reformistas y,
posteriormente, recuperar uno a uno los territorios rebeldes: la guerra se
hacía inevitable. Preparándose para ella, los príncipes impusieron a sus
súbditos la secta que cada uno había elegido, persiguiendo a los reacios: esto
era diametralmente opuesto a las ideas de libertad de conciencia de Luther, por
lo que fue confinado en el Castillo de Coburgo “para su seguridad”, donde, tras
algunos escritos antipapales, murió prácticamente encarcelado. La guerra
religiosa se había convertido en guerra política. Antes de morir Clemente VII aún
cometió un error más: negó el divorcio a Enrique VIII de Inglaterra –quizás
presionado por el Caeser, en defensa de su tía, Catalina de Aragón–, por lo que
éste aceptó parte de los postulados reformistas (los que más le convenían). Así,
se convirtió en Máximo dirigente de la Iglesia Anglicana
Reformada, que mantuvo la jerarquía que le fue sumisa, y demostró el inmenso
poder que otorga la simultaneidad de mandos, como hacía en el Imperio Turco la
Puerta Sublime y, actualmente, el ayatollah Jomeini. Este mismo poder lo sigue
manteniendo, aunque sólo sea nominalmente, Isabel II, sólo que ahora Parlamento
y Sínodo de Obispos funcionan libremente. Desde ese momento el tránsito por el
Canal de la Mancha
se hizo inseguro, el aplastamiento de la rebelión flamenca dependiente de los
pactos con Inglaterra y el cerco de Francia imposi-ble de mantener. Las
Provincias Unidas del Norte de los Paises Bajos, con Holanda como provincia
capitana, se hicieron república independiente, con tal poderío económico que
sufragaron a los protestantes durante casi un siglo (hasta después de la guerra
de los 30 años), ganaron el pulso al Imperio e incluso se apropiaron en tiempos
de Felipe II de muchas colonias portuguesas de extremo oriente. Mientras,
Aragón se estancaba en la miseria, exhausta por sus guerras civiles, y en Castilla
no se convocaba a Cortes a nobles ni eclesiásticos (exentos de impuestos) ni
procuradores de ciudades dispuestos a enfrentarse a los reyes (práctica
iniciada por los Reyes Católicos), amenazando o comprando a los que se oponían
a la opresión impositiva, y se confiscaban los cargamentos de Indias,
arruinando a comerciantes, navieros y banqueros castellanos (a los forasteros
se les respetaban sus fueros), abortando el desarrollo económico que la plata
indiana pudo haber propiciado.
66. Hyacintus medicorur (‘jacinto
de los médicos’). Pablo III (1534 – circa 1545) tenía en su escudo de armas 6
jacintos y había sido Cardenal de San Cosme y San Damián, ambos médicos. Cuando
los príncipes alemanes confiscan las tierras eclesiásticas, los campesinos
reclaman su reparto, iniciándose las guerras campesinas. La nobleza rebelde no
tenía tal intención de reparto, sino de monopolizar el poder y la propiedad y argumentó
que la anarquía que estaba reinando sólo favorecía a los imperiales, por lo que
actuó con total violencia (Luther dijo: “matadlos como perros”). En Castilla
la inflación y la crisis económica llegan a su zenit, por lo que, junto con el
avance turco, se llega a la
Confesión de Augsburg (1530), con notables concesiones por
ambas partes, frustrada por la intransigencia papal. Al hacer retroceder a los
turcos, que levantan el sitio de Viena, los protestantes deciden aceptar una
solución de compromiso similar, antes que enfrentarse al poderoso y enardecido
ejército que había puesto en fuga al invasor, firmando la paz de Nuremberg
(1532), nuevamente abortada por el Papa. En 1541, tras la derrota en Túnez, es
el César quién está dispuesto a ceder, firmando la declaración de Ratisbona,
nuevamente contradicha por el Papa. En 1544, tras pactar la no intervención
inglesa, el ejército imperial casi llega hasta París, imponiendo la paz de
Crepy. En este momento el Emperador se encuentra en posición de exigir
Concilio, y el Papa accede. Se escoge la ciudad de Trento por su curiosa
situación: en terrenos imperiales enfeudados al Papa, en zona montañosa del
Tirol, católica y de fácil defensa, pero separada de Roma por la neutral
Venecia, el sumun del equilibrio. Aun así, ya no puede ser una asamblea para la
reconciliación. El Emperador pretendía forzar una reforma eclesiástica en línea
con la deseada desde tiempos de Gregorio VII (disciplina, moralidad, virtud,
austeridad, etc.) que anulase los argumentos críticos de los protestantes, apoyándose
en la Compañía de Jesús. Incluso pretendía llegar a aproximaciones con ellos.
Unos y otros tratan de fortalecer sus posiciones, llegándose a las armas. Karl
V vence en Mühlberg a los protestantes y cree próximo un arreglo, por lo que
acuerda concesiones en el ínterin de Augsburg, en torno a 1548. El Papa, sin
embargo, que veía cómo perdía protagonismo, suspende el Concilio con la excusa de
su traslado a Bolonia, en el interior del Estado Pontificio, donde el Emperador
no tendrá ninguna influencia. Dice que es una fortificación más segura contra
un ataque de los derrotados protestantes. El doble juego del hermano del
Kaeser, el rey de Romanos, la defección de Mauricio de Sajonía, gran militar
protestante conseguido para los católicos por intrigas, años antes, y el apoyo
militar y financiero de Francia, a cambio de los ricos territorios de Lorena,
que interrumpe la comunicación terrestre con Flandes, hacen absolutamente
imposible aprovechar la favorable coyuntura.
67. De corona montana (‘La corona
del monte’). Julio III (1550 – 1555) era natural de Montepulciano, y en su
escudo familiar aparece una corona de laurel. Frente a las abrumadoras fuerzas
movilizadas por los protestantes, el César Carlos abandona el Tirol,
retrocediendo vergonzosamente, en 1552. En estas circunstancias se llega a la Paz de Augsburgo (1555), por
la que se reconoce oficialmente un hecho incuestionable: la Reforma luterana se
sitúa en pie de igualdad con la fe Católica. Se reconocía a cada Príncipe el
derecho a escoger su religión e imponérsela a sus súbditos (cuius regio, eius religio: ‘de cada señor
su religión’). Se forzaba a abdicar al Emperador en favor de su hermano
Fernando, que había pactado, sin escrúpulos, a sus espaldas, con ambos bandos.
De hecho, se hacía oficialmente un reconocimiento de lo que estaba ocurriendo
en la práctica: desde años atrás en Fernando descansaba la dirección política –y
los errores– del Imperio, mientras Carlos I se iba hispanizando
progresivamente, aceptando la intolerancia y el provincianismo, conforme aumentaban
sus desilusiones y frustraciones. En el fondo, se trataba de algo mucho más
importarte: se impedía la unión dinástica de Castilla, Aragón, Navarra, Cerdeña,
Sicilia, Milán y Flandes, con el Sacro Imperio, en lo que coincidían protestantes,
Francia y el Papa.
68. Frumentum flaccidum (‘grano
flácido, maduro o marchito’). Marcelo II (1555) tenía en su escudo de armas
unas espigas, haz de trigo en oro, y sobrevivió tres semanas a su designación.
Se publica el “Almanaque”, libro de profecías del médico y consultor astrológico provenzal de padre
judío converso al catolicismo Michel de Nostradamus (Nôtre-Dame).
69. De fide Petri (‘la fe de
Pedro’). Pablo IV (1555 – 1559) se llamaba Gian Pietro Caraffa. Fue visceral
enemigo tanto de la Reforma como de los Habsburg. Para acabar con él, Felipe II
fomenta la rebelión de los barones romanos, pero la correspondencia del
embajador español es violada y se producen deposiciones y excomuniones. Se
declara rebelde a Felipe II retirándosele el derecho a la corona de Nápoles,
para lo cual el Papa pide ayuda a Francia, que invade el Milanesado. En
respuesta, el Duque de Alba vence a la coalición, conquistando varias ciudades
papales. En 1559 muere Enrique II, rey de Francia, la más exacta profecía de
Nostradamus aun sin citar nombres ni fechas, como en todas las demás. El Papa
muere odiado por el pueblo, por su intolerancia. En 1557 se publicó el Epítome Romanorum Pontificarum, sobre la historia
de los Papas.
70. Aesculapii pharmacum (‘La medicina
de Esculapio’). Giovanni Angelo de Medici di Marignano había estudiado medicina,
y fue elegido Papa con el nombre de Pío IV (1559 – 1565). Se clausura el
Concilio de Trento, que condena a Lutero, Calvino y Zuinglio. Se reforma el
culto y la disciplina, cumpliéndose así parcialmente lo solicitado durante 7 siglos.
Se prohíbe la traducción de la
Biblia desde el texto latino de la Vulgata (que no es el
original, sino una traducción con errores) y se considerará el único legítimo
hasta hace poco. Su interpretación directa es también prohibida. Sólo se permitirá
la traducción e interpretación realizada por teólogos autorizados
especialmente, y para uso de la jerarquía eclesiástica. También se prohíbe la celebración
de misas en lengua vernácula. Ya no habría más concilios hasta 3 siglos
después, cuando el Papa, sitiado por los garibaldinos, se consideró en grave
peligro de ser derrotado militarmente.
71. Angeles Nemorosus (‘ángel del
bosque’). Antonio Ghislieri nació en Bosco (bosque en italiano) y adoptó el nombre
de Michele, de ángel, al hacerse dominico, por lo que se le conocía como Michele
Boschi (del bosque). Era persona de profunda piedad, celo y religiosidad, que
accede al papado como Pío V (1566 - 1572), siendo posteriormente canonizado. En
1567 se reedita la obra del historiador de la iglesia agustino Onofre Panvinio,
Roranorun Pontificum, corregida y aumentada (incluyendo ahora de San Petro
Usque a Paulum IV), aunque careciendo de las litografías de los escudos pontificios
que aparecían en la primera edición. Aplicó con el mayor rigor los decretos
tridentinos, excomulgó a Isabel II de Inglaterra y se opuso a las regalías
eclesiásticas que Felipe II se había tomado, en línea con el permitido
galicanismo nacionalista y en la perspectiva del anglicanismo. No obstante colaboró
en la Liga Santa, que venció en Lepanto y, aunque no se pudo recuperar Chipre para
Venecia –objetivo de la Liga–, hizo desaparecer el poderío naval turco, lo que
impidió su expansión por el Mediterráneo. Sin embargo, ni Aragón ni Castilla
sacaron provecho de ello. La grave situación económica impidió el uso
concentrado de la flota contra los piratas norteafricanos. La obsoleta tecnología
(los navíos de primera línea eran galeras, con remos, lo que exigía poco
calado, obra rectilínea, bordas bajas, escasa fuerza disponible para el
abordaje y poca artillería concentrada en los extremos) hacían la flota inútil
para el Atlántico, ineficaz para enfrentarse a Inglaterra.
72. Medium corpus pilarum (‘Cuerpo
en medio de las esferas’). Gregorio XIII (1572 - 1585) reforma el calendario,
que desde entonces lleva su nombre. Claudio Tolomeo diseñó un sistema solar con
el sol como centro, pero lo desechó después, ya que según los cálculos de
Aristóteles, el movimiento de la
Tie rra produciría una inercia que nos arrojaría fuera de
ella. A nadie se le ocurrió pensar que la alternativa, que el sol gire
alrededor de la Tierra
cada 24 horas, significaría que aquél debía recorrer 39 millones de kilómetros
por hora, 652 mil por minuto y 11 mil por segundo. Se aceptó que los otros siete
astros (luna, sol y 5 planetas visibles sin telescopio) giraban alrededor de
la Tierra. Pero ¿cómo lo hacían estos astros, por qué no chocaban? ¿cómo mantenían
siempre las mismas distancias y períodos? De antiguo se buscó una explicación fácil,
sencilla, cómoda, sin problemas, aunque acientífica e idólatra: cada astro era
un dios, y los dioses hacen lo que les viene en gana. Sin embargo, la expansión
del cristianismo hizo sustituir esta explicación: los astros estaban inscritos
en siete esferas que rodaban concéntricamente, emitiendo, al rozarse, un ruido
no audible por el oído humano, música perfecta, que llamaron armonía. El canónico
polaco Nicolás Copérnico estudió una copia del primer trabajo de Tolomeo,
concluyendo que era correcta la teoría heliocéntrica, por lo que, tras modificarla
con aportaciones propias (mantenía una esfera celeste para las “estrellas fijas”,
es decir las lejanas, las que parecen no moverse), la publicó. El editor, con gran
sentido comun, eliminó del manuscrito toda referencia a Tolomeo, para evitar
problemas con la Inquisición. Los
pueblos pastores, nómadas y guerreros tienen calendarios lunares (árabes, mongoles,
indios norteamericanos, etc.), que permiten un fácil cálculo de días y meses. En
cambio, los pueblos agrícolas, sedentarios y con castas sacerdotales dedicadas
a la contemplación astrológica (egipcios, hindues, babilónicos, indios
centroamericanos, incas, etc.) tienen calendarios solares. Éstos miden la
sucesión de las estaciones, es decir, los periodos de lluvias, inundaciones,
nieve, sequía, etc., de vital importaría para el campo y la guerra. Los
etruscos tenían un calendario de transición, de influencia babilónica, con 4 meses
de 31 días, 7 de 20 (lunares) y 1 de 28, intercalando cada 4 años un mes
bisiesto. Los romanos dejaron en manos del Pontífice Máximo de Júpiter la
ordenación de tal acontecimiento, por lo que podía interrumpir guerras y
elecciones o posponerlas según sus intereses politicos. Julio Cesar racionalizó
el calendario eliminando los cinco días saturnales (que eran festivos) de final
de año, ahora integrados en cinco meses (ahora de 30 dias) y elevando a 6 los
de 31. Desde entonces, “nuestros años” son de 365 días, con uno bisiesto cada 4.
Esto supone una diferencia de 11 minutos con la traslación terrestre alrededor
del sol, que en 1582 habian acumulado 10 días de error, que fueron suprimidos
de golpe. Esto originó que Santa Teresa de Jesús fuera enterrada 15 días
despues de su muerte. También es por ello que la conocida como Revolución de
Octubre, según el calendario ortodoxo corresponda con Noviembre. La reforma gregoriana
al calendario elimina los años bisiestos de fines de siglo, salvo los múltiplos
de 400, lo que supone un ajuste muy preciso con el tiempo solar y, de alguna
forma, sitúa el Sol como el centro de un sistema, o al menos, será la esfera
celestial más importante.
73. Axis in medietate signi (‘eje
en la mitad del signo –o emblema–’). El escudo familiar de Sixto V (1585 - 1590)
contenía un león de oro y una banda que lo dividía por la mitad. En heráldica,
esta banda se llama signi y cada una
de las dos mitades en que se divide el campo signum. Los intérpretes catastrofistas hacen los siguientes
cálculos: la mitad de este pontificado se sitúa en 1587; la profecía se inicia en
1143; la diferencia son 444 años, que, sumados a 1587 (o sumando 888 a 1143) si dicho año
fuese el punto medio del vaticinio, nos indicarían que Roma, el papado y tal vez
el mundo, desaparecerían en el 2.031.
74. De rore coeli (‘el rocío del
cielo’). Urbano VII (1590) sólo sobrerevivió 13 días a su designación. ¿Se
evaporó como el rocío?
75. Ex antiquitate urbis (‘Desde
la antigüedad de la ciudad’). Gregorio XIV (1590-1591) era antes miembro del
Senado (en latín Senatus, derivado de
senex, ‘senil’, ‘viejo’, pues esta
institución fue la heredera de los consejos de ancianos tribales) y natural de
Cremano, una ciudad, sin duda, antigua. Sin embargo, en el cónclave que lo
eligió había un candidato que se adaptaba mejor al lema: el cardenal Simoncelli
nació en Orvieto, que deriva del latín urbs
vetus (‘ciudad vieja’). Sería interesante investigar cuántos cardenales se
reflejaban con tanta o más claridad en la profecía que los elegidos Papas.
76. Pia civitas in bello (‘ciudad
piadosa en guerra’). Inocencio XI (1591) nació en Bolonia, que tenía fama de
piadosa, y fue nuncio de Venecia. Desde este cargo colaboró en la consecución
de la alianza que venció en Lepanto. Durante este pontificado se asesinó en
Francia (el primer reino bárbaro que aceptó el catolicismo) a los protestantes
hugonotes, durante la Noche
de San Bartolomé, con lo que el partido católico consiguió mantener el poder.
Sin embargo, este lema cuadraría mejor co el Papa que reinaba durante la
batalla de Lepanto, Pío V (lema 71), con Pablo IV (lema 69), derrotado por el
Duque de Alba, o con Clemente VII (lema 65), en cuyo pontificado se saqueó
Roma.
77. Crux romulea (‘cruz de Rómulo’).
Clemente VIII (1592 – 1605) era de la familia Aldobrandini, de las más antiguas
de Roma. En su escudo de armas hay dos filas de almenas contrapuestas, que
podrían verse como cruces unidas por sus brazos. Este Papa concluyó la cúpula
del Vaticano, que remata una cruz, igual que el nuevo altar pontifical que
construyó. En 1600 es condenado a la hoguera Giordano Bruno, antiguo dominico
(orden que nutría las inquisiciones), posteriormente calvinista y luego creador
de una religión-filosofía original, aunque con mucha carga de budismo, pues
concluye en un panteismo que iguala a Dios con el Universo y la naturaleza,
pero niega la inmortalidad del alma. Según él, es el estudio de dicho Universo,
es decir, toda investigación científica, la mejor adoración, pues nos permite
conocer y comprender a Dios. El trabajo es la mejor moral (típicamente
calvinista), pues ayuda a mejorar la condición y vida humana. La cosmología, la
unión intelectual con el Universo, es la mejor ética (¿ecologismo?) y la religión
tradicional, un conjunto de supersticiones inventadas para los pueblos rústicos,
impropias de las ciudades modernas. Tuvo gran influencia en la filosofía germánica:
Spinoza (asumido parcialmente por los jesuitas; por ejemplo, que el pueblo está
por encina de los tiranos y tienen derecho a asesinarlo, lo que los enfrentaría
a los reyes del despotismo ilustrado), Goethe, Schelling, etc. En 1595 se
publican las profecías de San Malaquías. En 1605 se imprime la reedición más
antigua de las profecías de Nostradamus que ha llegado a la actualidad, que
dice ser copia integral de la publicada en Lyon en 1568 por Benolt de Rigaud,
posterior a la muerte de Enrique II, que ya dijimos se trata de la mejor
predicción.
78. Undosus vir (‘varón ondulante’).
León XI (1605) sobrevivió 27 días a su nombramiento, lento, y era miembro de la
familia Medicis. Es posible que la profecía se refiera a la retorcida diplomacia
de esta familia. Vir tiene un sentido
de masculinidad, que se aplica al espíritu guerrero (como en Viriato), por lo
que podría referirse a Guy Fawkes, oficial católico que urdió una conjura para
a1macenar pólvora bajo el Parlamento inglés y hacerlo estallar (idea emulada
por Hitler y las S.S. en el Reichstag, eliminando el obstáculo de un Parlarento
en el que no tenía mayoría, que sirvió para justificar la deslegalización del
Partido Comunista y hacer sospechoso de complcidad al Partido Socialdemócrata,
que perdería votos en las elecciones celebradas 3 dias después, deslegalizándolo
posteriormente). La jerarquía anglicana atribuyó la conjura a órdenes directas
del Papa, que presentaron como prueba de ser realmente representante del
Anticristo. Podría referirse también al enfrentamiento entre el rey francés,
Enrique IV, y el Duque de Bouillón, que en francés significa ‘inquieto’, agitado,
bullente.
79. Gens perversa (‘gente
perversa’). Pablo V (1605 – 1621) condenó a Juan Huss, a Zuinglio, a Calvino y
a Lutero. Sin embargo las cosas han cambiado desde entonces, de forma que, al
celebrarse el tercer centenario de la muerte de Lutero, Juan Pablo II, en un
discurso, lo llamó “nuestro común maestro”. En 1610, utilizando el telescopio
que había inventado, Galileo descubre que Venus tenía fases como la luna, lo
que consideró demostraba que dicho planeta giraba alrededor del Sol, y no de la
Tierra. En 1611 es recibido por el Papa con todos los honores. Envalentonado,
publica 4 cartas, en las que trató de demostrar que la teoría heliocéntrica no
se oponía a la Biblia. El
argumento principal que se utilizaba por aquel entonces contra de dicha teoría
era que Dios, buscando favorecer a los suyos, los israelitas, en una batalla,
la prorrogó parando el sol: si fuera la Tierra la que girase en torno a éste,
para prolongar el día tendría que haber parado la Tierra. En 1616 la Congregación del
Santo Oficio de la
Inquisición condena las teorías heliocéntricas de Copérnico,
y a su propagador en Italia, Galileo, que ha sido recientemente rehabilitado
por Juan Pablo II, dejando de estar prohibido para los católicos creer que la Tierra gira alrededor del
Sol.
80. In tribulationi pacis (‘en la
tribulación de la paz’). Gregorio X (1621 – 1623) parece que fue persona bastante
pacífica. Las coronas hispánicas, agotadas en guerras, habían cometido el
tremendo error de pactar la
Tregua de los doce años, pensando que para entonces la situación
le sería más favorable y se habrían acopiado dineros y fuerzas. Hubiera sido preferible
reconocer la independencia de la
República de las Provincias Unidas de los Paises Bajos. La
potencia económico-comercial de Holanda era entonces incuestionable, y se había
hecho un imperio en Asia, a costa de las factorías portuguesas que las flotas
ibéricas no pudieron defender. La tregua expiraba en 1621, y ambas partes
esperaban reaunudar las hostilidades y conseguir el definitivo triunfo, pero el
rey de Bohemia muere sin descendencia y Castilla, verdadero sostén económico y
militar de los Hasburg autriacos propone como sucesor (y con el título de Emperador)
a Fernando de Estiria, discípulo de los Jesuitas, que había reimpuesto el
catolicismo en sus dominios patrimoniales por métodos violentos. Comprendiendo
la amenaza que se avecinaba, la nobleza bohemia decidió coronar al calvinista
Federico V, Príncipe-Elector del Palatinado. Castilla no podía permitir esto,
no sólo porque se situaba a un reformado en posición de acceder al título de
Emperador (Praga se había convertido en capital de facto del dividido Sacro Imperio y las compradas elecciones
habían hecho tradición el nombramiento de algún Austria), sino porque el
Palatinado cerraba el paso entre Milán y Flandes. La diplomacia castellana
consiguió la neutralidad de Inglaterra. Francia convenció a Holanda y sus
aliados de que las condiciones no eran favorables para el triunfo. Con la ayuda
de Castilla, el Papa, Maximiliano, el Archiduque de Baviera, y la Liga Católica , se aplastó a los
rebeldes, que se refugiaron en Holanda, y se proclamó Emperador a Fernando II. El
Archiduque de Baviera reclamó su recompensa (ser nombrado Príncipe-Elector del
Palatinado, desposeyendo al rebelde), ya que se trataba de la mayor fuerza no
castellana de la coalición. Castilla se opuso al nombraniento, que suponía
violación de la Bula
de Oro (Ley fundamental y eterna –se creía–, promulgada en 1356 por Inocencio
VI), que concedía el derecho de elector, a perpetuidad, a la casa del
Palatinado. También desequilibraría en favor de los católicos la elección de emperadores.
Cuando en 1622 muere el astuto Baltasar de Zúñiga, le sustituye, tras una especie
de golpe de Estado soterrado, el emprendedor Conde-Duque de Olivares,
obsesionado con la recuperación del poder ibérico, y el Emperador se siente
suficientemente respaldado como para proceder a la investidura de Maximiliano
de Baviera: la rebelión que se inició buscando la Reforma de la Iglesia Católica ,
en su fase de Guerra de los Treinta Años, pasa a ser una confrontación por las
libertades y derechos políticos constitucionales. El Imperio prácticamente desaparece
convertido en un título honorífico que conlleva cierta ascendencia para el rey
de Austria sobre 300 Estados totalmente independientes. Después de Carlos V –y
para ello precisó secuestrarlo– ningún Papa volvió a coronar a un Emperador de
Alemania.
81. Lilium et rosa (‘Lirio y rosa’).
Urbano VIII (1623-1644) antes de su coronación había alabado en versos los
descubrimientos de Galileo, por lo que éste, creyéndose protegido, publicó Dialógo sobre los dos sistemas máximos del
mundo, en el que expone los sistemas tolemaico-medieval y copernicano, sin
tomar partido. Aun así, la Inquisición consideró que estimulaba la duda, la
reflexión, el debate, la polémica y la investigación sobre un tema que se
suponía zanjado definitivamente, al haberse posicionado la Iglesia al respecto con
anterioridad, por lo que se le obligó a abjurar de sus “errores” bajo la
amenaza de la hoguera. A pesar de todo, lo condenó por “contumaz” a cadena
perpetua. El Papa ordenó que cumpliera la pena no en cárceles inquisitoriales,
sino en diversas granjas. Durante su reinado, el cardenal Richelieu, obstinado
en acabar con el poder de los católicos Austrias, tramó la boda de Carlos I de
Inglaterra con María Enriqueta de Francia, lo que podía explicar lo del lirio
(o lis) y la rosa si los contrayentes fueran Borbón y York o Lancaster. Sin embargo,
Carlos I era Estuardo en cuyo escudo
no había rosas y, aunque sucesor de los York, lo era muy lejano, pues el abuelo
de su madre fue esposo de una hija de Enrique VII, Conde de Richmond y de
Isabel de York, y en el intermedio reinaron los Tudor durante mas de un siglo.
Un lema, por tanto, sin explicación.
82. Jucunditas crucis (‘Gozos de
la cruz’). Inocencio X (1644-1655) fue elegido Papa el 1 de septiembre, fiesta
de la Exaltación
de la Santa Cruz.
Durante su reinado se produce una cruel represión de los seguidores de Jansen,
alumno jesuita, profesor de la
Universidad de Lovaina y obispo de Ypres, que replantea el
tradicional dilema agustiniano de la libertad frente a la predestinación, en
favor de esta última: Dios elige a los dignos de gracia. El principal centro jansenista
estaba cerca de Versalles y entre sus seguidores estaba Blas Pascal, que en sus
Cartas Provinciales ataca a los jesuitas desde esta herética óptica. Consideraban
al hombre eminentemente racional, al contrario que los jesuitas, que lo
consideraban sentimental. Así aceptaron la argumentación lógica de Descartes
(mal visto por la Iglesia a pesar de su cautela ocultando, por ejemplo, su
adscripción a las tesis de Galileo y Copérnico) y crearon escuelas en las que
se estimulaba a los niños y jóvenes a usar la razón y la reflexión, cuando los
jesuitas estimulaban la oratoria y la retórica como forma de captar adeptos. Ya
Urbano VIII los condenó y persiguió, y así continuaron hasta que Alejandro VII
y Clemente IX aceptaron una transacción teológica intermedia. Esto les permitió
sobrevivir otros 50 años, hasta que los jesuitas lograron convencer a Luis XIV,
rey de Francia, para que acabara con ellos. No es extraño que los ilustrados
tomaran como objetivo religioso la supresión de los Jesuitas. En España, sobre todo
en Sevilla, el jansenismo tuvo un gran desarrollo, más entre las mejores
familias y los círculos más intelectualizados. Hay que tener en cuenta que el
planteamiento católico tradicional, que entendía la vida cristiana como una
prueba, como un tormento, cuya recompensa se recibía en la vida de ultratumba,
impedía cualquier libertad de pensamiento, reduciendo la capacidad de acción a
límites muy estrechos. Por el contrario,
los aparatos represores encontraban gran acomodo: todo lo que éstos
hicieran sufrir en esta vida sería recompensado en la siguiente, por lo que no
había motivo para el remordimiento de conciencia. Al dejar la salvación en
manos de Dios –como hicieron los jansenistas en cierto grado, o los reformistas–
la vida cristiana cambia de sentido. Se hace más mundana. Aumenta la libertad de
pensamiento, la crítica, la libertad de acción, de investigar, de trabajar en
todo tipo de oficios (incluidos el comercio, la banca o la artesanía, mal
vistos por Santo Tomás de Aquino y por los antisemitas), la alegría de la vida
y la aspiración a mejorar el nivel de vida. Cuando la Inquisición extermina
a los jansenistas, los Jesuitas se hacen dueños absolutos de las universidades
y colegios mayores, impidiendo en España la propagación de las teorías
heliocéntricas hasta fines del siglo XVIII, y originando nuevos retrasos en el
desarrollo científico, técnico y consiguientemente, económico y sociopolítico.
83. Montium cultos (‘guarda en el
monte’). Alejandro VII (1655 – 1667) se enfrentó a los anglicanos, galicanos y jansenistas,
aunque con estos últimos terminó transigiendo. Esto significó su alineación con
los “ultramontanos”, bando en el que militaron casi todos los Papas, pues lo
contrario significaría pérdida de poder. El calificativo se refería a estar
Roma tras de los Alpes, pues se originó en el Imperio, y aludía al empeño papal
de hacer valer sus designios a todos sus súbditos de todo el mundo (como los
antiguos Califas o Khanes tibetanos),
en contra incluso de sus respectivos gobiernos, legislaciones y
descubrimientos científicos. Más lógica sería su aplicación a Pío IX (nono): e1
galicanismo, llevado al sumun por Richelieu, aunque ya era notorio a finales
del siglo XVI, asumía parcialmente la Reforma anglicana, pero dentro de la ortodoxia teológica
y la obediencia –parcial– al Papa. Defendía la independencia Iglesia-Estado; la
no injerencia eclesiástica en asuntos políticos y civiles; la obediencia de los
religiosos a la potestad legislativa y ejecutiva del reino, incluso en contra
de los mandatos papales –salvo en materia teológica–; y la subordinación del
Papa a los Concilios y Cánones, impidiendo que éste se posicionase en materia
de fe sin la aceptación de la Iglesia. Mantenía que la autoridad de obispos y
sacerdotes provenía de Dios y no del Papa, por lo que éste no tenía potestad en
territorio francés. El Concilio Vaticano I acaba con estas posiciones, a costa
de la pérdida de fieles y el avance del ateismo.
84. Sidus olorum (‘constelación
de los cisnes’). Durante el cónclave en que resultó elegido el cardenal Rospigliosi
(Clemente IX; 1667 – 1669), habitó en la Cámara de los Cisnes. Habría que
añadir que, en casi todos los cónclaves, alguien debió ocupar esta Cámara. Este
Papa favoreció las artes, sobretodo la poesía.
85. De flumine magno (‘el gran río’).
El que sería Clemente X (1670-1676) nació durante una de las múltiples riadas
del Tíber, cuyas aguas casi arrastran su cuna.
86. Bellua insatiabilis (‘bestias
insaciables’; también puede ser un juego de palabras derivado de bello, ‘guerra’). Inocencio XI (1676 – 1689)
tenía en su escudo de armas un leopardo y un águila. Más insaciables parecen
los tigres o los leones, frecuentísimos en los escudos heráldicos. ¿Se referirá
el lema al ambicioso Luis XIV? Más justificado estaría entonces si se aplicase
a Inocencio X, en vida del muy ambicioso cardenal Mazarino (aunque menos que Richelieu),
cuando las paces de Westfalia y los Pirineos deshacen literalmente el Imperio
Alemán (I Reich), en beneficio de Francia, Suecia, Holanda y Príncipes
protestantes y calvinistas, dejando a España en la absoluta ruina. ¿Se
referirá el lema a los turcos, que llegan por segunda vez a Viena? Con más
motivo, el lema 71 debiera referirse a Lepanto; sobretodo porque este avance
fue escaso y poco duradero.
87. Poenitentia gloriosa (‘penitencia
gloriosa’). Alejandro VIII (1689 – 1691) fue elegido Papa el día de San Bruno.
Este santo se retiró al desierto para hacer penitencia. No obstante, casi todos
los santos han hecho penitencia alguna vez. Es muy significativo que este Papa
acuñase medallas con la inscripción de este lema, lo que demuestra que lo
conocía y aceptaba.
88. Rastrum in porta (‘rastrillo
en la puerta’). Inocencio XII (1691 – 1700) figura en la mayoría de las listas
de Papas como Antonio Pignatelli, pero en algunas se añade di Rastello (‘del
Rastrillo’), lo que resulta extraño. Los italianos sólo utilizan un apellido, y
así aparece la mayoría de los nombres de Papas en casi todas las listas. En algunas
de éstas no hay ningún nombre con dos apellidos. Su familia vivía a las puertas
de Nápoles.
89. Flores circumdati (‘rodeado
por flores’). Clemente XI (1700 – 1721) era amante de las artes y las letras,
para las que estaba muy dotado, y gustaba verse rodeado de literatos y
artistas. No resulta una explicación demasiado convincente. Acuñó una medalla
con su lema.
90. De bona religione (‘sobre la
buena religión’). No parece que haya habido Papas “de mala religión”; si acaso
irreverentes o malos para la religión. Tampoco en esta época florece ninguna
herejía. Dicen algunos biógrafos que Inocencio XIII (1721 – 1724) era persona
bondadosa, pero se intenta justificar el lema aduciendo la persecución a los jansenistas,
lo que no es lógico, pues fue Clemente XI quien los condenó, después de haber
sido aceptados durante mucho tiempo, y casi los exterminó. Frente a la rigidez
e incluso crueldad que los jansenistas (y protestantes) criticaban del
catolicismo romano (y que la Inquisición se encargaba de reafirmar),
consecuencia de la interpretación de que Dios imponía pruebas y castigos sin
ayudar a sus fieles a superarlos (lo contrario es la predestinación: Dios
decide quién debe recibir ayuda suficiente, es decir, gracia, y quién no), este
Papa predicó su dulzura.
91. Milles in bello (‘soldado en
la guerra’). Benedicto XIII (1724 – 1730) repite el ordinal del antipapa Luna,
confirmando la ilegitimidad de éste, que había sido apoyado por los reyes de
Francia y España. Estas dos naciones volvían a estar coaligadas, en estas
fechas, por pactos de familia, al ser sus reyes borbones. No volverá a
repetirse el ordinal de un antipapa hasta Juan XXIII. Benedicto XIII se
enfrentó a los independentistas galicanos, pero esto no parece justificar el
lema ni por asomo.
92. Columna excelsa (‘columna
excelsa’). Clemente XII (1730 – 1740), obispo de Colonna (en italiano Columna),
fue un gran impulsor de la arquitectura, ordenando construir su tumba en San
Juan de Letrán con cuatro esbeltas columnas. Consiguió la sumisión del
arzobisno de París y de todos los demás prelados jansenistas. Publicó la encíclica
“In eminente” contra la masonería. Tampoco parece que sea un gran acierto este
lema.
93. Animal rurale (‘animal rural’,
del campo). Benedicto XIV (1740 – 1759) dejó 16 volúmenes escritos sobre
doctrina. ¿Significará este lema que trabajó como un animal, aunque fuera en su
despacho o dictanto? Hay quien
interpreta que lo de animal va por el engrandecimiento de Rusia, la expansión
de la masonería o de los “filósofos impíos” (los enciclo-pedistas). También
podría aplicarse a la inmoralidad de la vida de Versalles o al expansionismo de
Federico II de Prusia, pero en ningún caso sería significativo.
94. Rosa Umbriae (‘rosa de Umbría’).
Carlo della Torre di Rezzonico fue gobernador de la Umbría[RRL2] , y en
su escudo campea una rosa. Además, “rezzo” parece significar ‘umbría’ en italiano[RRL3] . Fue
coronado como Clemente XIII (1758 – 1769).
95. Ursus velox (‘oso veloz’).
Otro lema sin explicación es el de Clemente XIV (1769 – 1774). ¿Se deberá a la
expansión de Rusia o al de la masonería? Este Papa decreta la supresión de la
Compañía de Jesús.
96. Peregrinus apostolicus (‘peregrino
apostólico’). Hacía siglos que los Papas no salían de Italia cuando Pío VI
(1775 – 1799) viaja a Viena para negociar con José II el problema del jurisdiccionalismo.
Se trataba de una reproducción del dilema galicanismo/ultramontanismo, que
volvería a repetirse cada vez que el nacionalismo o los intereses de Estado entrasen
en contradicción con los mandatos papales, y sólo se superó cuando el Vaticano
terminó aceptando la efectiva separación Iglesia/Estado, aunque vuelve a reproducirse
en situaciones concretas donde mantiene parcelas específicas de poder y, por
tanto, en peligro de perderlas. Es el caso del derecho de familia (matrimonio
civil, divorcio, aborto, etc.) o el de los privilegios de los centros
educativos religiosos. Este viaje, que al parecer realizó con escaso equipaje,
resultó un fracaso en sus objetivos políticos. Condenó la constitución civil
del clero francés tras la revolución (1791), lo que fue aprovechado por los revolucionarios
como justificación para la expansión del liberalismo: los Estados Pontificios
fueron invadidos, proclamándose repúblicas. Esto supuso un antecedente para la
unificación italiana. El Papa, hecho prisionero, fue confinado en Siena.
Trasladado a Florencia y a Valence (Francia) muere, al parecer por las
penalidades del viaje. En 1802 sus restos fueron trasladados a Roma. Resulta
evidente que fue un viajero, un peregrino, incluso después de muerto. Menos
claro parece el motivo apostólico. Acuñó una medalla con su lema. ¿No era más
importante para la Humanidad ,
incluso para los católicos, la Revolución Francesa, como fruto de los intentos
democratizadores o de separación entre Iglesia y Estado? ¿No sería más lógico
que la profecía no pasara por alto este hecho tan trascendental?
97. Aquila rapax (‘águila rapaz’).
Pío VII (1800 – 1823), sin atender a lo ocurrido a su antecesor, pacta con
Napoleón un Concordato, a cambio del cual accede a coronarlo Emperador. No
obstante, éste invade Roma, anexiona los Reinos Pontificios (con gran júbilo de
sus súbditos), cuyas repúblicas habían sido conquistadas por las tropas del
Papa, y disuelve la Inquisición. Éste lo excomulga, por lo que Napoleón lo encarcela
en Savona, trasladándolo posteriormente a Fontenebleau y de nuevo a Savona, liberándolo
en 1814 en un intento conciliador frente al avance de los aliados hacia París.
El Congreso de Viena, acaudillado por Metternich, devuelve al Papa sus
posesiones. En demostración de benevolencia acoge a la familia de Napoleón en
sus Estados (el hijo del Emperador había sido nombrado Rey de Roma por su
padre, título que tradicionalmente habían utilizado los Emperadores germánicos),
pero al mismo tiempo, con esta medida
daba estabilidad a la nueva monarquía francesa y a las coronas austríacas (María
Luisa, esposa de Napoleón, podía aspirar a la doble corona del águila bicéfala,
Austria-Hungría, aunque había sido desheredada por su padre al casarse sin su
autorización con su mayordomo) al aislar a los bonapartistas de los herederos dinásticos.
Reinstauró la Inquisición y firmó importantes Concordatos con varias naciones,
1ógicos tras el precedente napoleónico. A partir de ahora todos los gobiernos
reaccionarios buscarán el apoyo papal ofreciendo la negociación de Concordatos.
Mediante ellos se trata de consolidar los privilegios eclesiásticos, pero, al
entrar en la vía de la negociación, se acepta la filosofía de la separación de
poderes (imposible mientras se aceptó que, tanto el poder real como el papal,
provenían de Dios y no de sus súbditos, en lo que se había insistido durante
siglos) y la supremacía del poder civil en las materias “no religiosas”, es
decir, las no incluidas en los Concordatos. El poeta Rostand llamó a Napoleón l’Aiglon, ‘el aguilucho’, y el águila
era el símbolo imperial desde Roma,
pasando por el Sacro Imperio y Austria.
98. Canis et coluber (‘perro y
serpiente’). Annibale della Genga, de ideas muy conservadoras, fue coronado
como León XII (1827 – 1829), luchó contra el liberalismo y las sociedades
secretas, y devolvió el Colegio Romano a los jesuitas, creando nuevas cátedras:
Elocuencia, Física y Química (esto es reconocer que el curso de los tiempos es
imparable, pues antes se pensaba que tales disciplinas eran contrarias a la
tradición de las Universidades). Firmó nuevos Concordatos con Prusia, Holanda y
Suiza, paises tradicionalmente antipapistas, que iniciaban la tolerancia
religiosa a cambio de que el Papa se abstuviera de inmiscuirse en sus
decisiones políticas. Acepta la independencia de las colonias sudamericanas
antes de perder su influencia sobre ellas, lo que significaba justificar los
procesos revolucionarios, al menos en algunos casos.
99. Vir religiosus (varón religioso).
Pío VIII (1829 – 1830) parece que fue un hombre piadoso, aunque sin destacase
por ello. Publicó una Encíclica contra la indiferencia religiosa.
100.De Balneis Etruriae (‘sobre Balnes de Etruria’). Gregorio XVI (1831 – 1841) perteneció a la orden
camalduense, cuya casa matriz estaba en Balnes, Toscana, antigua Etruria.
Cualquier referencia a los masones habría estado más justificada en este papado
y en el siguiente que en ningún otro.
101.Crux de cruce (‘cruz sobre la
cruz’). Pío IX (1846 – 1878) tuvo que asistir a la violenta erupción de
partidos políticos y a la expansión del liberalismo y nacionalismos. Tras
múltiples intentos frustrados, por toda Europa surgen Parlamentos y
Constituciones. Tras el intento de la Confederación del Rhin (Rheinbund), por la que
Napoleón prácticamente se anexionaba gran parte del antiguo Sacro Imperío,
Vetternich propugna la “Gran Alemania” (Deutsche Grösse) como confederación (Deutscher
Bund) bajo hegemonía austríaca, pero Prusia no podía estar de acuerdo. Por
ello, lanza la idea de la “Pequeña Alemania” bajo su égira. Como no había
motivos para la guerra, concierta con Austria una alianza para controlar el
problema dinástico de los ducados de Dinamarca, produciéndose las deseadas
fricciones que llevan a la guerra. Austria invade Prusia, pero ésta, utilizando
el magnífico trazado de ferrocarril, envuelve a los austriacos, derrotándolos
en Sadowa. Francia exige seguridades y, mediante la conocida manipulación del telegrama,
que transforma en un ultimatum, Bismark consigue la guerra con Francia, que
derrota en Sedán, proclamándose el II Reich. Por su parte, el II Imperio
francés dará paso a la III República tras la revolución de los comunardos de
París. En Italia Garibaldi y Vittorio Enmanuelle II (cuyo escudo era la cruz de
doble brazo de Saboya, que traspasará a la bandera italiana) confluyen en la unificación,
derrotando al reino borbónico de Nápoles, a los reinos pontificios y a los
austríacos. Pío IX, quizá debido a sus derrotas, consigue recuperar el
prestigio espiritual, de forma que las peregrinaciones a Roma alcanzaron
proporciones nunca vistas. En 1854 proclamó como dogma de fe la pura e inmaculada
concepción de la Virgen María ,
quizás para con-seguir el apoyo de España contra los garibaldinos, pues la Inquisición Española
(disuelta por insurrección popular en 1834) había condenado a la hoguera, desde
tres siglos antes, a innumerables personas que, en medio de tormento, no supieron
contestar adecuadamente a un interrogatorio sobre tal punto. Publica el
Syllabus, visceralmente antiliberal. Al aproximarse los garibaldinos a Roma
convoca al cuerpo social de la
Iglesia , al que se ignoraba desde hacía siglos, a un nuevo
Concilio, en el que se condena el racionalismo y el materialismo,
enfrentándoles la fe y la revelación expresada en los textos bíblicos (con
peligrosas incursiones en la historia, la astronomía y la geología, que el Concilio
Vaticano II tuvo que corregir) y se proclama el dogma de fe de la infalibilidad
del Papa. Esta jugada maestra colocaba a todos los católicos bajo la autoridad
directa del Papa, es decir, el ultramontanismo en Concilio, lo que se confirma
con la condena del galicanismo. Cuando los nacionalistas asedian el Vaticano,
bombardeándolo, el Concilio se aplaza “sine die”, por lo que podría decirse que
el Vaticano II fue la clausura del I, formalmente no concluido. Gracias a la intermediación
de Napoleón III (masón y carbonario), se levanta el asedio y se permite al Papa
mantener sus posesiones vaticanas. El gobierno nacional promulga una Ley de
Garantías en la que se le concede la soberanía sobre el Vaticano, que rechaza
pensando que una coalición de paises católicos le recuperaría sus territorios. Sin
embargo, Austria tenía suficientes problemas con el independentismo húngaro,
tras sus derrotas por Prusia, Francia y los piamonteses; en Francia, Napoleón
III había sido derrotado por el II Reich, proclamándose la III República; y en
España se proclamaba la I.
Este Papa fundó en 1850 la publicación Civiltà Cattollica, órgano oficioso del Vaticano, desde la que se
insistió sobre lo bien que encajaba su lema profético con sus vivencias.
102.Lumen in coelo (‘luz en el
cielo’). Se dice que a la muerte de Pío IX se especuló mucho con el lema. Pues
bien, el elegido, que tomó el nombre de León XIII (1878 – 1902), tenía tenía un
cometa en su escudo de armas. Estudió en los Jesuitas y, muy joven, fue administrativo
de la Curia, lo que le dió conocimiento de la política vaticana. Fue Nuncio en
Bruselas, donde participó en la lucha por la libertad de enseñanza, y viajó a
París y Londres, todo lo cual le dió una clara visión de lo inadecuado del
ultramontanismo en su época. Como cardenal camarlengo aconsejó a su predecesor
en el último año de su vida, sustituyéndole hasta su coronación. Continuó la
política de suplir el perdido poder territorial con prestigio espiritual, que
elevó al máximo. Restauró, por ejemplo, la doctrina de Santo Tomás, pero fue en
el terreno político donde se produjo el giro más significativo: reconoció que
el Antiguo Régimen estaba irreversiblemente derrotado y que todo esfuerzo por
volver a él era derrochar medios, tiempo y prestigio. La burguesía era el nuevo
poder con el que se debía pactar, y la clase obrera organizada emergente el
nuevo peligro común. De esta forma, se dejó de atacar en las Encíclicas papales
el liberalismo y la democracia. Progresivamente, el Vaticano se fue dirigiendo
contra el socialismo, defendiendo el derecho a la propiedad privada (lo que
significaba implícitamente aceptar las desarmortizaciones y el fin del feudalismo,
a lo que antes la Iglesia
se había opuesto), aunque también se reconocía el derecho a un salario justo (política
intermedia que en Alemania había iniciado Bismarck) y a constituir Sindicatos –el
asociacionismo era un derecho liberal que los propios liberales habían negado
cuando se dirigió contra ellos, por oponerse al precio real de las cosas–. Recomendó a los católicos franceses que cesaran
en sus ataques a la III
República , que consideró infructuosos. Estos cambios fueron demasiado
bruscos en la política papal como para que fuesen comprendidos por la
aristocracia –ni por la alta burguesía–. Ninguna de ambas clases podía aceptar
el fin de los privilegios otorgados por el II Imperio bonapartista, por lo que
no fue escuchado. Estableció la moral cristiana en el derecho y la justicia
civiles, lo que suponía una vía intermedia entre las tesis unilaterales: las
liberales basaban la legislación y la justicia en la soberanía popular,
gestionada por sus representantes, y las ultramontanas en la voluntad divina,
ejecutada por sus elegidos, el Papa y los reyes. En Alemania Bismarck consiguió
incrementar su base social (que incluía al Partido del Imperio[RRL4] –anteriormente denominado Conservador
Libre–, grandes terratenientes e industriales), aglutinando finalmente al resto
del empresariado. Aun así, el peligro del crecimiento del voto hacia el Partido
Socialdemócrata Alemán y el Partido de Centro Católico (Zentrum) fundado para
oponerse al liberalismo y a los protestantes, era evidente, por lo que
desarrolló una política que se atrajese a estos sectores del electorado,
atajando el crecimiento de ambos partidos. Esta fue la Kulturkampf (‘lucha de la cultura’, en la que se inspiró Hitler
para escribir “su lucha”, así como también le “robó” la idea de la Gran Alemania , que
ya vimos anteriormente), por la que se atacaba como “antialemanes”
(antecedente de la política de represión del macartysmo) cualquier idea de corte
internacionalista, ya fuera socialista o católica. El “socialismo nacional” o
nacionalsocialismo, en cambio, nacería sólo dos décadas más tarde como la gran
“respuesta”. Tanto socialistas como católicos reaccionaron con violencia a las
medidas autoritarias de Bismarck, utilizando el Zentrum y los mismos derechos
liberales que habían atacado, para incrementar su oposición inicial al régimen,
incrementando el número de votos, e incluso el apoyo moral de los protestantes,
pues consideraron que se atacaba la religiosidad. Al mismo tiempo la represión
a los socialistas tambien incrementaba sus votos, que llegaría a ser el partido
más votado dos años antes de la I Guerra Mundial, lo que no significaba que
formase gobierno, pues en Alemania éste lo formaba el Jefe del Estado, como si
fuese un equipo de asesores, y el Canciller podía vetar las leyes
parlamentarias, lo que condujo al levantamiento armado del Partido Comunista de
Rosa Luxemburg, cuando los socialdemócratas aceptan tales normas para la
naciente República de Weimar (1919 – 1933), pues significaba concentrar el
poder en el Presidente y anular las posibilidades de acceso al Gobierno
mediante el crecimiento electoral. De cualquier modo, la amenaza sindical y el prestigio
del régimen obligaron a Bismarck a pactar con el Papa, en 1879, el fin de la
represión contra católicos, la colaboración del Zentrum en la política
conservadora del Canciller y la represión del socialismo, prohibiendo el
Partido Socialdemócrata y los sindicatos (que posteriormete hubo de legalizar
cuando se demostró lo negativo de tales medidas), aunque con válvulas de escape
paternalistas: seguro obligatorio de enfermedad, vejez y accidentes, exigencias
socialistas que se hacían realidad por primera vez en el mundo, y que los
anteriores socios conservadores no podían admitir. A cambio se reautorizó la Compañía
de Jesús, se reabrieron los seminarios y se anuló la Ley del matrimonio civil. Es
decir, todo un antecedente de la política de la democracia cristiana hasta los años sesenta. Consciente del poder
que le otorgaba tal alianza, Bismarck encomendó al Papa el arbitraje en el
conflicto, provocado por él, con España, por las Islas Carolinas. El Papa
decidió a favor del Reich. Durante el reinado de León XIII el cometa Brooks,
que tiene un periplo de 7 años, apareció acompañado de 4 fragmentos en forma de
satélites, pero este cometa no es especialmente luminoso. En vida del Papa se
publica un biografía del mismo, indudablemente con autorización pontificia –pues
de lo contrario se corre el riesgo de que la Congregación para la Propaganda de la Fe , Propaganda Fide, heredera de la organización inquisitorial, lo
incluya en su Índice de Libros Prohibidos– que incluye un capítulo titulado Lumen in coelo.
103.Ignis ardens (‘pueblo ardiente’).
Pío X (1902 – 1914) es el último Papa canonizado hasta la fecha. En 1905 se
declara un violento incendio en San Francisco, pero la causa fue el célebre
terremoto, que debiera ser lo profetizado. En 1913 Einstein ultima su Teoría
General de la Relatividad (del espacio y el tiempo, necesaria para mantener como
inmutable la ley newtoniana de la energía cinética, modificada añadiéndole el
sumando de la energía potencial encerrada en el átomo –mc2– como la
de la fuerza y la acelaración, por lo que en puridad, debería llamarse Ley de la Estabilidad General
de la Física en cualquier espacio y tiempo considerado) de la que se derivaría
la construcción de las bombas atómicas. Murió 16 días después de iniciada la I
Guerra Mundial, que en aquellos momentos apenas había traspasado la fase de movimiento
de tropas, que se dice profetizó, así como la proximidad de su muerte –“¡Qué guerra
más desdichada y abominable! ¡Me va a matar!”–. Teniendo en cuenta que murió
con 79 años de edad, no resulta difícil que notara los efectos de la decadencia
física que le hicieran presagiar su muerte.
Tampoco era difícil preveer la guerra.
Metternich se trazó el objetivo de aislar políticamente a Francia, manteniendo
lazos diplomáticos en tal sentido con todas las demás potencias europeas. La
Prusia emergente necesitaba establecer distancias para su proyecto pangermánico
limitado: se aleja de Austria y pacta con Francia. Tras la derrota austro-húngara,
la doble corona se acerca a Francia para protergerse de Prusia, escarmentada
por la falta de apoyo inglés, mientras éstos, no queriendo implicarse en una
guerra continental frente a la victoriosa Prusia, se alejan de la derrotada y
pactan con ella (pactos entrecruzados). La derrota de Napoleón III y las unificaciones
de Alemania e Italia hacen reconsiderar a Austria su posición, por lo que pacta
con el Reich y Rusia, intentando repartirse los Balcanes. Inglaterra, con el
objetivo de apoderarse de trozos del decadente Imperio Otomano (lo conseguirá
con Chipre, parcialmente con Grecia, teóricamente nación soberana, y más tarde
en Siria), se ve desairada y rompe sus pactos con Alemania. Disraeli dirá: “El
Imperio Británico no tiene aliados permanentes, sólo intereses permanentes”.
Por otra parte la tardía expansión colonialista de Alemania (“buscar un lugar
bajo el sol”; Hitler lo denominará “necesidad de espacio vital”) choca con los
intereses británicos. El avance ruso hacia la In dia, la creación del estado-tapón de
Afganistán (atajo de tribus semisalvajes en contínuas guerras internas, pero
aliadas de Gran Bretaña), la construcción del ferrocarril transiberiano y la
invasión rusa de Manchuria hacen temer un enfrentamiento en Asia. El
modernizado Japón Meijí aprovecha la oportunidad que se le brinda (además de
avanzar posiciones para el asalto a Corea y Manchuria) consiguiendo en 1902 un
Pacto con el Reino Unido. Francia comprende que no puede seguir aislada y también
aprovecha la ocasión para iniciar con los británicos una Entente cordiale en 1904. En ese año Japón ataca, sin aviso previo,
Port Arthur, aniquilando la flota rusa del Pacífico con sus lanchas torpederas.
Rusia envia la flota del Báltico, pero la flota japonesa, alertada por sus
servicios de espionaje, la esperaba en los estrechos de Filipinas, donde la
hunde utilizando una técnica nueva: disparar a larga distancia, de frente, sin
posibilidad de réplica, con los cañones de grueso calibre de las torretas de
proa.
El Imperio Británico se sobresalta:
toda su teoría de combate en alta mar con los cañones de borda (artillería secundaria,
de menor calibre y alcance, pero mayor precisión) se viene abajo. A toda prisa
la Roval Navy
proyecta un nuevo acorazado, el Dreadnought,
sin artillería secundaria y con 5 torretas dobles de calibre grueso, frente a
las dos tradicionales, que, además, disparan en elevación, a larga distancia: 28 kilómetros . Se
bota en el tiempo record de 2 años, dejando instantáneamente anticuadas todas
las flotas, incluida la suya propia, algo que no se había previsto. Alemania reacciona
de inmediato alterando, sobre los diques, los proyectos en marcha. Dado que
todos los buques anteriores eran considerados inútiles, en 1911 el Reich había
igualado su flota principal de combate con el Imperio Británico, algo imprevisible
cinco años antes, cuando el Reino Unido la duplicaba: una demostración más de cómo
un avance en tecnología militar puede volverse contra sus iniciadores (actualmente
tenemos una prueba en el creciente desequilibrio en armas atómicas; quizás
próximamente con la “guerra de las galaxias”, si sobrevivimos). En 1912 Gran Bretaña
reacciona aprobando un grandioso plan naval que duplicaría su flota: a partir
de entonces Alemania sabe que sólo cuenta con unos 4 años para aprovechar la
irrepetible oportunidad histórica de derrotar al Imperio Naval en su elemento. En
1904 había surgido otro tensión: un acuerdo entre España y Francia para repartirse
Marruecos. Los alemanes se oponen enérgicamente, por lo que el Reino Unido convoca
la conferencia de Algeciras y entrega la mayor y más rica parte del Magreb a
Francia, con los votos de Estados Unidos, España (que percibe en compensación
la parte montañosa y levantisca de Marruecos, como “colonia-tapón” para evitar
los roces de Francia con Gibraltar) e Italia (que recibe secretamente Libia,
como tapón entre las dos grandes potencias africanas, y a cambio de romper su
alianza con los imperios centroeuropeos, iniciando la “Triple Entente”).
Descontentos con el acuerdo, los alemanes llevan sus cañoneras a Agadir en 1911
(“para defender la soberana del sultán de Marruecos”), de donde no salen hasta
que, tras temerse una guerra inminente, se le entregue Togo y Camerún (olvidándose,
entonces, de la “soberanía” del sultán). Mientras tanto, el Imperio Turco ha
estallado. Ante la imposibilidad de la conquista directa –por el equilibrio de
poderes– Austria, Rusia y el Reino Unido han troceado los Balcanes en Estados
semi-vasallos. Italia declara sus intenciones anexionistas en Croacia, Albania
y el Egeo, a lo que Austria se opone, aumentando sus divergencias, y se
anticipa anexionándose el protectorado de Bosnia-Herzegovina en l907, lo que origina
la explosión terrorista de los nacionalismos independentistas, que prenderían
la mecha con el asesinato de Sarajevo. Los pequeños paises, con la oposición de
las potencias, que deseaban mantener la estabilidad en la zona, acuerdan,
tratados para su seguridad recíproca, frente al inminente peligro austríaco, lo
que les hará sentirse fuertes como para acabar con las posesiones turcas en
Europa, en 1912. El resultado de la guerra favorece los intereses rusos y
refuerza el nacionalismo independentista de polacos, checos y húngaros. La
única solución parece ser la invasión de Serbia y Montenegro, para restablecer
el “orden”, a lo que colaborarían Bulgaria y Turquía. En estas perspectivas
Serbia pacta con Rusia y ésta con Rumania, Francia y Gran Bretaña. En tal
situación, maniatadas las potencias para intervenir directamente, se produce la
“segunda” guerra de los Balcanes, en 1913, con claro triunfo serbio. La guerra
estaba servida. Para preveerla sólo se necesitaba la información adecuada. Sin
embargo, la posible alusión de este lema a la I Guerra Mundial, no está
jusfícada para este papado, ya que sólo conoció los primeros lances:
movilización de tropas, algunas cargas y contracargas de caballería y las
inmensas columnas de infantería convergiendo sobre Polonia y la invasión de la
neutral Bélgica. La primera gran batalla, definitiva para el frente del Este,
fue la de Tannemberg. Más claro quedaría si se refiriese a Pío XII, testigo de
las primeras experiencias nucleares, y los bombardeos de ciudades con bombas
incendiarias.
104.Religio depopulata (Religión despoblada).
Benedicto XV (1914 – 1922) sí conoció todos los desastres de esta guerra, con
sus 30 millones de muertos. Sin embargo, el número de víctimas fue muy superior
en la II guerra mundial,
incluso excluyendo la guerra en el Pacífico (¡curiosa contradicción!: guerra en
el Pacífico) y no fue profetizada. Igualmente podría referirse a la crudelísima
Guerra de los 30 años, donde algunas zonas (Palatinado, Wurtenberg, Brandenburgo
y Pomerania, entre otras) perdieron el 50% de su población, en gran parte por
migraciones más o menos forzosas. También podría aplicarse a cualquiera de las
muchas pestes que asolaron la urbanizada Europa. Además, ¿por qué referirse a la
religión en vez de a naciones? Si se alude a la pérdida de fe, también se
“profetiza” con retraso. Es un fenómeno que acompaña toda la industrialización
y al traslado poblacional del campo a la ciudad. Así ocurrió en los siglos
XVIII, XIX y XX. Incluso aconteció durante el franquismo (tanto en la posguerra
como en la etapa opus-desarrollista), sin que durante este papado se produzca
una aceleración especial (ni siquiera por la Revolución Soviética, cuya influencia
en la religiosidad es totalmente comparable a cualquier desarrollo industrial,
considerando lo vertiginoso de su transformación en los primeros planes
quinquenales). Si se interpreta, incorrectamente, que religio es catolicismo, estaría igualmente explicado si se aplicase
a la ruptura con la Iglesia cristiana de Oriente (Ortodoxa o ‘auténtica’), o
con la erupción de las Iglesias Reformadas, Sólo parcialmente compensada con el
bautismo forzoso de los indios americanos, de población escasa y diezmada por
las guerras de conquista, las campañas de apresamiento de “encomendados”
(especie de servidumbre o esclavitud, con la justificación de su encomienda
para la instrucción y conversión, que les subordinaba al hacendado, empresa
minera u orden religiosa que pagara el canon correspondiente), las epidemias
llevadas por los europeos, la destrucción de canales de riego, terrazas de
cultivos y caminos comerciales (para evitar cualquier reorganización que opusiera
resistencia a la conquista), la huida de los índigenas a montañas y desiertos,
y la represión contra la resistencia religiosa.
105.Fides intrepida (‘fe intrépida’).
Achille Ratti era famoso alpinista mucho antes de ser coronado como Pío XI (1922
–1939). La Gran Guerra
había revolucionado el continente: se proclamaron 12 Repúblicas, nuevas o
renovadas Constituciones, los sistemas decimonónicos burgueses o “democracias
censitarias” (sólo tenían derecho a voto los que pagaban cierta cuantía de
impuestos, según listas de censos fiscales) se sustituyen por “democracias
populares” (cada hombre un voto y sólo uno, lo que hasta hace muy pocos años no
se cumplía en Irlanda del Norte, pues los universitarios que poseían dos casas o
más, tenían varios votos), incluso se admite el voto de las mujeres (excepto en
Luxemburgo, a pesar de ser miembro del Mercado Común y de la OTAN, que dice
defender la democracia) y se consolidan los partidos políticos de masas (salvo
en Estados Unidos, donde pervive el sistema arcaico de los grupos de notables y
promotores de candidatos, sin estructura estable ni ideología diferenciada:
sólo dinero a cambio de promesas de leyes favorables para los promotores). Aún
así, no puede evitarse la “contaminación de la revolución socialista”: por la Constitución de 1921
la Российская Советская Федеративная
Социалистическая Республика –‘República Asamblearia (“Sovietika”) Federal
Socialista’– se define como “la Patria de los trabajadores”. Para evitar su
expansión, repitiendo la estrategia practicada frente a la Revolución Francesa,
el Reino Unido decreta el bloqueo económico, un nuevo “cordón sanitario”. Se
cierran fronteras: se prohibe el comercio (sobre todo de prensa y libros), los
viajes y la emigración. Mientras, se fomenta la guerra civil, armaando y
financiando a los contrarrevolucionarios. Cuando todo ello choca contra el
entusiasmo popular, fracasando, norteamericanos, japoneses, ingleses,
franceses, polacos, ucranianos, finlandeses, letones, estonios, lituanos (buen
pago a la liberación del Imperio zarista debida a la Ley de las Autonomías y del
derecho de autodeterminación de los pueblos, de Lenin), austríacos, checos, húngaros,
rumanos y búlgaros, invaden la R.F .S.S.
de Rusia. Como ocurrió en Francia, el ejército popular los derrota
sucesivamente. uno tras otro, pero igualmente el caos económico es inmenso: penalidades,
hambre y escasez de viviendas, carbón y leña. También se expanden los
radicalismos, la anarquía, el terror, igual que en Francia, lo que se usa como
propagada antibolchevique, como se hizo contra los liberales franceses. Aun así,
la revolución se expande, como ocurrió durante el siglo XIX. Las concesiones no
dan resultado y las democracias populares se demuestran propicias para la toma
del poder de los trabajadores y sus organizaciones. En Alemania se aprueba una
Constitución presidencialista que es copia de la imperial: se sustituye al
Kaiser por un Presidente socialdemócrata mediante pacto con las jerarquías militares,
garantizando que no habría cambios revolucionarios. Los marineros de Kiel se constituyen
en soviet y se sublevan, igual que el
Partido Comunista en Berlín. El ejército da cuenta de ellos, fusilando sin
juicio a sus dirigentes, con lo que demuestra quién es el verdadero dueño de la
situación. Como réplica se proclama la República Soviética de Baviera, que resistirá meses
al ejército, hasta su conquista, sufriendo una cruel represión. En este mismo año,
1919, se produce el experimento revolucionario en Hungría, cuyo fracaso acarreará
un gobierno ultraconservador. En Italia los trabajadores exigen el “reparto”
del botín de guerra, en función de los sacrificios empeñados, mediante una
subida generalizada de salarios, lo que acarrea una oleada de numerosísimas
huelgas. Para acabar con ellas, la gran patronal, Confindustria, contrata los servicios
del antiguo agitador socialista, pasado a las filas del extremo nacionalismo
durante la guerra –por desacuerdo con la política neutralista del P.S.I.–
Benito Mussolini, que utiliza los excombatientes enrolados en Fasci italiani di combatimmento (algo así
como ‘combatientes italianos escogidos’) para organizar squadre d'azione, que asesinan a los dirigentes sindicales y
destruyen los locales y periódicos de las organizaciones proletarias, contratando
para ello obreros en paro, con lo que su crecimiento se vuelve tan rápido como
el recrudecimiento de la crisis económica de la posguerra. En 1922 la revolución
nacionalista de Turquía desemboca en dictadura. El misno año de la elección del
pontífice, Mussolini envía la
Marcha de las Camisas Negras sobre Roma, con el beneplácito
del Rey y del Papa, para “acabar con el desorden y la anarquía que los
liberales no pueden evitar”. De toda Italia salen camiones y trenes con
milicianos fascistas provistos de fusiles y granadas, conservadas como “recuerdos”
por los excombatientes. El Gobierno ordena la intervención del ejército y declara
el estado de sitio, pero el Rey se niega a firmar la declaración, y el ejército
a enfrentarse a unos “patriotas”, por lo que dimite. A partir de ese momento se
produce un cambio del curso de la historia. El Rey nombra Presidente del
Gobierno a Mussolini, lo que parecía inconcebible dado el estrepitoso fracaso
cosechado en las elecciones de 1919, formando gabinete con sólo otros dos
fascistas (Interior y Exteriores), dos militares, tres de la Democracia Social,
dos populares (partido formado por el sacerdote Luigi Sturzo, futura Democracia
Cristiana), un nacionalista, un liberal y un independiente. En 1923 se producen
el golpe de Estado del General Primo de Rivera (el Mussolini español, le denominó Alfonso XIII) y el levantamiento
comunista y campesino de Bulgaria, con la consiguiente guerra civil. En 1925 se
proclama la dictadura en Albania y en 1926, en Portugal, Grecia, Polonia y
Lituania. En 1927 fracasa un levantamiento socialista en Austria, con lo que el
Gobierno conservador se convierte en auténtica dictadura. En l929 se instaura
la dictadura en Yugoeslavia. España, contracorriente, acaba con Primo de Rivera
y sus sucesores, el general Berenguer y el almirante Aznar, proclamando la II
República en 1931. Su Constitución servirá de modelo para otras repúblicas de
posguerra, siendo el más avanzado de democracia de su época. En al-gunas
cuestiones supera a la vigente hoy. En 1933, con minoría parlamentaria pero el
apoyo del Zentrum católico, los liberales y las grandes empresas y finanzas,
Hitler es designado Canciller, tras vencer la oposición inicial del Presidente,
General Hindenburg, por la presión de los empresarios. Se incendia el Reichstag,
se prohibe el Partido Comunista, posteriorteriormente el Socialdemócrata y los
demás (salvo el Zentrum, por negociación con el Papa), disolviéndose finalmente
la derecha. Una parte se incorpora al Partido Nazi y el resto desaparece de la
escena política. Cuando, en el mes de agosto, muere de un ataque cardíaco el
Presidente, se suprime el cargo, sustituido por el de Führer-Kanzller (Jefe, Caudillo y Canciller), limitándose el Reichstag,
con uniforme nazi, a escuchar el discurso de reelección y aclamarlo, cada cuatro
años. En 1934 se proclaman dictaduras en Estonia y Letonia. En 1936 se inicia
la guerra civil española con el golpe de Estado del General Mola, en la que el
bando rebelde recibe el apoyo de Hitler y el Papa, concluyendo en la dictadura
del General Franco. En 1938 se establece la dictadura en Rumanía. Austria y Checoslovaquia
son anexionadas por el III Reich. Además, bajo las apariencias parlamentarias
existían dictaduras encubiertas en otros países. Por ejemplo, en 1930 el
general Piłsudski dió un Golpe de Estado en Polonia. Publicó sucesivas constituciones
que, aunque no prohibían los partidos políticos, hacían imposible su llegada al
poder, recortaban los derechos obreros y se reprimió con crudeza las huelgas.
En Finlandia, gobernaría un partido de corte fascista; en Irlanda,
nacionalistas; en Suecia, conservadores simpatizantes del nazismo; en Noruega y
Francia éstos se encuentran en la oposición, pero son muy numerosos. Tras la
caída del gobierno socialista del Frente Popular francés, la derechización es
notoria, propugnándose la colaboración con Hitler, que realizará el mariscal Petain.
Mientras, en Gran Bretaña, los conservadores llevan al poder a Chamberlain,
casado con una hija de Richard Wagner, el compositor ultranacionalista,
admirado por Hitler. Influenciado por su esposa, consideraba lógicas las aspiraciones
expansionistas alemanas: la Grösse
Deutsche del III Reich. Es decir, hace 50 años Europa estaba como hoy Sudamérica
o África. Esperemos que un recrudecimiento de la crisis no haga retroceder la
Historia.
La Iglesia no podía ser ajena –y no
lo era– a estos acontecimientos. Bajo una apariencia de uniformidad, se podían
distinguir tres sectores claramente diferenciados. El mayoritario, en el que se
integraba la Curia
romana, veía a Mussolini como un salvador frente el marxismo, y no se recataba
de saludar brazo en alto. Un sector minoritario, pero de relativa influencia, dada
la aureola de intelectualidad de sus líderes (el cardenal Pacelli y el
sacerdote Montini), advertía los peli-gros de jugarlo todo a una carta,
insistiendo en la necesidad de no comprometerse, para que la Iglesia no se viera sorprendida
en los avatares de la historia. El más minoritario y radical de todos estaba encabezado
por el cardenal Roncalli, y defendía la democracia como el único sistema justo
de gobierno y la necesidad de un compromiso de la Iglesia con los más
necesitados, los más débiles, la defensa de los derechos del hombre y los
pueblos (por ejemplo, el autogobienro), las mejoras sociales y la dignidad. Mussolini
sabía que con su antiguo Partido del Fascio no podía conseguir el poder absoluto
al que aspiraba. Para consolidar la simpatía de la Iglesia ordena el uso obligatorio
del crucifijo en los juzgados y la enseñanza obligatoria de la religión católica
en todas las escuelas, con lo que consigue el apoyo del Partido Popular (fundado
por Acción Católica y el sacerdote don Sturzo, verdadero partido del Papa) para
la nueva Ley Electoral, que otorgaba el 75% de los escaños a la lista que
obtuviera el 25% de los votos, así como la integración de gran parte de dicho partido
en una lista conjunta con fascistas y liberales (il listone), gracias a lo cual Mussolini pudo contar, con mayor o
menor compromiso, con el 52% de los escaños. El socialista Matteoti denunció
los abusos, violencias y asesinatos contra la oposicición, a consecuencia de lo
cual es asesinado. El Partido Comunista propone una huelga general como
protesta, mientras populistas, socialistas y liberales deciden una “huelga
parlamentaria” hasta que se descubra a las asesinos del diputado. Il Duce (‘Duque’, Caudillo o Jefe; a
imitación del Dux de la República Veneciana, apodo más prestigioso que el
anterior de il capo, de resonancias
mafiosas) reacciona acusando del crimen a los judíos y los masones, encarcelando
a los comunistas y disolviendo a los Sindicatos y Partidos políticos, menos el
suyo y anulando las actas de diputados en “huelga” o en la cárcel. La mayor
parte de los miembros del Partido Popular se integran en el Fascio. Otros se
retiraron de la política, pero el ejército de ocupación americano les dió
alcaldías, junto a miembros de la mafia, en virtud de un acuerdo con el abogado
de la mafia norteamericana, Harry Truman, para que éstos suministraran información
y realizaran atentados y sabotajes. Con algunos de estos mafiosos, bajo la dirección
del sacerdote Sturzo y el obispo Montini, se reconstruyó el partido, pero cambiando
su nombre por Democracia Cristiana, para hacer olvidar la colaboración que el
Partido Popular prestó a los fascistas. Una minoría se incorporó al movimiento
antifascista y a la guerrilla partisana, terminando por integrarse en el
Partido Comunista.
En 1929 debían tener lugar nuevas
elecciones, siquiera fueran plebiscitarias, con Partido y listas únicos, pero
Mussolini pensó otro golpe de efecto: un concordato con el Papa. Pío XI,
obsesionado con la idea de unidad de la Iglesia, incorporó en las negociaciones
a Pacelli, en representación del sector moderado –sería absurdo que la negociación
la llevasen a cabo, en exclusiva, quienes admiraban a Mussolini y apoyaban su
política– lo que servirá de freno al entreguismo de los cardenales romanos y a
las críticas que, en algún momento, acabarían por extenderse. Por la misma razón,
no podía permitir la intromisión del sector radical: el cardenal Roncalli fue “ascendido”
a Delegado Apostólico y enviado a Turquía y Grecia, su exilio forzoso, de
donde no regresaría hasta el fin de la guerra. El Concordato en sí otorgaba a
la Iglesia la tutela de la sociedad italiana, fundamentalmente en los ámbitos
familiar y escolar, cosa que ya, fraccionadamente, habían otorgado los fascistas,
por lo que no se conceda nada nuevo. Paralelamente se firmó un Tratado por el
que se reconocía al Vaticano como Estado independiente, con soberanía sobre la
zona de recreo y palacio de verano de Castelgandolfo (cuestión en la que el
cardenal Pacelli puso gran empeño) y las Basílicas de San Juan de Letrán, Santa
María la Mayor
y San Pablo Extramuros, indemnizándose económicamente por los reinos “expropiados”.
Al mismo tiempo, se firma un acuerdo financiero por el que el Vaticano concedía
un préstamo al Estado fascista, muy superior a las indemnizaciones pactadas. E1
pago de dichos préstamos se fue posponiendo por la crisis y la guerra, siendo
usado posteriormente como chantaje para el retorno de la monarquía, lo que no
dio resultado, y para la victoria electoral de la Democracia Cristíana, conseguido
lo cual se condonó.
A finales de 1932 se nombra
Canciller de Alemania a Von Papen, diputado del Partido de Centro Católico. Como
su apoyo parlamentario es ridículo, pretende implantar una dictadura, para lo
que pide la colaboración de Hitler, pero éste, consciente del aumento de
posibilidades que le concede la creciente crisis económica, reclama el poder en
exclusiva. Se negocia una salida con los militares, banqueros (algunos de ellos
judíos, de los que varios serían perseguidos posteriormente) y los industriales
(Krupp, Siemens, etc.), acordando un programa moderado y un gobierno de
coalición, con Hitler como Canciller y sólo dos ministros nazis, situación idéntica
al primer gobierno de Mussolini. El Vicecanciller Von Papen, con su objetivo
puesto en la anexión de la católica Austria (que dirigiría 5 años después como
embajador), intenta el acercamiento al Vaticano. Para arropar la maniobra
Hitler había prohibido todos los partidos políticos, excepto el suyo y el
Zentrum. Como gesto de buena voluntad éste se autodisuelve, y poco más tarde (171
días después de la designación de Hitler) firman un Concordato Von Papen y el
Cardenal Pacelli, a la sazón Secretario de Estado del Vaticano en
reconocimiento de lo que se consideró buena negociación del Concordato
italiano. Sin embargo, esta firma no tenía sentido. Se trataba de un simple
golpe de propaganda que no limitaba en absoluto a Hitler: no tenía la menor
intención de cumplirlo. La mayoría del Partido de Centro Católico se integró en
el nazi. La actitud de la Iglesia respecto a Hitler
contrasta fuertemente con el acoso continuado y pretensiones de derribo hacia
la República Alemana que éste liquidó, igual que contra la República Española.
Otro sector del Zentrum se retiró a la inactividad (como hizo Konrad Adenauer),
por lo que serían escasamente molestados por los nazis. Las fuerzas de
ocupación norteamericanas los sacan del retiro para reconstruir el partido en
1945, pero cambiando su nombre por el de Unión Demócrata Cristiana (CDU) y
Unión Social Cristiana en Baviera (la versión regionalista para dicho estado
federado, habitual socio de CDU en el parlamento federal), con lo que se facilita
el voto de los protestantes para llegar a ser fuerza mayoritaria. Una minoría
se integraría en la oposición antinazi, que organizó enfrentamientos
universitarios, cruelmente reprimidos, la resistencia, la red de espionaje soviética
y la guerrilla, acabando por incorporarse al Partido Comunista, que, al
fusionarse con el Partido Socialdemócrata y los restos del Partido Socialista Independiente,
se hicieron hegemónicos en el sector oriental. En los sectores occidentales las
fuerzas de ocupación prohibieron tal fusión. Las primeras elecciones de posguerra
se realizaron en la República Federal tras el plan Marshall, al que
el Partido Comunista se negó, pues imponía el dolar como sistema internacional
de pago, controlado en exclusiva por el Gobierno norteamericano, así como a la
creación de la OTAN
y a la independencia de la
Republica Federal Alemana, que suponía la ruptura del país. Se
habían creado las condiciones que, en el contexto de la guerra fría, sus resultados
electorales descendieran brutalmente, y en 1953 el Tribunal Constitucoinal pudiese
probibirlo, poco antes de la integración de la R.F .A. en la OTAN, de forma que el único valedor
en Alemania occidental de la unificación desaparece.
106.Pastor angelicus (‘pastor angélico’
o angelical). Este lema debería ir bien a casi cualquier Papa, sobretodo si se
ha propuesto su beatificación, como es el caso de Pío XII (1939 – 1958), cosa
que hizo Pablo VI. Por otra parte, ángel significa en griego ‘mensajero’ (εὐ αγγέλιον
es ‘buena noticia’ o buen mensaje) y este lema define precisamente al primer
Papa que usó la radio y la prensa. También publicó Encíclicas, como su
antecesor, pero a diferencia de éste, las escribía, no se limitaba a firmarlas.
Sin embargo este Papa carecía de experiencia pastoral, pues toda su carrera
transcurrió en la Curia ,
Nunciaturas de Baviera (donde le cogió la insurrección comunista) y Berlín, siendo
desde 1970 Secretario de Estado, por lo que sus Encíclicas son de carácter
intelectual, teórico, sin ningún contacto con los sentimientos de los fieles.
Pertenecía a la “aristocracia negra”,
rancia nobleza romana que, en solidaridad con el encierro del Papa en el Vaticano,
desde donde no salía tras el sitio de Garibaldi, permaneció enclaustrada en sus
palacios hasta la firma del Concordato. Su abuelo fue Director del Osservatore Romano, periódico oficial
del Vaticano, y su padre, Filippo Pacelli, fue decano de los abogados papales. Así,
contó con influencia suficiente para pernoctar en casa de su madre, ya que era
una persona muy timida, enfermiza –tres veces estuvo hospitalizado por
tuberculosis– y propenso a las depresiones. En una de sus hospitalizaciones
conoció, en el Sanatorio de Roschach, Suiza, a sor Pascua1ina, monja alemana
que influirá notablemente en su vida y viviría desde entonces en un dormitorio
contiguo al suyo, velando sus enfermedades y depresiones.
Su primer acto de gobierno, tras su
coronación, fue dirigir una carta al Führer, en la que, abandonando todo protocolo,
se mostraba deseoso de mejorar las relaciones, olvidando la persecución de que
eran objeto los católicos de Alemania, Austria y Checoslovaquia. P. I. Murphy y
R. R. Arlington, en su libro “La Popessa” (‘La Papisa’, sobre sor Pascualina) mantienen
que el obispo Pacelli, a raíz del levantamiento comunista de Baviera, entregó
dinero a Hitler para perseguir “la obra del Diablo”. Aunque está demostrado que
muchos prelados actuaron así parece difícil de creer de quien llegó a ser
Secretario de Estado del Vaticano y Papa, siendo toda una falta de diplomacia y
un lastre para el futuro. Este dato no ha sido repetido por ningún otro historiador.
Además, en dicho libro hay bastantes datos erróneos. Por ejemplo, no menciona
el préstamo que la Iglesia hizo a Mussolini, lo que hace del Concordato y el
Tratado anexo un buen negocio para la misma.
Desde su Nunciatura de Baviera,
durante la Gran Guerra ,
había realizado propuestas de paz, desde unas perspectivas de apaciguamiento,
benévolas para los Imperios Centrales e inaceptables para los aliados. El presidente
Wilson debió tomar algo de estas propuestas para sus utópicos “14 puntos”.
Cuando la nueva guerra parecía inevitable, hizo gestiones en el mismo sentido, pero
los aliados habían comprendido el peligro del apogeo fascista. Hay que tener en
cuenta que Hitler, en su Mein Kampf,
había escrito que trataría de obtener la paz con Inglaterra para evitar una guerra
naval hasta obtener superioridad maritima. En 1934 había prometido a los
militares, respondiendo a sus exigencias, no forzar la guerra hasta 1944, cuando
el programa de rearme estuviese completo. En tal sentido se movió la diplomacia
nazi, llegando a enviar al reich-führer Rudolf Hess en misión secreta, si bien
fue desautorizado cuando Churchill aseguró que no habría negociaciones.
En l940 se firma el Concordato con
la Portugal salazarista. En la misma linea que Hitler, que convirtió el 1º de Mayo
en conmemoración nacionalista para ocultar su carácter marxista, el Papa
declaró la festividad de San José Obrero. En junio propuso a Londres estudiar con
detenimiento la oferta de paz que el Führer
hizo al Reichstag. Durante la guerra el Vaticano acogió a numerosos perseguidos
y organizó obras asistenciales, como una oficina de información sobre el paradero
de prisioneros y desaparecidos (recordemos que Suecia, simpatizante de los
nazis, con su rey a la cabeza, potenció las negociaciones de paz –excluyendo la
U.R.S.S.–, la entrega de alimentos y ropas, la Cruz Roja y la inspección de los
campos de exterminio, lo que fue poco más que un formulismo, del que se
beneficiaron los corruptos jerarcas nazis), pero nunca hubo, una denuncia auténtica
ni formal de la cruel persecución que sufrían millones de personas: rusos, comunistas,
sindicalistas, judíos y gitanos. El Vaticano invirtió ingentes sumas,
recaudadas en Estados Unidos, para financiar la emigración y fuga de los perseguidos.
Von Papen, enfrentado a Hitler por la represión de los católicos, no denunciada
por el Papa, fue enviado como embajador a Turquía. Comprendiendo que, al no
cumplirse las previsiones durante la invasión de la U.R .S.S., la guerra no podía
ganarse, contacta con el cardenel Roncalli, quien demuestra sus dotes diplomáticas,
para que el Vaticano interceda por una paz “justa”, en parecidas condiciones
que el Papa llegó ofrecer en el mensaje navideño de 1939 (¿no había ocurrido
nada desde entonces?). Los mensajes navideños de 1940 y 1941 insistieron en los
mismos puntos. Los aliados protestaron: Holanda, Luxemburgo, Francia e
Inglaterra exigieron se culpara claramente al agresor –curiosamente, lo mismo
que exige hoy el Irán de Jomeini–. Los Estados Unidos contestaron sin lugar a dudas:
no habrá paz sin devolución de los territorios conquistados y aniquilamiento de
los fascismos alemán, italiano y japonés. El intercambio de embajadores con Japón
en plena guerra supuso un nuevo disgusto para los aliados. Cuando Mussolini
invade Francia el clero italiano apoyó manifiestamente la entrada en guerra,
colaborando en la política propagandística del partido, que veía como el pueblo
era totalmente reticente a aceptar los riesgos de tal confrontación. El Pa-pa
solicita de los aliados que no se bombardee Roma, a lo que le responden que se
respetará Ciudad Vaticano (imposible de distinguir del resto de Roma desde el
aire), pero el destino de Roma dependería del comportamiento italiano. Cuando
Londres comprueba que la aviación italiana había colaborado en los bombardeos
de Francia, Reino Unido y Grecia, se esfumaron las reservas. Cuando los
norteamericanos bombardean Roma (considerada ciudad sagrada por el Papa),
siendo casi destruida la Basílica de San Lorenzo, Pío XII sale a la calle, se
mezcla con la multitud, como hacía siglos no había hecho ningún Papa, y se deja
arrastrar por la emoción, ofendiendo a los aliados, mientras Mussolini, trasladada
la capitalidad a Saló –Roma había sido conquistada por los alemanes, junto con
el resto de Italia, cuando el Gran Consejo del Fascio destituyó y encarceló a Mussolini,
firmando la paz con los aliados, excepto con la URSS– los llamó “gansters aviadores”. Los aliados
respondieron al Papa que se había abstenido de hacer manifestaciones de esa
índole cuando las potencias del eje habían destruido iglesias, incluso
católicas, con artillería o aviación, dentro y fuera de capitales muy
po-bladas.
El 25 de abril de 1945 la guerrilla
comunista consigue el levantamiento insurreccional de Génova, Milán y Turín,
hacia donde confluyen desde sus posiciones en el monte, el campo y los pueblos.
Mussolini, asustado, pide la intermediación del cardenal arzobispo de Milán,
Ildefonso Schuster. Justo ese día se conmemoraba la victoria de la batalla de
Ogaden, en 1936, decisiva para la invasión y ocupación de Etiopía por parte de
Italia. Schuster oficiaba un acto de exaltación de la bandera italiana en la
catedral de Milán con tal motivo y enalteció sus efectos: “lleva el triunfo de la Cruz de Cristo, (...) allana
el camino a los misioneros”, sin que el Vaticano lo desautorizase o reprendiese,
como tampoco lo hizo cuando cardenales y franquistas hablaron de “Cruzada de
Liberación Nacional” para referirse a la sedición de los generales contra el
legítimo Gobierno de la República Española. Los aliados no establecen contacto
y Mussolini decide huir, pero el Comité de Liberación Nacio-nal, internado en
zona ocupada, compuesto por el socialista Sandro Pertini –futuro Presidente de la
República Italiana–, Sereni, del Partido Comunista, y Valiani, del Partido de
Acción, sospechan que los aliados intentarían salvarle la vida, con el peligro que
el mito fascista sobreviviera y ordenan la ejecución de la condena a muerte,
que anteriormente habían publicado. Para ello envían una columna de la guerrilla
comunista, al mando del Comandante Valerio, que cumplió puntualmente, junto a
otros jerarcas capturados (y a la señora Petacci que, según declararon los partisanos,
se abrazó a su amante en el último momento), colgándolos por los pies de la
estructura de una gasolinera en construcción, en el Piazzale Loreto de Milán,
donde poco antes habían sido fusilados varios resistentes. Como la falda de
Claretta se volvió hacia abajo, el cardenal Schuster realizó gestiones para que
la sujetasen con un imperdible entre las piernas, lo que hizo una mujer que se
ofreció a ello.
Desde 1939 los Estados Unidos habían
contratado al físico italiano Fermi para que construyera un pila atómica (reactor
nuclear) capaz de enriquecer el uranio, concentrando suficiente cantidad de
isótopos fisionables para conseguir una reacción en cadena. A finales de 1942
el reactor funcionó en medio del desierto, refrigerado por inmensos ventiladores
movidos por motores diesel. Prácticamente derrotada Alemania, Roosevelt duda
sobre la continuidad de la construcción de la primera bomba a partir del
reactor atómico en funcionamiento (proyecto Manhattan): los informes dados por
los científicos, encabezados por Einstein y Fermi, hablaban de inhumanas
consecuencias de tal invento. Sin embargo, la muerte de Roosevelt, poco antes
de la de Mussolini y Hitler, supone la salvación del proyecto. Su sucesor, Harry
Truman, había dicho en 1941: “Si vemos que Alemania está a punto de ganar la
guerra, debemos ayudar a la URSS; pero si vemos que es la URSS la que está a
punto de ganar, debemos ayudar a Alemania”. Recordemos que éste fue el hombre
creador de la OTAN. El 17 de Julio de 1946 estaba negociando con Stalin en
Postdam cuando un telegrama le informa del éxito de la primera prueba nuclear:
“el niño ha nacido de manera satisfactoria”. A partir de ese momento, las negociaciones,
que estaban siendo refrenadas y enlentecidas por Truman, se hicieron imposibles.
Se incumplen los anteriores acuerdos de Yalta y Teherán y la alianza es
sustituida por los enfrentamientos, la exigencia de devolver de inmediato los
préstamos de guerra y el inicio de la guerra fría. No se derrocaría a Franco, aunque
se le obliga a devolver Tánger, ocupada durante el avance de Rommel en Libia.
Hiro-Hito permanece como Emperador de Japón. Se acepta su rendición unilateral,
igual que se hizo con Hitler, aunque se habían dado seguridades de no aceptar
una rendición si no era conjuntamente con todos los aliados. No habría Gobierno
de coalición con Mao-Tse-Tung, por lo que se inicia la guerra civil china. Se
mantiene un ejército de ocupación (soldados japoneses con uniforme americano)
en Corea del Sur, negándose a una reunificación negociada. Francia recupera
Tonkín, a pesar del acuerdo de autonomía-semiindependencia alcanzado con Ho
Chi Minh. Así, da comienzo la fase francesa de la Guerra de Vietnam. No se
reconoce al gobierno de la guerrilla pro-comunista de Birmania, por lo que
empieza su guerra civil. La URSS abandonaría el norte de Iran –repartido con
el Reino Unido en 1941 por las simpatías nazis del Sha–, perdiendo sus
concesiones petrolíferas en beneficio de Estados Unidos; se rompería el Gobierno
de coalición con el Partido Comunista; y no se reconocería la República
Autónoma Kurda. Esta supresión derivó en una cruel represión (con fusilamiento
de hasta los ministros comunistas), guerra civil e invasión del territorio por
divisiones acorazadas británicas y estadounidenses. No se depone al Gobierno
turco, aliado no beligerante del Eje –como Franco– aunque envió divisiones de “voluntarios
arios” a la invasión de la URSS ni se accede a un gobierno de coalición como
los formados en Afganistán, Finlandia, Noruega y Suecia. No se reconocería la República
Griega: se reinstauró la monarquía y se excluyó del gobierno la guerrilla
comunista, provocando una guerra civil de 3 años de duración, que finalizará
con la intervención de divisiones acorazadas británicas y norteamericanas. Se
procedió a la ocupación de Alemania por sectores, y no conjuntamente, como
estaba acordado, igual que el desmantelamiento industrial, que se hace en
beneficio exclusivo de Estados Unidos, sin repartir entre los vencedores.
También es cierto que la zona oriental había quedado totalmente destruida por
los bombardeos planificados, en gran medida “experimentales”: bombas “revientamanzanas”
en Berlín, bombas “revientapresas” contra las centrales hidroeléctricas, bombas
de fósforo para las industrias, napalm
en Bresde –que se ha usado hasta la saciedad en Vietnam y el Sinaí–, etc. En
Italia, los EEUU exigieron el desarme de la guerrilla comunista a cambio de participar
en un gobierno de coalición con la Democracia Cristiana, del que dimitirían al
oponerse al sistema internacianal de pagos en dólares (requisito previo para entrar
en el Plan Marshal) e intentaron, sin éxito, reinstaurar la monarquía, a pesar
del apoyo del Papa y el Vaticano, rechazado por un referendum. En definitiva, empieza
la guerra fría en toda su extensión, aunque muchos historiadores se empeñen en
posponerla harta 1948, cuando los soviéticos cierran los accesos terrestres a
Berlín, atravesando su zona de ocupación.
La C.I.A. aseguraba que la URSS no
tendría su bomba atómica hasta 10 años después, por lo que se decide no continuar
con el desarrollo del ejército convencional (guerra defensiva), sino con el
armamento atómico (guerra ofensiva, de destrucción, que utiliza como rehenes la
población civil del enemigo, sus aliados, e incluso los que simpaticen o comercien
con ellos, o sean neutrales), ya que este tipo de armas es más barato. Es más
rápido y fácil construir una bomba atómica que el número de bombarderos y su
escolta de cazas correspondientes, o la flota de acorazados o las divisiones de
blindados, de equivalente poder de destrucción y capacidad de amenaza, o que la
red de equipos de radares, aeropuertos, aviones de caza y artillería antiaérea capaz
de evitar el ataque atómico. El ataque siempre es más barato que la defensa,
porque el que ataca puede escoger momento y lugar, mientras que quién se defiende
no puede dejar hueco libre. Esto lo sabía muy bien Hitler, y lo demostró en Polonia,
Noruega, Holanda, Francia, la URSS, etc. Para sorpresa del gobierno de EEUU, en
1948 los soviéticos construyeron su primer reactor nuclear en Siberia. Lo refrigeraban
con agua de un río próximo. El agua, al hervir, movía unas turbinas, generando
electricidad. La URSS hizo una inmensa propaganda de esta primera central
atómica, denominándola “átomos para la paz”. En realidad, su objetivo es el
mismo que el de todas las centrales nucleares producidas desde entonces:
obtener uranio enriquecido o cenizas de plutonio para poder fabricar bombas.
Consecuentemente, en 1949, los soviéticos realizan su primera experiencia de
explosión atómica. La estrategia del “roll back” (‘pasar el rodillo’: amenaza
continuada de ataque nuclear ante cualquier tentativa soviética de oponerse a
la ofensiva anticomunista norteamericana) se demuestra como un inconmensurable
error. Las dificultades existentes desde entonces para llegar a un eficaz
desarme atómico son consecuencias de ello: la URSS invirtió una cantidad ingente
de recursos en mantener la superioridad defensiva y convencional hasta que consiguió
el equilibrio nuclear –lo que supuso para la OTAN cumplir su objetivo secundario, que la
población civil de los países del Este sufrieran un costo en su nivel de vida
consecuentes al bloqueo económico y acoso nuclear–, de forma que cualquier
acuerdo que obligue (efectivamente, y no teóricamente, como hasta ahora, pues
el tope y tipos de armas fijados obligaban exclusivamente a la URSS) a la OTAN
a disminuir su arma atómica, significaría hacer pesar sobre su población civil
el mismo coste soportado antes por los países del Este, el coste del equilibrio
convencional y defensivo. En esta situación de tensión psicológica, Mao-Tse-Tung
juega su baza de la guerra de Corea (contra su condena en la ONU los soviéticos
no utilizarán su derecho de veto), primera guerra en la que intervienen los
Estados Unidos sin vencer, conformándose con mantener la situación de equilibrio
anterior, y el Papa publica una nueva condena al marxismo –ni una se hizo
contra el fascismo– y, en 1950, el dogma de fe de la Asunción al cielo en
cuerpo y alma de la Virgen María. Gran número de teólogos se opusieron a tal
medida, que consideraban impropia del siglo XX, sino de la tradición medieval. No
obstante, con estas referencias se trata de recuperar el apoyo popular perdido
tras el derrumbe del Fascio y la
victoria de la República en el referendum italiano. Recordemos que la Iglesia había apoyado la
monarquía. Durante la campaña electoral, Pío XII había dicho que se trataba de
una “elección entre los partidarios y los enemigos de la civilización cristiana”,
frase, por otra parte, muy repetida en diversas ocasiones.
El agravamiento de la guerra fría
(es decir, la confrontación sin llegar a la guerra nuclear, de cuya victoria ya
no se puede estar seguro) fue paradójico para el franquismo. Por un lado, la OTAN
necesitaba justificar la exclusión de los comunistas de todos los gobiernos de
Europa occidental, algunas ilegalizaciones de partidos comunistas, e incluso la
“caza de brujas” generalizada. El único argumento que se consideró apropiado
fue situar a un lado de la “cortina de hie-rro” (aunque en español se
popularizó la traducción telón de acero)
a todos los defensores de la democracia, y de otro a los contrarios. En esta línea
se sitúa el acoso a Franco, el bloqueo económico, las condenas de la ONU y el
trabajo de los norteamericanos y británicos, iniciados durante la Guerra Mundial para anular los
de la Gestapo
(Geheim Staat Polizei, ‘policía secreta
del Estado’) y propiciar un golpe de Estado monárquico. Por otro lado, la
perspectiva de una nueva guerra civil en España, y las necesidades estratégicas
de situar bases de bombarderos atómicos alejadas del radio de acción de los cohetes
soviéticos de la época, hacen pensar en el mantenimiento del régimen y en un
acuerdo militar, aunque separado de la “cobertura política” de la OTAN. Franco juega
todas sus bazas: desarticulación democrática (mantenimiento de campos de concentración,
ejecución de sentencias en suspenso, encarcelamiento preventivo de sospechosos,
etc.); alejamiento del poder de cualquier de cualquier núcleo de discrepancia (destitución
de militares monárquicos); acercamiento táctico a Perón, Hispanoamérica y el
mundo árabe. Apoyó a Acción Católica. En el gobierno, entraron los residuos de
la fracción católica de la CEDA
(Ruiz Jiménez, por ejemplo) y se presentó éste como adalid del anticomunismo
dispuesto a enfrentarse a la Unión Soviética. Por último, la oferta de un
acuerdo secreto por el que está dispuesto incluso a ceder soberanía ayudó mucho
al acercamiento: uso exclusivo de zonas e instalaciones en territorio español
en la forma que fuera necesaria, por las tropas norteamericanas, bajo la declaración
unilateral de alerta, sin previo aviso, ante cualquier “agresión comunista” en
cualquier lugar del mundo y sin limitación de tiempo. La mejor baza, sin
embargo, para conseguir tal acuerdo, fue la firma del Concordato con el
Vaticano el 27 de agosto de 1953. Lo consiguió el Ministro de Asuntos
Exteriores, Martín Artajo, asesor jurídico de la Falange y Presidente de
Acción Católica, que había aceptado el cargo de Ministro tras consultar al
cardenal Plá y Deniel. Entre el clausulado del Concordato aparece un privilegio
medieval: para la elección de obispos había que presentar una terna a Franco,
para que éste escogiera, lo que obligaba a la negociación. Por esto, recuerda
al Pacto de Letrán, que obligaba al Papa a negociar con Mussolini el
nombramiento de cualquier prelado italiano. Treinta dias después que el
Concordato, se firma el Tratado de Amistad Hispano-Norteamericano y el acuerdo
secreto (“Nota adicional al párrafo 2º del artículo 39 del Convenio defensivo
entre los Gobiernos de España y de los Estados Unidos”, vigente en su redacción
original hasta 1970), por el que se cede a Norteamérica el uso militar de
España, y sin la contrapartida del Plan Marshall.
107.Pastor et nauta (‘pastor y
navegante’)
E1 cardenal Roncalli, desde su
delegación apostólica, no sólo había entrado en contacto con el gobierno nazi,
sino que contactó con el embajador estadounidense, asiló a nazis perseguidos por
el nazismo, colaborando en su fuga, fundamentalmente judíos –mientras el Vaticano callaba cualquier denuncia de
estos hechos– pero también guerrilleros comunistas, algunos comprados a los
corruptos jerarcas nazis. Al otro lado, el capitán de las S.S. Kurt Walheim,
posteriormente secretario general de la ONU y Presidente de la República Austríaca,
colaboraba en el transporte de deportados judíos y la represión de la guerrilla,
según sus palabras limitándose a presenciar embarques y ahorcamientos –¡como si
Hitler pagara sueldos a los selectos oficiales de las S.S. para que pudieran
servir de testigos de sus crímenes–. Si en 1944 ó 1945 hubiese habido “elecciones
a Papa”, los Estados Unidos habrían apoyado firmemente al cardenal. Sin
embargo, en 1958 las cosas habían cambiado drásticamente: con el conservador general
Eisenhower en la Presidencia, la guerra fría y el desarrollo de armas nucleares
con perspectivas inquietantes, la apuesta norteamericana por la democracia y la
tolerancia habían quedado en caricatura trasnochada de la época de Roosevelt.
Los exégetas de la profecía pensaron
que lo de navegante era una referencia a un Papa americano o africano, pero
cuando anteriormente aparece esta palabra –Nauta
de Ponte Nigro, para Gregorio XII–, apunta a Venecia, de donde Roncalli había
sido Patriarca. Lo primero que desconcierta en el Papa Roncalli es su origen:
campesino e hijo de campesinos, sus hermanos lo seguirían siendo durante su
reinado y después. Lo segundo, es el nombre y el ordinal que escogió: Juan
XXIII. Reinó entre 1915 y 1963. Juan fue el discípulo más amado de El Cristo. Quizá
por eso sea el nombre más utilizado por los Papas. Escribió el más filosófico y
enigmático Evangelio y el Apocalipsis, en el que se profetiza catastrófico fin
del mundo, entre difíciles juegos de palabras, que algunos han interpretado como
fórmulas. Lo extraño es que desde el último Juan XXIII (1410-1415), nadie había
utilizado este nombre, pues, recordemos, había controversia sobre la
legitimidad de este Papa, ya que fue elegido por el Concilio de Pisa, autoconvocado
por algunos cardenales, sin la participación del Papa ni del Emperador ¿Era válido
este Concilio? Sin embargo, el antecesor pisano de aquel Juan XXIII, Alejandro
V, había sido legitimado al tomar Rodrigo Borgia el nombre de Alejandro VI.
Aceptando dicho nombre, el cardenal Roncali tomaba claramente partido,
contradiciendo la decisión del Papa Borgia. Su homónimo pasaba automáticamente
a considerarse antipapa, y el Concilio de Pisa a ponerse en serias dudas.
Conociendo las actuaciones anteriores y posteriores hay que entender que Juan
XXIII quería dar a sus opositores un mensaje de conservadurismo, una especie de
pacto tácito de no hacer “revoluciones”, pero se trataba de un mensaje ambivalente.
El anterior Juan XXIII había sido depuesto por otro concilio, el de Constanza,
que, aun convocado por el Emperador Segismundo, fue el más democrático, el más
participativo (contó con representantes de la secta ortodoxa, simples sacerdotes
e incluso teólogos laicos, composición que iba a repetirse en el Concilio
Vaticano II) y el más radical de todos, el que decidió que se debía reunir periódicamente
(una especie de Asamblea Ordinaria, Congreso o Parlamento) y que su autoridad
era superior al Papa.
Se dice que el cardenal Roncalli era
Gran Oriente de la Masonería, y circula un libro de profecías atribuidas a cuando
ostentaba dicho cargo, entre las que destaca el fin de la Humanidad a principios
del siglo XXI. Lo curioso es que el Vaticano no haya desautorizado o prohibido
tales atribuciones. También se le atribuyen milagros y se solicitó su beatificación.
Una expresión muy utilizada por este Papa, que, posteriormente, se ha hecho de
uso habitual, es “los signos de los tiempos”, que, en su contexto evangélico, se
refiere a los que anunciaban el fin del Mundo. El Concilio Vaticano II impuso
en las misas el ruego “Ven Señor Jesús”, palabras que cierran el Apocalipsis y
por tanto, el Nuevo Testamento. Hubo otros Evangelios y textos atribuidos a los
Apóstoles que, después de ser aceptados durante algún tiempo, fueron
desautorizados, uno a uno, normalmente por interpretarse que había referencias
mágicas en sus textos, algo, por otra parte, muy frecuente entre los sacerdotes
de Jerusalén, que obtenían parte de sus ingresos adivinando el porvenir y
sanando a enfermos, y de la religión judía.
Algunos aluden a la segunda venida de Cristo, es decir, al Juicio Final. Quizá
conviene aclarar que cristo proviene
de una palabra griega que significa ‘ungido con aceite oloroso’. Este aceite
era el christma o carisma, un bálsamo. Era el rito de procedencia
egipcia utilizado por los reyes (basileios
o basilios, en Grecia) para ser presentados al pueblo tras su coronación, o con
los muertos –embalsamados– para su presentación a los dioses.
La alusión de la profecía a pastor
parece innegable, sobre todo teniendo en cuenta que inició un Concilio. Por la
misma razón podría interpretarse, con mucha imaginación, que lo de navegante se
refiere al “golpe de timón” que dio a la trayectoria de la Iglesia. Por otro
lado, casi cualquier papa podría conceptuarse como pastor y Juan XXIII se
distinguió precisamente por interferir lo menos posible en el Concilio, dejar
que siguiera su propio curso, sin intromisiones. Lo que no cabe duda es que fue
un hombre bueno, y como tal fue reconocido universalmente, así como por su amor
a la paz y la concordia de los pueblos. También se le reconocía una sinceridad
espontánea y simpática, que no le impidió ser un hábil diplomático.
Fue el primer Papa que expresó
remordimiento de conciencia por usar la silla gestatorio –que hoy no se utiliza–
debido a su peso. Es un trono sobre parihuelas que se porta a hombros, y es imitación
junto al báculo y al anillo, de los que usaba el pontífice de Júpiter. Dicho
anillo era un sello con el que se autorizaban las disposiciones del erario público,
del que era custodio el pontífice joviano. El obispo de Roma usó en su sello
las letras griegas IHS (Iota, Eta, Sigma), que corresponden al latín JES de
Jesús) y, posteriormente, XP (Chi, Ro; en latín, CR de Cristo), uniendo ambas iniciales
en el símbolo del pez, (en griego Ictios,
semejante a “IX”-Teos, es decir, “JC”-Dios),
pues la cruz no se usó como símbolo hasta el siglo IV, ya que al principio los
cristianos se sentían avergonzados de que el Cristo hubiera sido condenado a tortura
tan humillante, que se aplicaba a piratas, esclavos, rebeldes, enemigos
vencidos... Cuando los cruzados descubren unos viejos maderos en el monte
Gólgota y se decide que uno de ellos corresponde a la cruz del Cristo (por
haber resucitado un cadáver presentado a cada uno de los maderos), se sustituye
el sello por un solitario con un trozo de esta madera. Cuando dicho solitario
se extiende a todos los obispos, y el número de éstos aumenta increiblemente,
se toma cualquier madera, poniéndola en contacto directo con los restos que
quedan de aque1 madero. Los pontífices romanos tomaron la silla y el báculo de los
sacerdotes de de Isis, culto introducido por Cleopatra en el Imperio Romano
siendo amante de Cayo Julio Caesar y lo venían usando varias dinastías de
faraones. El báculo era usado por varias divinidades egipcias. El látigo
espantamoscas (otro atributo faraónico) era símbolo de poder y dirección (lo
usaban los campesinos para arar y trillar con bueyes) y el báculo era signo de
guía, guarda y amor paternal. Lo usaban los pastores y los nómadas del desierto.
Juntos, cruzados sobre el pecho, simbolizaban la unión del Alto Egipto
(ganadero, desértico, intolerante, miserable y guerrero) y el agrícola, rico,
tolerante, artístico, científico, comerciante y pacífico Bajo Egipto.
Quizás el sentimiento pastoral se
refleja en las Encíclicas Mater et Magistra,
en las que se profundiza en las cuestiones sociales y familiares con un progresismo
que, en su globalidad, no ha sido superado, y en Pacem in Terris (11 de abril de 1963), en la que se aboga por la
paz y la tolerancia, apoyando la estrategia de la distensión (aunque más exacto
habría sido traducir detente como ‘destensión)
que el asesinato de Kennedy y la inmediata escalada bélica en Vietnam harían imposible.
Elegido el 28/10/59, 89 días después,
el 25/1/59, convocaba el último Concilio celebrado hasta ahora. La Curia Romana
consideró que, tras la definición de infalibilidad del Papa, un Concilio era teológicamente
innecesario, por lo que sólo traería críticas, dificultades, polémicas y
palabrería, sin ningún resultado positivo. Eso es lo que piensan siempre las
oligarquías influyentes en el poder absoluto de los órganos representativos. El
Papa había supuesto que habría una sola sesión y que sus resoluciones se
aprobarían por unanimidad: o fue una muestra de ingenuidad o de habilidad diplomática
para evitar oposición inicial. Era la primera vez en muchos siglos que se reunía
un Concilio para examinar la situación de la Iglesia y la posibilidad de renovarse, y no para
condenar una herejía, un ataque contra el Papado (caso del Vaticano I), un
cisma, o resolver una controversia teológica. Por tanto, fue iniciado en un periodo
de paz, al menos aparente, pero los temores de la Curia resultaron plenamente justificados:
la desconfianza respecto de los obispos era mutua, de forma que la asamblea no
escogió a ningún curial para ninguna de las 11 comisiones que se formaron,
sino a otros de tendencias contrarias, más bien progresistas, que representaben
el sentir de la mayoría. El Concilio tuvo una larguísima preparación, incluso
con encuestas para decidir qué tratar. Es decir, en el Concilio se debatieron
los temas que interesaban a los obispos, no los que interesaban al Papa o a los
convocantes, lo que suponía la predisposición más democrática que nunca se ha
producido en la Iglesia. Esto ha hecho pensar a algunos estudiosos que Juan XXIII
no tenía una idea clara de lo que esperaba fuese el Concilio. Quizás no tuviera
una idea concreta, pero dió una orientación, en relación con la sociedad
moderna, que sirvió de guía incluso después de su muerte: buscar lo que une en
lugar de lo que separa. Esto supone una actitud diametralmente opuesta a la habitual
en el catolicismo, a la persecución de herejías, a las “cazas de brujas” y represión
de disidentes. También podía interpretarse que buscaba estimular a las bases,
iniciar una revolución desde abajo –lo contrario nunca puede ser una revolución–
y no contar con un coro de acólitos que demostrase su obediencia a las directrices
papales. El Concilio se inaugura en 1962 y se produce la primera conmoción
cuando se cuentan 1368 votos contra 822 al debatirse el esquema de la prelación
de las fuentes de revelación. ¿Dónde estaba la unidad de la Iglesisia Católica,
que había condenado secularmente a la hoguera, al desuello o al fuego lento la
menor disidencia tantas veces? ¿Cómo podía decidirse con base en mayorías y
minorías algo tan importante como la prelación de la presencia divina, en caso
de duda o contradicción, cuando en 1948 se decía que no se podía decidir por
votación si Italia debía tener presidente o rey, pues ello estaba decidido por Dios?
Lo mismo sucedería más tarde con la ley de divorcio y la despenalización del
aborto, pero resultaba sobretodo espeluznante porque la votación resultaba negativa
para los planteamientos tradicionales. Otro punto crucial la sustitución de los
ritos cuasi-mágicos por la comprensición y participación activa de los fieles
en las liturgias, lo que no conlleva la sustitución del latín por las lenguas
verculas pero significaba contravenir lo aprobado en Trento. Los conservadores,
al considerar su posición minoritaria respecto de los progresistas, se escudan
en la
Constitución Apostólica Veterum
Sapientae, con lo que sólo consiguen atraer un diluvio de críticas contra dicha
constitución. ¿Se podía criticar un documento papal, con el carácter de
Constitución, en materia doctrinal y religiosa? ¿Por qué el Papa no excomuIaba
de inmediato a tales irreverentes y, tal vez, herejes? ¿Qué pasaba con la
infalibilidad del Papa? ¿Estaba el Concilio por encima del Papa? ¿Hasta dónde
se podía llegar con los cambios? Juan XXIII muere al poco de clausurarse la
primera sesión. La Iglesia Católica sería hoy algo muy distinto de haber
sobrevivido unos meses o unos años más. Quizás 1a controvertida teología de la
liberación no habría tenido razón de ser.
Hay algo de vital importancia de
este papado que permanece desconocido. Ya vimos cómo la estrategia del roll-back
demostró ser un fiasco en 1949. Sin embargo, la CIA elaboró un informe según el
cual los soviéticos carecían de un vehículo lanzador (bombardero de largo radio de acción) para
transportar sus borbas atómicas. Ello era absolutamente falso. Cuando por
errores de navegación, los primeros B-29 que bombardearon Japón se vieron sin
combustible, siguiendo las instrucciones recibidas, se dirigieron a la zona
china liberada por Mao-Tse-Tung, por lo que la guerrilla comunista obtuvo tres
aparatos intactos, y muchos más con varios desperfectos. En los 20 días que
duró la conquista de China por las tropas soviéticas (hasta llegar al paralelo
38º en Corea, donde se detuvieron en cumplimiento del Tratado de Yalta, aunque
los japoneses no ofrecían resistencia y los norteamericanos no habian cumplido
su parte, desembarcando en el sur de Corea), los B-29 pasaron a la URSS, donde
fueron imitados pieza por pieza –incluso el ordenador de control y corrección
de tiro antiaéreo, que entonces no supieron como operaba–, construyendo una
flota de 200 aviones. Es decir, contaban exactamente con el mismo vehículo
lanzador que los Estados Unidos, sólo que éstos contaban con bases en Europa,
mientras que los soviéticos tendrían que hacer el entonces peligroso vuelo
polar, desde Siberia. Si se hubiera accedido a la petición de McArthur de lanzar bombas atómicas sobre China
para frenar su ofensiva en Corea, se podría haber llegado a un incierto
resultado atómico. Cuando la CIA
descubrió lo que estaba ocurriendo se erigió una red de radares de alerta temprana
en Alaska, Canadá y frontera norte de los Estados Unidos, así como un conjunto
de aeropuertos con aviación de caza a larga distancia: la Administración USA
pudo comprobar cuánto más caro resultaba una estrategia defensiva que la
ofensiva a la que se habían acomodado. Sus propias decisiones militares se volvían
contra ellos. Para entonces, los soviéticos, previendo esta posibilidad, habían
iniciado un proyecto original: ampliar la torreta de los submarinos de la
clase Zulú (código OTAN para referirse a la última clase, "Z", de
submarinos convencionales de gran autonomía y prestaciones) para albergar dos
misiles atómicos de corto alcance. Para realizar su cometido, debía
aproximarse a las costas estadounidenses (salvo cuando sus objetivos fueran
ciudades del litoral, como Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, San Diego, Nueva
Orleáns…) y salir a superficie durante 20 minutos, por lo que sería una misión
suicida, ya que los radares calcularían la trayectoria del misil y localizarían
la nave lanzadora, que sería intercep- tada en poco tiempo. Cuando la CIA y la Marina confirmaron la
existencia de este peligro, se desempolvó un viejo proyecto hitleriano:
disparar una bomba volante desde la cubierta de un sumergible. Éste tendría que
emerger durante una hora para disparar desde el Báltico (el Mar Negro y el Ártico
estaban totalmente controlados por la
URSS ), lo que sería una misón suicida, o bien desde el Pacífico
o el Mar del Norte, lo que reduciría los objetivos a Vladivostok o Leningrado.
De todos modos, la bomba volante (proyecto Regulus) era muy lenta, y posiblemente
sería derribada. Salvo que se disparase masivamente, saturando las posibilidades
de defensa, como hizo Hitler con su V-1 (‘venganza nº 1’ ) y pretendió hacer Reagan
con los actuales Misiles Crucero, cuya destrucción se ha pactado recientemente.
Dadas las limitaciones del Regulus, se decidieron dos alternativas: un
submarino de propulsión nuclear, que navegara sin hacer ruido a grandes
profundidades (en aquella época significaba ser indetectable) y disparase al
menos 3 misiles de alcance medio y
un misil balístico (es decir, con recorrido de bala: vuelo parabólico y caída
libre). La CIA realizó un informe sobre la base de la experiencia en
propulsores-cohetes, local y nazi, concluyendo que no se podía transportar el
enorme peso de una bomba atómica de la epoca a tan grandes distancias, por lo
que se apostó fuertemente por el submarino. El salto cualitativo que este
proyecto (Polaris) signicaba, en el que trabajaron Westinghouse, IBM y General
Electric, supuso un gran retraso al no ser operativo hasta 1960, pues en 1957
los soviéticos sorprendieron al mundo colocando el primer satélite en órbita.
La CIA, en parte para justificarse, presentó un informe en el que concluía que
el peso del Sputnik I era notablemente
inferior al de una bomba atómica de la época, por lo que el cohete impulsor no
podía tener uso militar. Se trataba de un nuevo y terrible error: colocar un
objeto en órbita requiere mucha más energía que el recorrido suborbital de una
ojiva nuclear balística. Además, se equivocaron al evaluar el peso del Sputnik,
que era cercano a los 90 kilos, mientras que el primer satélite norteamericano
pesaba 1’57. De hecho, el vehículo propulsor fue un SS-6, que continúa en uso
para lanzar las más pesadas cargas termonucleares, entre 25 y 60 megatones –potencia
no igualada por las armas estadounidenses– capaces de incendiar todo el Reino
Unido en un solo impacto, pero que necesitó de una segunda fase para conseguir
la puesta en órbita.
El Pentágono aprovechó la ocasión:
exigió cuantiosísimos fondos para la
NASA y sus programas “científicos” para conseguir un cohete
propulsor mucho más poderoso (proyectos Vanguard y Mercury), dar prioridad absoluta
al relegado programa de misil intercontinental (proyecto Atlas) y el despliegue
inmediato del misil de alcance intermedio disponible, el Júpiter. Éste era un
cohete desarrollado por el ex-nazi Von Braun, creador de la V-2 y director de la NASA , fabricado por Chrysler
y General Motors. Aparte de la V-2,
ha sido el único misil móvil occidental (lo que explica
el nerviosismo ante los SS-16 y SS-20, pues los misiles móviles son indetectables
en los bosques) hasta ahora, pero necesitaba varias horas para rellenarse de oxígeno
líquido y al descubierto, por lo que era muy vulnerable. Aun así, cuando fue
desplegado en Turquía, por lo que la
URSS protestó enérgicamente. Era lógico, pues veía amenazada
su frontera sur. Los norteamericanos se sentían –erróneamente– a salvo en su “continente”,
disfrutaron con el enfado y las protestas en la ONU.
Sin embargo, un acontecimiento
imprevisto vino a cambiar la situación. La guerrilla del Partido Ortodoxo Revolucionario
avanzaba hacia la Habana.
Batista se asustó y huyó del país sin avisar a sus mentores, los Estados
Unidos, de forma que Fidel Castro recibió en la capital una acogida apoteósica y
multitudinaria. La CIA
preparó la invasión de la isla. Existía el antecedente inmediato de la invasión
de Guatemala, en 1954, por mercenarios de dicha Agencia contra el
socialdemócrata Arbenz, desde Honduras y Nicaragua, con intervención de la Armada estadounidense. La OEA
había condenado a Arbenz, Presidente electo, por “comunista”, bajo la presión
de Foster Bulles (Secretario de Estado y Presidente de la Fundación Rockefeller),
por haber expropiado –con indemnización– 230.000 Ha . sin
cultivar, casualmente de la
United Fruit Company, propiedad de Rockefeller. En esta
ocasión, Eisenhower pospuso la invasión de Cuba hasta después de las
elecciones. Durante éstas, Kennedy propuso la “respuesta flexible” como alternativa
al “rodillo” o represalia nuclear masiva: distensión con la URSS. Su plan incluía
el famoso “teléfono rojo” (en realidad era un teletipo en clave, de color beis)
con Moscú y la “Alianza para el Progreso”. Ésta era una alternativa inteligente
para evitar la expansión de la insurgencia en Iberoamérica y se basaba en un
conocimiento de la situación, siquiera fuese superficial, contrario a la
política tradicional norteamericana de la simple represión, el golpe de Estado,
la sedición militar y la intervención de las cañoneras y el Marine Corps. La “Alianza para el Progreso”
buscaba consolidar las democracias, crear una clase media sustentadora del espíritu
liberal, mediante una reforma agraria que repartiera la gran propiedad –con
indemnización– entre los desposeidos (igual que hizo Napoleón en Francia,
aunque sin indemnización, como en todo proceso revolucionario), y la seguridad
de que no habría apoyo económico ni político a las dictaduras. Pasadas las elecciones,
Castro había sustituido el ejército reaccionario por su propia guerrilla, y
estaba sólidamente instalado en medio del entusiasmo y el apoyo popular. La CIA
volvió a proponer a Kennedy la invasión, que éste rechazó por no existir un
movimiento contrarrevolucionario interno que contara con apoyo popular. La CIA interpretó
que esto era una orden para preparar la insurreción –“las órdenes sucias nunca
se dan por escrito y claramente” alegó su Director General cuando se le acusó
de ésta y otras interpretaciones “a su manera”– por lo que entrenó al Grupo
Alfa, que se pensaba sería inmediatamente secundado por la población. Kennedy
trató de implantar su “Alianza para el Progreso” a través de la Organización de
Estados Americanos, pero a dicha reunión asistió “Che” Guevara, como Ministro
de Industria cubano, que contestó que bajo dictaduras corruptas era imposible
una reforma agraria justa. Sólo
mediante un proceso revolucionario contra los poderes establecidos podría
conseguirse. Las palabras del Che resultaron proféticas, aunque no se precisaba
ser un genio para llegar a tales conclusiones. Bastaba un riguroso de la
estructura social y política heredada de la época colonial y mantenida por la
política Monroe. Kennedy no podía admitir tal propaganda revolucionaria y
consigue la expulsión de Cuba de la OEA, con el voto en contra de países que
sumaban 2/3 de la población iberoamericana y el decisivo de Haití, por el que Duvalier
recibió cuantiosas contrapartidas. La “Alianza para el Progreso” se convirtió
en una tétrica caricatura de sí misma, pues Kennedy acabó siendo convencido de
que desestabilizar las dictaduras conllevaría guerras civiles de resultado
incierto sin la intervención estadounidense y que éstas eran necesarias para
reprimir las insurgencias, por lo que sólo se las obligó a realizar amagos de
reformas agrarias, que en nada alteraron la estructura de la propiedad, base de
su persistencia.
En Cuba Guevara, Raul Castro y el
ala radical del P.O.R., con el apoyo del Partido Comunista, propusieron un rápida
socialización del país. Fidel Castro la rechaza, sustituyéndola por un mero paquete
de medidas sociales: incremento de salarios, reducción de las tarifas eléctricas
y alquileres de viviendas, y reforma agraria con expropiación de fincas de más
de 400 Ha .
Se indemnizó con bonos del Tesoro porque Batista dejó la Hacienda arruinada, en
gran parte por compras de armas a Estados Unidos para reprimir la guerrilla.
Esta reticencia a alterar en profundidad la economía, para evitar
enfrentamientos internos y externos, junto con el bloqueo económico
internacional y el fin del turismo, puede ser uno de los motivos del fracaso
inicial de la economía cubana posrevolucionaria, la dimisión del “Che” como ministro
de Industria y su incorporación a la guerrilla boliviana —tal vez estimulado
por astutas insinuaciones— para abrir un “segundo frente” que aliviara la
angustiosa situación del Viet-Minh, entonces acorralado, de forma que Castro se
quitó un problema de encima. Casualmente las grandes propiedades cubanas eran
casi exclusivamente estadounidenses, por lo que el Gobierno de este pais exigió
se elevaran las indemnizaciones y se pagaran de inmediato con moneda corriente;
más exactamente en dólares USA, pues desconfiaban del dólar cubano, que cambió
su nombre a peso cubano. La CIA informó que el Grupo Alfa estaba en Bahía de Cochinos.
Al parecer Kennedy se quedó sorprendido, pero se comprometió a invadir Cuba si
la partida se hacía fuerte en las montañas conseguía suficiente apoyo popular. De alguna forma, Castro recibió
información (recuérdese que ya funcionaba el “teléfono rojo”) y esperó a los
contrarrevolucionarios con tanques tras la maleza próxima a la playa. La CIA le
informa de la situación “angustiosa” de los invasores (en realidad, para entonces,
ya se habian rendido los supervivientes) y solicitó que se lanzasen
paracaidistas en su apoyo, lo que fue
rechazado. La Marina propuso la invasión y la Fuerza Aérea el bombardeo de La
Habana hasta la dimisión de Castro. Estas propuestas fueron también rechazadas.
Como alternativa, y justificándose en la falta de una “justa indemnización” por
las expropiaciones prohibe la compra de la cosecha de azúcar. Moscú aprovecha
su oportunidad y firma un contrato por el que se compromete a comprar todas las
cosechas, pagando el 80% en mercancías. Se supone que entre ellas se incluía
armamento. La CIA
insiste en la necesidad de bombardear Cuba hasta que Castro abandone el poder, y
Kennedy se vuelve a negar. Moscú ofrece un sistema de misiles antiaéreos a la
ONU para la instalación, insistiendo en que se trataba de misiles defensivos quizás
para no justificar la instalación de misiles ofensivos en Turquía. Mientras tanto,
en Estados Unidos se estudia la instalación de una barrera de
misiles-antimisiles en las costas Este y Oeste y a lo largo de la frontera con
Canadá, que se denominará proyecto Safeguard. La URSS reacciona iniciando un
sistema integral de defensa anti- misiles. Kennedy acepta la propuesta de la CIA
de bloquear económicamente a Cuba, prohibiendo a todos los paises la
compraventa de cualquier producto, particularmente petróleo, con lo que
consideraban se produciría la asfixia y la insurrección. Los soviéticos
anuncian que venderían a Cuba todo el petróleo que precisaran. Los partidos políticos
permitidos por Batista, que no se habían inmutado por la persecución del POR y
del PC, denuncian el acercamiento a Moscú y, por recomendación de los Estados
Unidos, amenazan con la insurrección. Castro los declara ilegales y encarcela a
los dirigentes que no logran huir. El POR y el PC se fusionan, a pesar de que
este último se opuso a la guerrilla, por considerar que los norteamericanos no
consentirían nunca su victoria, y que era preferible estimular el nacionalismo
de Batista. Con esto se llera al partido único legal. Las refinerías de
petróleo se niegan a procesar el soviético, por lo que son nacionalizadas, junto
con las restantes propiedades estadounidenses. La CIA insiste en la invasión,
que es nuevamente rechazada.
La CIA informó que las plataformas
de lanzamiento de los misiles antiaéreos se estaban transformando en rampas
para misiles superficie- superficie (SSM) y que se estaba montando en la isla
el bombardero ligero Ilyushin Il-28. Ya eran algo anticuados y podían ser
perfectamente interceptados por cazas estadounidenses, pero podían alcanzar
diversos objetivos costeros y próximos. John Kennedy exige a McNamara, Secretario
de Defensa, vuelos de reconocimiento a baja altura para ratificar los datos,
pero éste se niega aduciendo que los SAM aún no estaban en funcionamiento.
Robert Kennedy, en su libro Trece Días, publicado poco antes de su asesinato,
afirmó que ya por aquel entonces sospechaba que la mayoría de los datos eran
falsos (quizás maliciosamente falsos), conjeturas o interpretación errónea de
plataformas SAM en construcción. El. 14/10/62 el Mayor Anderson, pilotando el
avión espía U-2, fletado por la CIA ,
obtuvo fotografias oscuras y borrosas, que a pesar de las interpretaciones de
los técnicos, sólo pudieron convencer a los miembros del Gobierno de que se
trataba de un claro en el campo, preparado para construir una granja o sus cimientos,
llegando a decir el Presidente que le parecía un campo de fútbol. Tres días
después, con fotografías de mejor calidad, se sospechaba que habrían entre 16 y
32 instalaciones para misiles balísticos nucleares de alcance medio –el mismo
tipo que ahora se negocia eliminar de Europa, incluida la URSS , después de 40 años de
amenazas mutuas– entre el centro y el oeste de la isla, cubriendo un arco de 1.850
km. en territorio norteamericano, y que podrían estar operativos en una semana.
La CIA informó que, en relación a las ciudades a las que apuntaban las rampas,
el resultado de su acción se podría cifrar en 80 millones de muertos, pero esto
es falso: los misiles balísticos se disparan verticalmente. No apuntan a ningún
blanco en concreto, sino que están preprogramados para alcanzar objetivos
múltiples, a determinar en el momento del disparo. Tal amenaza, de todas
formas, hacía ineficaz el proyecto Safeguard. Sólo unos meses antes parecía la seguridad
total, pero este arsenal cubano, al dejar al descubierto el flanco sur, elevaría
los ya elevadísimos costes del programa a niveles prohibitivos si se intentara
cubrir dicho flanco. Aparte, la corta distancia impediría la prealerta
suficiente para su intercepción. En su discurso televisado del 22 de octubre,
Kennedy afirmó que no permiría esta amenaza en su frontera sur. Se creó un
Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional, que incluía a varios Generales
y al director de la CIA. Asistieron a algunas reuniones el vicepresidente, el embajador
en la ONU y el y el asesor de asuntos soviéticos. El presidente faltó a varias.
En definitiva, imperó un tono de confianza y rutina incomprensible para lo que
estaba en juego: la vida, si no de toda, de gran parte de la Humanidad. El
representante de la Junta
de Jefes de Estado Mayor apostaba por un ataque militar preventivo, que
destruyese de un solo golpe todas las instalaciones, a pesar de que el
Comandante en Jefe del Mando Aéreo Táctico asegurase que eso era imposible y McNamara
insistía en el bloqueo naval, a pesar de lo cual preparó 500 aviones, munición
y hombres para bombardear Cuba al día siguiente, si se adoptaba tal decisión.
Quizá fuera un amago para amedrantar a los soviéticos. No sólo se bombardearían
las plataformas, sino objetivos militares, artillería costera, puertos y aeropuertos.
Por tanto, eran preparativos de guerra, planes que allanarían el camino a una
invasión. Se reforzó con nuevas tropas la base de Guantánamo, sin informar de
ello al país anfitrión. Se evacuaron a los civiles y se ordenó la alerta
nuclear.
La CIA informó –erróneamente– de que
la ventaja nuclear era de 15 a
1 (¿cuántos millones de muertos contra cuántos?), por lo que la URSS retrocedería. Esto y la
proximidad de las elecciones intermedias (50% de las Cámaras y los Gobernadores,
que tuvieron lugar el 6 de noviembre), le llevó a elegir el bloqueo,
manteniendo la alerta nuclear. Che Guevara fue a Moscú a pedir ayuda para el proyecto
de industrialización (fábrica de acero y puerto pesquero por muchos millones de
dólares) emitiendo un comunicado conjunto por el que la URSS decía haber accedido
a incrementar su ayuda militar por las amenazas estadounidenses. Kennedy
consiguió que Guinea y Senegal cerrasen sus aeropuertos durante la crisis a
aviones conectados con Cuba. La mayoría republicana en el Congreso exigió una
acción militar más enérgica y decisiva, siendo esto contrario a los principios
fundacionales de la OTAN y en concreto, el de mantener abiertos los espacios marítimos.
En el informativo de las 7 en Punto Kennedy, con gan tranquilidad, lanzó el ultimátum:
si la URSS no se comprometía (curiosa palabra para el riesgo asumido en el
pulso, sin más comprobación) a
desmantelar las plataformas, sería detenido, inspeccionado, inspeccionado, y si
se negara, inutilizado o hundido cualquier buque que pudiese transportar cabezas
nucleares, bombarderos, SAM, ASM (misiles aire-tierra, el I1-28 no puede
transportarlos) o sus equipos de mantenimiento, pero indicaba a no se entraría
innecesariamente en un holocausto nuclear. Es curioso que se indicaban objetos
de difícil determinación especial (¿que se entendía por equipos de mantenimiento?)
y nada se decía sobre el objeto de la confrontación, los SSM, tal vez por
olvido, o para no aumentar el temor de la población. Castro ordenó la movilización
general y, al parecer, dos estaciones de misiles balísticos fueron puestas en funcionamiento
(¿se disponía ya en Cuba de estos misiles y con cabeza nuclear?), declaró por
televisión que tal bloqueo era un acto de piratería –el acta de constitución de
la OTAN hace la
misma analogía–, repitió que sólo se habían instalado armas defensivas, no
ofensivas, y se negó a una inspección de la ONU. La URSS dió respuesta a Kennedy, por primera
vez, en el mismo sentido pero no puso en alerta sus fuerzas convencionales ni
atómicas, quizás porque se confiara en su rapido despliegue, sin necesidad de
alerta, quizás porque no deseaban la confrontación. Tal vez era porque interpretaban
con optimismo la inexorable victoria final del socialismo a la que alude Marx
en El Manifiesto Comunista, lo que hace inútil cualquier aceleración y a
tal coste. De cualquier forma, no se puede negar que era un intento tranquilizador.
A estas alturas los demás “socios” de la OTAN no habían sido informados, y ello a pesar de
que, según los pronósticos de dicha organización, un bloqueo naval o una
alerta nuclear conllevaría el ataque preventivo de la URSS contra Europa
occidental destruyendo misiles, aeropuertos o buques que supusieran amenaza
atómica.
Según McNamara, 25 buques de países
de Europa del Este continuaban en dirección a Cuba, al parecer seguidos por
submarinos soviéticos. El bloqueo se cerró de 800 a 500 millas, para dar más
tiempo a tomar la decisión. El Consejo de la OTAN se reunió, por fin. U Thant, Secretario
General de la ONU, pidió a Kruschev que no enviase más armas (algo muy distinto
de las exigencias norteamericanas de desmantelar las bases existentes y
trasladar los cohetes y bombarderos ya suministrados) y a Kennedy que
suspendiera el bloqueo durante dos o tres semanas para iniciar negociaciones,
de forma que éste perdía las bazas morales de su acción. McNamara informó de que,
en hora y media, dos buques soviéticos cruzarían la barrera y un submarino de
esta misma nacionalidad navegaba entre ellos. Quizá poseía torpedos atómicos. Mientras,
en la ONU, el embajador estadounidense ponía contra las cuerdas al soviético,
que carecía de instrucciones para contestar a las rudas inquisitorias. Con ello
el prestigio norteamericano volvía al mismo tiempo a tomar delantera, lo que
forzaba a la URSS
a franquear el bloqueo. Entonces intervino Juan XXIII y, por intermediación del
Patriarca de Moscú, que había manifestado su compromiso por la paz, hizo llegar
un mensaje a Krushev en el que se hacía ver que forzando la respuesta militar
se imposibilitaba la negociación. Una hora antes de llegar a la barrera, los
veinte buques mas próximos pararon maquinas o regresaron a puerto, salvo un
buque cisterna, que forzó el bloqueo, y poco después un paquebote. Se justificó
afirmando que no podían contener cohetes, pero esto no era cierto, y menos
equipos auxiliares o de mantenimiento. En realidad, era una salida a la
cuestión del prestigio, pues en el este se presentó como una victoria sobre el
bloqueo y en occidente se ocultó. Cabe preguntarse si pudo haberse iniciado una
confrontación termonuclear por cuestiones de prestigio.
La situación se hizo estacionaria.
El “teléfono rojo” seguía sin sonar. El viernes 26 Kennedy ordenó preparar “un
gobierno civil para Cuba (...) para después de la invasión”. Algo así se ha
hecho recientemente en la is1a de Granada. ¿Qué fue de su Presidente, del que
no se ha vuelto a tener noticias desde su apresamiento por los Marines?
¿sigue vivo? ¿quién lo juzgó[1]? Se
inspeccionó un buque panameño y otro estadounidense con matrícula del Líbano contratados
por la URSS. Tras
una prospección a través de un reportero de la televisión pública
estadounidense –ABC– Krushev remitió una carta a Kennedy ofertando retirar los misiles
a cambio de la promesa de no invadir la isla la y levantar el bloqueo. Volvía a
insistir en que los misiles eran defensivos y que fueron instalados después del
desembarco en Bahía de Cochinos. Horas más tarde, en la madrugada previa al fin
de semana, mientras el comité de asesores estudiaba la propuesta, el mensaje
fue completado: los misiles de Cuba estaban bajo estricto control soviético (¿esto
era una garantía o una amenaza encubierta ante un posible ataque?) y se exigía
se retirasen los Júpiter de Turquía. Esta propuesta había sido lanzada el
jueves por el Times y el New York Herald Tribune[2] y se basaba en un
estudio que Kennedy había ordenado sobre su desmantelamiento, así como el de
los estacionados en Italia, debido a que existían serias dudas sobre su
eficacia. Entonces un U-2 fue derribado sobre Cuba[3] y
otro sobrevoló la URSS. La CIA dijo que éste se había desviado accidentalmente
de su ruta. Este error pudo tener efectos incalculables. Como dijo Krushev, se
corría el riesgo de confundirlo con un bombardero nuclear y originiar la
catástrofe. Con mucho sentido común no fue interceptado. Mientras, los bombarderos
Il-28 estaban siendo concluidos a marchas forzadas. El Gobierno USA decide
bombardear las bases de SAM a la mañana siguiente, domingo. El Departamento de
Estado aseguró que no se podían retirar los misiles de Turquía, y que, a cambio
de lo de Cuba, no se estaba dispuesto a ningún cambalache.
Juan XXIII vuelve a intervenir y la
decisión se cambia: se aceptaría en secreto las condiciones soviéticas, a
cambio del desmantelamiento de los misiles cubanos y la inspección de la isla
por supervisores de la ONU, pero públicamente se diría que Krushev,simplemente
había dado marcha atrás. El asesinato de Kennedy evitó que se cumpliera el desmantelamiento
de los Júpiter. Krushev fue destituido debido a sus fracasos en los cultivos siberianos
(la tierra virgen demostró ser menos fértil de lo que se suponía) , la descentralización
administrativa y la liberación de la economía (lo que ahora, la perestroika,
está llevando más lejos) y, sin duda, por el pacto americano sobre Cuba. Che Guevara
se indignó por lo que consideró una retirada, sin haber sido consultados, y el
Gobierno cubano impidió la entrada de los supervisores de la ONU, aduciendo que
nadie estaba legitimado para negociar cuestiones relativas a su soberanía. Los Estados
Unidos abandonaron el costosísimo Safeguard antimisiles, continuando con su po1ítica
ofensiva, más barata, pero la URSS prosiguió, construyendo 32 estaciones de
lanzamiento, lo que hacía de Moscú y Leningrado
las únicas ciudades del mundo con una defensa antimisiles. Las conversaciones
SALT-1 obligaron a la URSS
a desmantelar 16 estaciones y la defensa de Leningrado, pero el sistema tiene
tal alcance (sus antenas de radar son como tiendas de campaña del tamaño de 2
campos de rugby) que pueden defender toda Rusia central. Una nueva instalación
de radar en la península de Kamchatka parece que vuelve a asegurar la defensa del
norte, incluyendo Leningrado, como réplica al incumplimiento norteamericano al
continuar sus experimentos en defensa antimisiles, pues la guerra de las galaxias
incumple este tratado.
Hay que resaltar que no existe ninguna
prueba contundente de que llegaran a existir tales misiles balísticos en Cuba,
ni que, de haberlos, hubieran sido desmantelados. Las únicas pruebas aportadas
fueron las fotografías de la cubierta del buque Bratsk, en las que aparecían
dos estructuras alargadas cubiertas por lonas, de tamaño similar a los SS-4. Sin
embargo, estos misiles podían utilizar tanto ojivas convencionales como nucleares,
y no se dijo que se hubiese detectado radioactividad. Además, estos misiles
pueden utilizarse de dos modos: mediante plataforma móvi1 y en silo subterráneo.
Lo más lógico hubiera sido utilizar el lanzador móvil en Cuba, pero éste no fue
fotografiado, ni su vehículo oruga de arrastre, capaz para tranaportar su
dotación de 20 hombres. Tampoco se fotografiaron las obras para silos subterráneos,
y la CIA habló
siempre de plataformas lanzadoras. La URSS nunca reconoció la instalación o el
envío de tales misiles, ni tampoco Cuba. Historiadores actuales empiezan a
dudar de que la crisis de los misiles tuviese una base real. Quizá fue, si acaso,
una horrible tragicomedia montada por Kennedy y Kruschev para frenar las presiones
que sobre ellos ejercían sus estructuras militares. El poeta y soció1ogo Hans
Magnus Henzelsberger, en libro Política y delito, comenta que, a poco de
llegar Kennedy a la Presidencia se dejó fotografiar por unos periodistas en su
despacho. Había unos informes sobre la mesa. Los periodistas ampliaron las
fotografías y leyeron en uno de ellos algo sobre “un precio razonable para una
operacién gambito”. Esta es una palabra italiana que significa ‘cambio’.
Aplicado al ajedrez, define la jugada por la que se sacrifica una o varias
piezas propias por otra u otras del contrario, igualando los valores de las pérdidas,
aunque esperando obtener una ventaja estratégica en las posiciones, o anular o
entorpecer la del contrario. En terminología atómico-militar, es una
confrontación nuclear limitada en la que ambos contendientes soportaran
parecido número de millones de muertos. La argumentación del informe era la
siguiente: de un enfrentamiento nuclear con “reducido” número de bajas, la Unión Soviética ,
dada la superior capacidad de sacrificio de sus ciudadanos (probada en muchas guerras),
y la ventaja de la centralización administrativa y económica para la
reconstrucción, junto con la dispersién de sus centros industriales, saldría
ganando. En una confrontación ilimitada o con cifra de muertos suficientemente
alta, ambos contrincantes perderían cualquier posibilidad de recuperar su
hegemonía mundial, pero había una cifra de muertos para la que la descentralización
administrativa y económica, la densidad de habitantes (mayor y mejor repartida
en EEUU), las extensas superficies agrícolas productivas y la tradición en la
autonomía y la iniciativa descentralizada, daría la ventaja a los Estados
Unidos, que, según elucubraba el informe, tardaría menos tiempo en recuperarse.
Esta cifra de gambito ventajoso, este “precio
razonable”, se cuantificaba en 60 millones de muertos. Habría que reflexionar sobre
si la estrategia de Reagan, su plan de guerra nuclear limitada, no reproduce
dichos argumentos, sólo que él no plantea la limitación en el número de
víctimas, sino en el espacio en que se daría, Europa central, donde las pérdidas
de los paises del Este serían irrecuperables, mientras los Estados Unidos
permanecerían al margen, viendo cómo sus competidores industriales, en la zona
occidental de Centroeuropa, soportaban los costes. En esta estrategia se
inscribe la instalación en Europa de los Pershing II y misiles crucero –bombas
volantes similares a las V-1, aunque con cabeza atómica miniaturizada– que Gorbachov
se ha forzado en anular, mediante negociación como las bombas de neutrones.
En realidad, éstas son obuses disparados desde carros de asalto, lo que reduce
la decisión de convertir una guerra convencional en holocausto atómico al nivel
de comandante: ¿estarán preparados los comandantes de todos los batallones de artillería
de la OTAN para tomar esa decisión? ¿estarían dispuestos a morir o ser
derrotados sin utilizar estas armas puestas bajo su mando, aunque no fueran
necesarias dada la situación global del enfrentamiento o tuviesen orden en
contra?
Durante años me he preguntado cómo
pudo Kennedy dejarse fotografiar con tales documentos sobre la mesa; y peor
aún, permitir que fuesen publicados. La nueva interpretación de algunos
historiadores sobre la crisis de los misiles daría nueva luz al informe sobre “un precio razonable”: ambas maniobras perseguirían
movilizar a la opinión pública contra la presión del Pentágono. Si ello fue
así, se podría decir que el asesinato privó a la Humanidad de la posibilidad de
poner freno a los militares.
Mientras, el mundo enfrentaba otras
amenazas. En el Acta de Independencia de Vietnam se fijaba un plazo de dos años
para realizar elecciones libres y unificar el país. La CIA hizo una prospección de
intención de voto y descubrió que, en unas elecciones libres, vencería el Viet-Minh
o ‘Frente de Liberación de Vietnam’. los americanos lo llamaron burlescamente “Vietcong”,
juego de palabras entre Viet-Nam, comunistas y Mekong. En realidad, era una
coalición de varios partidos nacionalistas y el Partido Comunista. Quizás
enterado de tal prospección, o por sus propias evaluaciones, el Presidente
provisional de Vietnam del Sur inició negociaciones, frenó la represión e incluso hizo concesiones al Frente
de Liberación. Entonces la CIA
puso en acción a un grupo idóneo de militares,
previamente seleccionados, y se produjo un golpe de Estado, declarándose la
República Independiente de Vietnam del Sur, que se negó a convocar elecciones y
a la reunificación. Cuando estos militares se consideraron asentados en el
poder y conocieron directamente la inseguridad de la situación interior, trataron
de distanciarse de losEstados Unidos y entablar contactos con el Viet-Minh. Al llegar a este
punto, la CIA
pone en acción a los siguientes militares de su lista, hay un nuevo golpe de
Estado, y todo vuelve a empezar. Este proceso se repitió en varias ocasiones,
con lo que el poder perdió cualquier atisbo de legitimidad o autoridad. Los
fusilamientos, la represión indiscriminada –muestra inicial de la obediencia
americana– y la corrupción llegaron a límites insufribles, así como la
persecución a los budistas (los militares seleccionados habían recibido una
educación francófila y católica), con lo que se perdió cualquier posible apoyo
popular, sobre todo en las zonas rurales. La CIA informó a Kennedy de las “desviaciones”
del último gobierno, puesto por ellos, y solicitó permiso para un nuevo golpe
de Estado. Al contrario de lo que esperaban –de la licencia para todo a la que
les tenía acostumbrados Eisenhower–, se negó, argumentando que sólo se podría “mantener”
Vietnam del Sur consolidando su democracia, la tolerancia religiosa y el
apoyo popular y acabando con la corrupción. Envió al Vicepresidente Johnson
para que se informara en profundidad de la situación. Por eso algunos historiadores
sospechan que, en las negociaciones sobre la crisis de los misiles, en las propuestas
de Juan XXIII, e incluso en los acuerdos, podrían haberse incluido la
reunificación y neutralización (“finlandización” o “afganización”, en el
lenguaje de la época, para definir la política de no alineamiento en países
situados en “zona caliente”) de Vietnam; tal vez, de Corea o incluso de Alemania.
La muerte de los participantes en aquellas negociaciones secretas (Kennedy, Juan
XXIII, Krushev y, por último, el Patriarca de Moscú) dificultan la posibilidad
de que lleguemos a conocer, algún día, su contenido. Frente a la estrategia del
golpe contínuo, Kennedy había considerado que la política de la Alianza
para el Progreso –él decía “aliansa para progresso”, en su castellano
chapurreado para “sudacas”– podría aplicarse al Sudeste asiático, poniendo
especial atención a la reforma agraria[4]. El 1
de noviembre de 1963 se producía, finalmente, el golpe de Estado prohibido por
Kennedy. Asesinaron a todos los miembros del derrocado Gobierno. Tres semanas
más tarde Kennedy también moría, asesinado por –así sentenció la justicia
norteamericana– un antiguo agente de la CIA, implicado en el reclutamiento de
mercenarios para la guerrilla contrarrevolucionaria, y en la propaganda
castrista entre los (huidos) cubanos en Florida (¿método para detectar
interesados en la guerrilla, o infiltraciones castristas entre los refugiados?)
después de un viaje a Moscú. Su esposa era rusa evadida.
108.Flos florum (‘flor de las
flores’)
De la misa forma que Roosevelt precisó ofrecer la Vicepresidencia
a Truman, para conseguir el voto conservador y, quizás, financiación para la
campaña electoral, Kennedy hizo tándem con Johnson, de manera que la muerte
súbita de ambos presidentes dejó el poder en manos de personas ideológicamente divergentes
con su predecesor. Truman autorizó el uso de la bomba atómica, a lo que Roosevelt,
ante la inminencia de la victoria, se negaba; incumplió los pactos de Teherán y
Yalta
con sus aliados,incluso el de Postdam, firmado por él mismo; dividió al
mundo en dos zonas económicas, la del dólar y la del rublo; alteró los ideales
de paz, convivencia, librecomercio y autonomía de los pueblos bajo la cámar
legislativa de la ONU, en amenaza contínua de venganza abierta, guerra fría,
guerras coloniales y civiles. Sustituyó la alianza antinazi por la reconstrucción
del “cordón sanitario”: NATO, SEATO (Tratado del Sudeste Asiático), ANZUS
(Australia, Nueva Zelanda y USA) y CENTC, el Tratado “Central” firmado en Bagdad
que une la NATO
y la SEATO desde Turquía a Pakistán. Truman, el abo-gado del gánster Pendergrast,
encargado de la Secretaría del Tesoro en garantía del cumplimiento del pacto
con la mafia, por
la que ésta facilitaría información y efectuaría sabotajes en la Italia fascista, volvió del
revés la política de su antecesor, al que no sustituyó por un proceso
electoral, sino por la muerte súbita durante su mandato.
Hay que reconocer que Jhonson no obstruyó
completamente los proyectos de política interior en marcha. Por ejemplo,
continuó con la integración de los negros, entre otras medidas progresistas,
aprovechándose de la mayoría demócrata en las Cámaras, de la que Kennedy carecía,
y de la menor oposición que su historial concitaba, así como la favorable situación
psicológica provocada por el asesinato de su antecesor. De esta forma, consiguió
algunos éxitos donde Kennedy había sido derrotado legislativamente o por la
interpretación retrógrada del Tribunal Supremo, pero abandonó el apoyo a la
investigación científica, punto significativo en la idea de progreso de aquél;
toda reforma fiscal en aras de una distrubición de la renta más equitativa; y
la continuación de los planes que Kennedy había periodificado por etapas, al
objeto de no suscitar excesiva confrontación. Por todo ello, se quedó en la
primera fase, ya iniciada, por ejemplo, del plan de integración racial. No
obstante, fue en política internacional donde el cambio fue más drástico. Apoyó
a diversas dictaduras y golpes de Estado en Sudamérica (en Bolivia, por ejemplo,
“legitimando” la posterior acción del Ché) y en Vietnam. Dio fin al intento de
coexistencia pacífica y guerra abierta en el sudeste asiático.
De igual manera, la muerte inesperada –pues aunque
era octogenario gozaba de buena salud– de Juan XXIII, trastocó el futuro de la
Iglesia. Su sucesor, el cardenal Montini, Secretario de Estado de Pío XII
durante la guerra, había sido, junto con Don Sturzo, el reorganizador de la Democracia
Cristiana y, durante la primera sesión del Concilio, expresó la necesidad de dirigirlo, de encauzar sus objetivos
y mantener la pureza doctrinal. Con estos antecedentes, coronado como Pablo VI
(1963-1978), el Papa Montini dirigiría 3 de las 4 sesiones que el Concilio
celebró.
Llama la atención que no fuera el propio Concilio
quien lo eligiese, siendo éste un órgano más representativo y numeroso que el Cónclave,
estando aquél convocado, aunque en “vacatio legis”, y gozando ambos de
inspiración divina. En este sentido fue providencial –o demoníaco– que Juan XXIII
muriese, de improviso, precisamente en un período intersesiones. Cuando la Curia pretendió que el Papa
interviniese para evitar lo que ellos consideraban errores (consecuencia de su visión
del mundo desde las rejas de la clausura vaticana, desde la torre de marfil de
la alta política y la teología, y no desde la cotidianeidad de la calle o el
suburbio, desde posiciones conservadoras con las que se había hecho causa común,
y no desde los contactos con la miseria, el hambre, las reivindicaciones, la
persecución e incluso la guerrilla como última via), Juan XXIII respondió
expresando su confianza en la intervencón divina en las decisiones de los
Santos Padres reunidos en Asamblea. Sin embargo, Pablo VI debió albergar serias
dudas, porque desde un principio se empeñó en corregir el curso de los debates,
y hasta las decisiones tomadas, llegando a modificar o añadir textos a
documentos aprobados por votación. El Concilio fue consciente del cambio
operado y moderó sus planteamientos y expresiones, tratando de defender lo ya conseguido
y la obediencia futura a las resoluciones finales. La Curia , en cambio, decidió
atacar a fondo y sacar partido del espíritu dubitativo e irresoluto del nuevo
Papa. Presiones y continuas amenazas forzaron una y otra vez a Pablo VI a
intervenir, en aras a la unidad eclesiástica, con lo que se convirtió en un
intermediario entre dos poderes que, en contra de lo estipulado en los cánones,
de pronto, se situaban a la misma altura de facto. Esta curiosa
situación recuerda la de la Rusia prerrevolucionaria, pero ni la Curia era un
remedo de Parlamento (como la
Duma ) consciente de su falta de representatividad y pérdida
del control, ni el Concilio era el Soviet Supremoo de todas las Rusias
(asamblea de representantes de los soviets de las principales ciudades y las
nacionalidades) decidido a forzar el cambio revolucionario sin dilaciones. En
parte esto era así porque el Concilio contaba con la legalidad a su favor y las
consecuencias anteriores, que tenía que defender. Tampoco el Papa era un
Presidente incompetente, , a pesar de sus defectos, apoyado en una minoría poco
representativa, cubierto de múltiples y costosos errores (Guerra Mundial y hambre),
y con la oposición popular. Aunque se puede mantener la comparación anterior en
tanto que existían dos poderes paralelos, con intentos de intermediación en la cúspide, el Concilio optó por
respetar las exigencias de la Curia, a pesar de que ésta, antes del Concilio,
nunca fue tan respetuosa con los obispos, a los que consideraban una especie de
pintoresquismo colonial, desconocedores de la teología y la política, y que,
tras el cambio de Papa, retomaban su postura despreciativa, prepotente y hostil
a toda reforma.
La verdadera batalla de Pablo VI fue larga, y se
inicia tras la clausura del Concilio, cuando las fuerzas allí representadas se
encontraban lejos y dispersadas. Declaró que se habían producido excesos en las
decisiones. Se convirtió en adalid de la pureza doctrinal, es decir, la
tradicional, consiguiendo paulatinamente la puesta en duda y el olvido de los grandes
avances, particularmente en la exigencia de la colegialidad de las jerarquías, la
del Papa con los obispos, retrocediéndose hasta una situación preconciliar: se
restablece el centralismo y el poder personal del papado, tal como fue legitimado
por el Concilio Vaticano I, en el siglo XIX. En este ambiente se puede
comprender la eclosión del pseudocisma holandés. Su principal pseudoherejía,
que los fieles pudiesen tomar con sus manos las hostias ha tenido que ser
admitida por razones higiénicas. Más aún, han surgido teologías izquierdistas y
movimientos católicos juveniles que aspiraban a revolucionar desde dentro la
Iglesia–. Ejemplos interesantes son la derivación obrera de algunas ramas de
Acción Católica y el movimiento Cristianos por el Socialismo. En
general, se consiguió comprender y demostrar que las ideas socialistas no eran
diametralmente opuestas al cristianismo, sino confluyentes en importantísimos
elementos con el populismo evangélico. Por otro lado, también se produce el
atrincheramiento reaccionario de ciertas
jerarquías eclesiásticas, especialmente del Opus Dei. Oculto tras un
pseudoliberalismo económico y buenas tácticas publicitarias, ha ido ganando
fuerza dentro y fuera de la Iglesia, sin cesar[5]. La
defección de Monseñor Leffevre , com sus sucursales en Vietnam y el Palmar de
Troya, también son consecuencias muy simbólicas. Quizás lo que más afectaría al
futuro de la Iglesia fuese la designación, en los últimos años de Pablo VI, de 30
nuevos cardenales, que harían causa común en los siguientes cónclaves,
alterando la correlación de fuerzas.
En el escudo de armas de la familia Montini figura
una flor de lis; la más aristocrática de las flores. ¿Podría interpretarse como
la flor de las flores? También podría relacionarse el lema con la coronación de
Juan Carlos I como Rey de España, ocurrido bajo este papado, pues casi en todos
los lemas malaquianos la plabra flor o lis coinciden con hechos históricos de algún
Borbón. Esta íntima relación entre el Vaticano y los Borbones se mantiene
fuerte: la primera visita oficial de los nuevos reyes a un país extranjero, fue
al Vaticano, a rendir pleitesía a Pablo VI. Él, tratando de ser cordial, tras
la entrevista, frente a los reporteros, lanzó un trasnochado “Arriba España”, slogan
de otros tiempos que imitaba el “Deutsch für allen” hitleriano, provocando,
al recuperarse de su sorpresa, la carcajada del Rey. Otra posibilidad es acudir
a la definición conciliar del papado como cabeza de la colegialidad. Se
trataba de un consenso entre el Concilio, que exigía absoluta colegialidad, y la Curia , que exigía la
permanencia de la definición constitucional del Vaticano I, como “cabeza
visible de la Iglesia, vicario y representante de Cristo en la Tierra”, lo que
excluía de la “cabeza” o capacidad directiva y pensante, y de la representación
del Cristo, a todos los demás miembros de 1a comunidad de creyentes. La
interpretación, bastante restrictiva, de esta “colegialdad”, no fue la convocatoria
de ningún otro Concilio desde el Vaticano II, ni la consulta o encuesta a los
obispos, sino la constitución de un órgano nuevo, el sínodo de obispos. Éste
imita al órgano fundamental de la Iglesia Anglicana. Se basa en los sínodos episcopales,
en los que el obispo se reúne con sus sacerdotes, y en las conferencias episcopales
de cada país, estipuladas por el último Concilio. Por el contrario, el sínodo
de obispos sólo es convocado y designado por el Papa y la Curia cuenta con una representación
despronorcionarda. Esto convierte a dicho órgano en poco menos que un mecanismo
de aquiescencia y legitimación de las decisiones ya tomadas por el Vaticano. En
este aspecto, dicho Sínodo, en el que el Papa sería “obispo de los obispos”,
daría una poética interpretación al lema “flor de flores”.
Pablo VI fue el primer Papa que cruzó el Océano,
pronunciando un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Cualquier referencia en los lemas a navegante, peregrino, predicador, pastor,
etc., estaría más justificado para este hombre que ningún otro antecesor.
Desde la proclamación de la República Popular de
China, los Estados Unidos buscaron un “socio” con una inmensa población para
oponerles fuerza, ya que la disponibilidad de bombas atómicas había dejado de
ser monopolio norteamercano. El único (y
sólo por un tiempo) fue la India ,
pero ésta, junto con Egipto, Yugoslavia y Cuba, encabezaba el Movimiento de los
Países No Alineados. Para conseguir atraerlo utilizaron a “Alimentos para la
Paz”, una organización gubernamental que compraba los excedentes productivos de
los EEUU y los “regalaba” a países pobres a cambio de condicionar sus políticas.
De esta forma, se conseguía mantener unos precios alimentarios elevados mentras
se criticaba la política del Mercado Común, pero la India de Indira Ghandi buscaba
su propio camino hacia un socialismo no marxista. Una de sus medidas para conseguir
la autosuficiencia industrial fue nacionalizar, entre otras cosas, los
lubricantes para motores, generalmente extraídos de la soja, cultivo muy
extendido en la
India. Casualmente las empresas de lubricantes eran
estadounidenses, por lo que estos cancelaron su programa de “Alimentos para la Paz”,
condenando a muerte a varios millones de personas. Pablo VI compró excedentes
de trigo en los mercados internacionales (es decir, productos norteamericanos)
y los regaló a la India. Quizás fue su decisión más claramente opuesta a la política
USA –recuérdese que en ningún momento les llamó a la paz; ni siquiera hizo
referencia a lo que ocurría en Vietnam– pero no evitó que, al año siguiente, la In dia se rindiera, devolviendo
a sus dueños americanos las empresas nacionalizadas.
109.De Medietate lunae (‘la media
luna’ o ‘la medianía de la luna’)
El hecho de que Juan Pablo I (1978) fuese el
primer Papa de la historia con nombre compuesto puede ser un indicio de la tensión,
a pesar de la brevedad de su mandato, y del equilibrio de fuerzas entre los
partidarios de Juan XXIII y los de Pablo VI, en el Cónclave que lo eligió.
También demuestra el talante mediador y conciliador del nuevo, bondadoso y
sonriente Papa, posiblemente designado mediante pacto o consenso para conseguir
mayoría.
De antiguo se había interpretado que este lema
definiría a un apóstata, o cristiano procedente de algún país musulmán. También
se pensó en una victoria sonada sobre, destrucción o conversión de todos los
musulmanes. Al iniciarse la carrera espacial se pensó que durante este papado
se pondría el pie en la Luna.
Desde 1960 se supuso que se alunizaría, nuevamente, pero en la cara oculta, o
que se colonizaría la Luna. Tampoco podría ser una referencia al integrismo
islámico, pues la revolución contra el Sha en Irán se produce en 1979, y el
chiísmo toma fuerza a partir de entonces. Juan Pablo I nació en Canale de Agordo,
de la diócesis de Belluno –nombre que recuerda a ‘luna bella’–, en cuyo
seminario estudió y fue profesor. También fue Patriarca de Venecia (como Juan XXIII),
ciudad que en el Renacimiento tuvo una puerta que daba salida hacia el muelle
con una media luna, indicando que era el punto de partida del comercio hacia
Oriente Medio. Otra posibilidad es la referencia a la breve duración de este Papa,
un mes, entre el 26 de agosto y el 28 de septiembre, pero entonces el lema debería
haber sido “una luna”, no “media luna”. Al durar un mes su reinado es lógico
que la luna presentara la misma fase, aproximadamente cuarto menguante, a su
designación y a su muerte. Según la
Curia ésta se descubrió a las 9 de la mañana. ¿Estaba
acostado, sentado o caído al suelo? ¿Qué hacía? ¿Escribía algo? Nada se aclaró.
Diversos visitantes a la Plaza de San Pedro habían visto encendidas las luces
del dormitorio papal durante toda la noche. ¿Ningún vigilante descubrió este
hecho? ¿A nadie se le ocurrió preguntar al reciente Papa si deseaba algo durante
tantas horas? ¿Nadie entró en la habitación hasta las 9 de la mañana? El Gobierno
italiano ofreció un servicio de médicos forenses para realizar la autopsia,
pero la Curia publicó
una respuesta de carácter airado, en la que se negaba a que se efectuase la
autopsia, asegurando que no cabía la menor duda de que se había tratado de un
ataque cardíaco, y argumentando que el Vaticano era un Estado independiente,
con plena soberanía nacional, reconocida por los Pactos de Letrán. La
diplomacia y el sentido común, hubieran aconsejado agradecer el ofrecimiento y
desestimarlo cortésmente, por innecesario, pero sin ofenderse, sin tomarlo como
un insulto, como si se tratara de un intento de invasión, ni sacar a colación
el Concordato firmado con Mussolini. Un mes después, unos escaladores descubrieron
en la cima de un monte de Turín, en el buzón destinado por la Federación de Alpinismo
a estos efectos, el acta de culminación de escalada firmada por el cardenal
Albino Luciani, difunto Juan Pablo I. Consultada la Federación comprobó que figuraba
registrado dicho ascenso, pocos meses antes de su elección como Papa. Aunque no
era un monte difícil ni especialmente peligroso, ¿cómo pudo morir de un ataque
al corazón quien meses antes escalara una cima sin ninguna dificultad cardíaca
o respiratoria? Al parecer, el Papa, la noche antes de su muerte, había tenido
una muy agria discusión con los curiales, hasta altas horas de la madrugada, en
la que se escucharon gritos e insultos por ambas partes.
Se dijo que, en la discusión, entre otros temas,
surgieron los económicos. Más tarde salieron a la luz pública los problemas
financieros del Vaticano. La causa inmediata era la depresión económica, que había
originado una disminución en las recaudaciones y aportaciones estatales, sin
que se hubiesen reducido los gastos. El Vaticano, a través del Instituto para
las Obras de Religión, estaba conectado con una cadena de Bancos, entre los que
se encontraba el Banco Ambrosiano, del que era garante para algunas
operaciones. Tenía sucursales en muchísimos países de Europa y América (del
Norte y del Sur); sobre todo, en Italia, Reino Unido, Suiza y Estados Unidos. En
éstos había varios de ellos, algunos adquiridos recientemente, en situación de
quiebra declarada o encubierta. Esta situación era similar a la de RUMASA en España,
también vinculada al I.O.R., a través de un préstamo del Opus Dei que, al
parecer, fue condonado a cambio de su reciente reconocimiento como Instituto
Secular de la Iglesia, lo que le dio oficialidad. Todos estos bancos tenían en común,
además de operar mucho con la Iglesia, tener muchos directivos italianos, algunos
de ellos vinculados a la mafia, entre los que destacaba el cerebro Miquele
Sindona, Director General o principal accionista de muchos de éstos. Su negocio
principal, de forma desproporcionada y sin cobertura, eran arriesgadísimas
transferencias especulativas de divisas, la mayor parte de las cuales resultaban
fallidas con ingentes pérdidas, aunque algunas eran sonados triunfos con
beneficios cuantiosísimos. La policía italiana, tras la quiebra del Banco
Ambrosiano, investigó quiénes eran los beneficiarios y quiénes los perjudicados
finales de tales operaciones con divisas. El Director del Banco Ambrosiano,
Robarto Calvi, desapareció, siendo encontrado en Londres, semanas más tarde, colgando
de un puente, sin que haya podido esclarecerse si se trató de un suicidio o un
asesinato. Miquele Sindona fue apresado, muriendo envenenado en una cárcel donde
estaban recluidos muchos otros mafiosos, tras injerir un café que le llevó a su
celda el capellán de dicha cárcel. El Papa actual se negó a facilitar a la policía
italiana los datos de préstamos y transferencias de fondos que dicho banco
realizó por encargo del Vaticano. Con ello, la investigación entró en vía
muerta.
Las transferencias de fondos a ambos lados del Océano
nos llevan a otro nudo gordiano de la Iglesia actual. Desde los años veinte, el
Vaticano depende económicamente de América; especialmente de los Estados Unidos.
Ello se debe a las sucesivas caídas de monarquías católicas en Europa,
sustituidas por Repúblicas laicas; el incremento demográfico (especialmente, de
minorías latinas) y económico del nuevo continente, así como la
necesidad de legitimación moral de los gobiernos americanos, particularmente
las dictaduras; la frustración ideológica que supuso la Gran Depresión de
1929 en Estados Unidos, cuando se pensaban que era la auténtica tierra de
promisión; el apoyo que los conservadores de dicho país concedieron a los
curas, al comprobar la facilidad con que se podía recorrer el camino
protestantismo-materialismo-ateísmo-progresismo, al no existir una jerarquía
que controle las interpretaciones y encauce a los fieles; y, finalmente, la
situación financiera de los Estados Unidos que, tras la II Guerra Mundial los
convierte en potencia hegemónica del hemisferio occidental. Hay quien interpreta
que el inicio de las conversaciones con Mussolini fue motivado por necesidades
económicas, pues se pretendía sacar provecho del Concordato. Es en este tiempo
cuando el Vaticano contrata los servicios del mafioso Nogara, para que invierta
los excedentes. Gran parte de estos fondos fueron a Suiza y Estados Unidos. Allí
se compraron acciones de empresas industriales, muchas de ellas fabricantes de
armamento, que posteriormente integrarían el programa de desarrollo nuclear –¿se
vendieron entonces las acciones, cuando la represalia masiva aseguraba
los mayores dividendos? –. Se compró la mayor fábrica italiana de preservativos,
en la que Nogara consiguió que se contratase como Director General a un sobrino
de Pío XII. Cuando en 1935 Mussolini declara la guerra a Abisinia, se invierte
en las principales industrias bélicas. Quizás entre ellas estuviese la fabricante
de las toneladas de gas mortífero arrojadas sobre los ejércitos que, armados
con lanzas y escudos, tuvieron que enfrentarse a los cañones, tanques y aviones
italianos, bendecidos eclesiásticamente y fabricados con dinero vaticano,
mientras Pío XI, en lugar de llamar a la paz, advertía de las bajas italianas que
se iban a producir y de las limitaciones que no debían sobrepasar los
defensores (los de las lanzas) para “no perder su inocencia”, lo que provocó la
protesta inglesa.
La dependencia americana se notó cuando los
conservadores bostonianos desatan una campaña contra la reelección de Roosevelt.
Conociendo éste la situación económica que la recaudación de fondos estaba originando
para la Iglesia Católica, le bastó ofertar el nombramiento de embajadores para que
el Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pacelli, viajase personalmente a
los Estados Unidos para acallar a los sacerdotes que dirigían la campaña. Sin embargo,
a pesar de tal dependencia, la representación de la jerarquía norteamericana es
desproporcionadamente baja. Hasta ahora ha bastado la amenaza del “revolucionarismo”
sudamericano para controlar las presiones progresistas del catolicismo USA –sobre
todo en temas sexuales– pero el poder del dinero es incontestable y llegará un
momento en que Roma se verá desbancada por los norteamericanos.
110.De labore solis (‘El trabajo
del sol’)
Llama la atención que el Cónclave que eligió a
Juan Pablo II en 1979, durase
aproximadamente el mismo tiempo que el anterior, a pesar de la proximidad de
aquél, y de que Karol Wojtyɫa ya hubiera sido anteriormente considerado. Esto
demuestra que fue difícil conseguir la mayoría. El nombre elegido por el nuevo
Papa parece indicar un nuevo consenso, pero la historia nos demuestra que estas
circunstancias de equilibrio, de consenso, no se repiten nunca. La evolución reciente
del Partido Comunista de la Unión Soviética, que en teoría no debería haber
tenido nada que ver con la Iglesia Católica, muestra una clara semejanza con la
correlación de fuerzas dentro de su alta jerarquía. Ambas instituciones,
P.C.U.S. e Iglesia Católica, enfrentan situaciones internas parecidas. Ambas
son extremadamente sensibles a las filtraciones de los medios de comunicación,
sobre los que ejercen un directo control, evitando la salida al exterior de
todo lo que pueda parecer disensión interna, lo que produce, a los de fuera,
una falsa apariencia de “perfecto” inmovilismo. Ciertamente, todas las
tendencias colaboran a mantener el hermetismo, bajo la amenaza de la expulsión (por
revisionista unos, por hereje otros) de toda disidencia, antes de que llegue a
hacerse pública su existencia. En la práctica, sus máximos dirigentes,
Secretario General y Papa, bajo una apariencia de poder omnímodo, recuerdo de
épocas pasadas, se enfrentan a rigurosas críticas de sus bases, absolutamente
impensables unos años antes, que merman su capacidad de maniobra. El problema
que enfrentan estas bases, aplastadas por el peso de la ortodoxia y la pureza
doctrinal, es la falta de fuerza suficiente para conseguir un profundo y
perdurable cambio. Son las altas jerarquías, próximas al teórico poder supremo,
las que sacan provecho de tal situación, desvirtuando la visión de la realidad,
que presentan como constantemente amenazadora. Esta situación es diametralmente
distinta en las organizaciones pluripartidistas, pues el tránsito de uno a otro
partido actúa como válvula de escape, y la exigencia de rígida disciplina, de
absoluta obediencia a los acuerdos adoptados –a pesar de todo lo que conlleva
de contradictorio– es aceptada con toda normalidad, permitiendo a sus
dirigentes la máxima libertad para los cambios internos de trayectorias. Quizás
no sea ocioso recordar el “cambio” del PSOE respecto al paro y la OTAN , entre otros temas.
Naturalmente la situación extrapartidaria es distinta, pues aquí las realidades
sociales, económicas y culturales, los poderes fácticos y los votos, son
condicionantes básicos.
A la muerte de Stalin ya existían dos grupos
divergentes. Un historiador húngaro dijo que en la URSS existe, permanentemente,
un partido único con dos facciones opuestas, mientras que en los Estados Unidos
existen dos partidos opuestos que conforman una facción única, pues sus
planteamientos son casi idénticos. Así, estaban, por un lado, los partidarios
de continuar el stalinismo, encabezados por Molotov, y los de cierto “liberalismo
económico” y aperturismo político, por otro, dirigidos por Malenkov y el
contradictorio Beria. Malenkov, prestigiado por sus éxitos económicos y probada
eficacia, fue elegido por el Comité Central Jefe del Gobierno y Primer Secretario
del Partido. Para su desdicha, ante sus valientes y rápidas reformas todos sus
oponentes se unieron. El cargo de Jefe de Gobierno fue sustituido por tres
Primeros Ministros –Malenkov, Beria y Molotov– y la Secretaría del PCUS se
hizo colegiada, sustituyéndose a Molotov por 5 personajes oscuros y, aparentemente,
manipulables. Esto significaba un reparto transaccional del poder. Entre los
miembros del nuevo Secretariado destacaba el inteligentísimo Kruschev, antiguo
minero y oscuro funcionario, siempre eficaz, pero nunca reconocido en toda su
valía, dada su forma personal, abierta, dialogante y crítica de hacer las cosas
(las similitudes con la trayectoria vital de Juan XXIII son curiosas), lo que
se consideraba una peligrosa locura en tiempos de Stalin. Kruschev comprendió
la imposibilidad de triunfo de cualquiera de los dos grupos, y decidió
emprender un camino intermedio. Sus análisis se vieron confirmados por el levantamiento
obrero de Berlín. Sus obreros pretendían que se extendieran las reformas de
Malenkov y se hiciera ostensible el descontento popular hacia los stalinistas pero,
como ocurre tantas veces en la historia, sus resultados fueron los contrarios. En
occidente se propagó que había sido un levantamiento “anticomunista”. Partido,
policía y ejercito exigieron un “cambio” –hacia atrás–. Beria fue acusado por
su pasado represor, como Jefe de la
NKVD y, posteriormente, Ministro del Interior, en tiempos de
Stalin (olvidando su actual defensa de la apertura) y fusilado. Malenkov, asustado,
retrocedió a posiciones moderadas. Molotov reflexionó sobre la situación creada
y optó sinceramente por una mínima reforma buscando el apoyo de Kruschev. Los
malos resultados económicos y agrícolas hunden la única baza de Malenkov, que
se ve obligado a dimitir de la
Jefatura del Gobierno siendo nombrado director de una central
eléctrica hasta su jubilación. Le sustituyó Bulgarin, amigo de Kruschev,
quedando éste como Secretario General único. Molotov, creyendo alterada la
situación, vuelve a posiciones stalinistas y se niega a firmar los Tratados de
Paz con Japón y Austria, tras la retirada de las tropas soviéticas, como antes
se había hecho en Irán, Noruega, Finlandia, China y Corea. Entonces llega el XX
Congreso del Partido y Krushev se desembaraza de cualquier oposición,
insistiendo en la necesidad de una rápida democratización interna de los partidos
comunistas (vuelta a las “normas leninistas”) y lee un desconcertante “informe
secreto” (al parecer redactado por Malenkov meses antes) en el que se destruye
el mito de Stalin, y, de paso, a los stalinistas. Los fracasos de Kruschev en
política exterior (el levantamiento de Budapest, posiblemente complicado por
el stalinista Comandante de las bases militares soviéticas, y la intervención
americana en Vietnam, acabando con su preconizada política de coexistencia
pacífica); en economía; agricultura (las tierras vírgenes de Siberia se
mostraron escasamente fértiles tras el agotamiento de los primeros años, por
el difícil equilibrio de la naturaleza) y descentralización administrativa,
acaban con él, que es jubilado, siendo sustituido por Bresnev. Aun así, ya no
podía ser la vuelta al simple stalinismo, como pretendía Molotov, sino algo
mucho mas sofisticado y matizado, basado en un poder bastante más colegiado. En
teoría, va concentrándose en sus manos al mismo tiempo que su vejez le imposibilita
tomar decisiones. En la práctica, las toman en la sombra sus colaboradores.
Esta situación cambia a su muerte: Andropov retorna al camino de Krushev de la
coexistencia pacífica, que ya se había ido perfilando en los últimos años, y la
apertura política. Sus reformas chocan con las posiciones del Comité Central, produciéndose
agrias discusiones. Su inesperada muerte cierra este camino, siendo elegido un hombre
de “transición” en lo vital (se esperaba su próxima muerte), Chernienka,
profundamente stalinista, pero que comprendía (él o sus colaboradores, pues su
incapacidad física era notoria) que no se podían utilizar métodos represivos,
sino el control de las jerarquías intermedias. Fue esta política de
sustituciones la que lleva a los progresistas a tomar causa común, a dar la
batalla definitiva y sin concesiones: la experiencia Gorbachov, que esperamos
pueda consolidarse. Es decir, nunca un hombre de “consenso” ha sido, ni ha
podido ser, sustituido por otro de semejantes características.
Wojtyɫa aparece como una persona contradictoria y
difícil de etiquetar para quienes sólo lo conocieran superficialmente. El
primer Papa no italiano desde el holandés (de Utrech) Adriano VI, muerto en
1523, 456 años antes –es curioso que el lema malaquiano no se refiera a este
hecho– había pertenecido en su juventud a grupos de teatro, lo que parece
indicio de liberalismo. Sin embargo, durante la ocupación alemana, en lugar de
integrarse en los movimientos de oposición, de apoyo u ocultamiento de judíos,
o en la guerrilla, trabajó en una fábrica de bombas, dirigida por oficiales de la S.S . Como cardenal, en lugar
de oponerse frontalmente, como hicieron otros, tuvo frecuentes contactos con
dirigentes del Partido Unificado de los Trabajadores Polacos, lo que le valió
la consideración de pro-comunista. A
pesar de estas acusaciones, estos contactos eran negociaciones diplomáticas, en
las que hubo exigencias, oposiciones, dicursos amenazadores y críticas públicas,
que algunos interpretaron como defensa de la democracia. Si se analizan en
profundidad sus pretensiones se observa que se centraban en conseguir
prerrogativas y privilegios para la
Igle sia, apartando a un lado la situación política general y
los derechos de otros grupos y minorías, e incluso del pueblo en general. Esta
actitud ha sido tradicional en la jerarquía católica y resulta más evidente
desde la Revolución Francesa, cuando la defensa de los intereses de clase se
hace notoria, y, más aún, en la relación con los paises fascistas (Italia,
Alemania, España, etc.), bajo los mandatos de Benedicto XV, Pío XI y Pío XII.
La utilización pública, reiterada y ostentosa del terciopelo rojo, el armiño,
el oropel y el báculo de oro, muy propios de la Iglesia polaca, inciden en
tal sentido, que serían admisibles en épocas pretéritas, pero que en ningún país
de la OCDE se osaría repetir, y que contrastan con el nivel de vida medio de
gobernantes y pueblo polaco, exentos de lujos. En la misma línea hay que catalogar,
tras la designación de Juan Pablo II, la instrumentación del Sindicato
Solidaridad como moneda de trueque para la negociación de privilegios
eclesiásticos frente al Estado, para lo cual se utilizó la propaganda (y, tal
vez, el apoyo económico) en la OCDE y así conseguir la sustitución de los
iniciales dirigentes obreros (fundamentalmente los de las minas del interior),
izquierdistas, por elementos pro-eclesiásticos.
Al poco tiempo de su coronación empezó a hablarse
de un nuevo Concilio. Más tarde se dijo que sería un Concilio para corregir los
errores y abusos del anterior, pero el recuento de los partidarios de una y
otra línea demostró que sus consecuencias serían las opuestas, por lo que se
decidió realizar dichas “correcciones” desde el centralismo papal, abandonando
cualquier apariencia de colegialidad o consulta, e iniciando una etapa de
represión, sobre todo mediante excomuniones, que pretenden reinstaurar la
autoridad indiscutible. El temor a la expulsión elimina debate e invisibiliza disidencia.
Preparando el terreno, se cercenan posibles votos de algunas tendencias, por si
fuera necesario, finalmente, convocar a Asamblea: igual que se hace en algunos partidos
políticos. De esta forma se inicia la persecución a los partidarios de la
teología de la liberación, mediante excomuniones y pérdida de puestos
eclesiásticos, sin aclararse doctrinalmente su carácter heterodoxo en Concilio,
lo que les habría dado oportunidad de defensa argumental y, tal vez, la
victoria en votos. Mientras tanto, la
Curia se había llenado de polacos, convirtiéndose éste en el idioma
más hablado en el Vaticano de hoy. Al tiempo que todo esto ocurre, el apoyo
económico, viniere de donde viniere, y periodístico, a Monseñor Leffevre y a
Clemente XVII, cesa bruscamente.
Labore Solis podría traducirse por ‘el funcionamiento del sol’, lo que podría
profetizar que durante este papado se conseguirá la fusión del hidrógeno de
forma contínua, controlada y económicamente rentable, lo que permitiría la
utilización de la energía termonuclear, la misma que produce el sol,
prácticamente inagotable (la materia prima sería el hidrógeno acumulado en el
mar) y sin residuos radioactivos directos, aunque con unos increíbles peligros
de explosión y fugas. También podría estar relacionado con la procedencia del
Papa de un pais del Este, por donde sale el Sol, pero esta ubicación es
relativa, ya que, respecto a Roma, Polonia está al norte. Teniendo en cuenta
que Solis también puede traducirse por ‘suelo’, ‘solar’, y ‘lugar descubierto’
en el que da directamente el sol, podría referirse a la costumbre del Papa de
besar los aeropuertos en que aterriza. Este término sólo se utilizó
anteriormente en el lema 49 (Flagellum Solis: ‘Látigo’ o ‘Castigo del
sol’ o del suelo), referido a Alejandro V –en cuyo escudo de armas aparecía un
sol–. Lo elegió el Concilio de Pisa cuando ya existían otros dos Papas, por lo
que podría aludir a graves problemas, e incluso cismas, para la Iglesia.
La verdad es que la Iglesia Católica
pasa por un momento especialmente turbulento. Esto puede ser debido a la crispación
de la crisis económica, o a un efecto de reacción contra la persecución y el
nuevo dogmatismo. Pero también porque los medios de comunicación informan de bastantes
acontecimientos, y los pueblos exigen una clarificación y rectitud de conducta,
en base al progresivo convencimiento en la necesidad de participación y
democratización de los Gobiernos, contrarios a la antigua confianza en los
mismos, del abandono ante lo complicado y al secretismo de su gestión, para lo
que habían sido con vencidos de no estar preparados. De esta forma, en el IV
Congreso de Teología, celebrado en Madrid en septiembre de 1985, se llegó a
decir que en la Iglesia
católica actual no es que haya pluralismo, sino que hay auténtico antagonismo.
Lo más llamativo para la opinión pública es caso Banca Ambrosiana, frente al
que se vuelve a interponer el escudo de la soberanía nacional pactada con
Mussolini, en vez de dar las debidas explicaciones y pruebas de inocencia, como
si sólo fuese la policía italiana quien las pidiera, como si sus propios
seguidores, los fieles católicos, no tuvieran derecho a ellas, ni la opinión
pública en general. Toda la inmensa inversión en propaganda, con viajes papales
multitudinarios incluidos, no ha servido para hacer olvidar, salvo a los más
adeptos. Las declaraciones a favor de la democracia, la paz, el desarme y los
derechos humanos no han podido ocultar los retrocesos en materia de enseñanza,
familia, divorcio, anticoncepción, etc. Frente a los simbólicos desaires a
algunos dictadores, están la protección a sus capellanes y eclesiásticos,
incluso los que participaron o participan en la administración y el ejército,
algunos implicados en torturas y represión –entre otros se acusa de ellos al
nombrado hace unos años arzobispo de Buenos Aires–. Mientras, se suspende a
divinis a los colaboradores con el Gobirno Sandinista y, sobretodo, se
acosa a las cabezas más lúcidas de la teología de la liberación. Frente a la
exigencia de igualación de tareas, participación y ministerios para ambos
sexos, sólo se ha cedido algo sobre la “actualización” del papel salvífico de la Virgen María. A la
exigencia de voluntariedad del celibato se contesta fomentando el diaconado o
las instituciones seculares. Frente a la revisión de la interpretación de dogmas
fundamentales se ha opuesto, de hecho, la reinstauración de la infalibilidad
del Papa, mediante el sistema de la publicación de Encíclicas que dogmatizan, ex
catedra, sobre diversos temas, sin haber con- sultado con nadie, saltando
por encima de la colegialidad exigida por el Vaticano II.
Al “problema americano” se le ha encontrado una solución
transitoria, basada en hechos casuales. La inmigración latinoamericana y la
guerra de Vietnam habían hecho del catolicismo estadounidense de los más
avanzados, progresistas y proletarios de Occidente. El catolicismo en los países
del Este es extrañamente participativo, social, cooperativo, pragmático y alejado
de planteamientos teológicos, salvo el caso de Polonia. Esto coincide con una
visión de la demografía diferencial de los católicos, que supone la esperanza
de llegar a convertirse, dado su mayor crecimiento, en fuerza preponderante,pero
esto implica abandonar posiciones conservadoras tradicionales. Implica menos defensa
de las minorías poderosas (los irlandeses bien situados) y acercarse a las
clases sociales en las que se produce el mayor crecimiento: los desposeídos,
los inmigrantes, los exiliados por subversivos. Ésta era una situación
peligrosísima, porque indicaba una posible convergencia con los teólogos de la
liberación, formando un bloque continental (dinero del norte + votos del sur)
que desviarían de Roma el centro del universo. El máximo peligro se evidencia
cuando los obispos estadounidenses publican su oposición a la política de
Reagan, el rearme, la intervención militar y las dictaduras en América Latina.
Entonces, apareció el SIDA (siglas que, en inglés, AIDS, significan ayuda), y
la sociedad norteamericana se dividió entre los que veían en él un castigo del
Señor y los que se esforzaban para mantener la libertad sexual alcanzada.
Acudieron a la batalla algunos eclesiásticos radicales, surgió la polémica de
la homosexualidad y los preservativos, y la disensión llegó hasta lo más
profundo, aumentado la separación con cada intervención pública de uno y otro
sector. Sin embargo, esta provisional división de fuerzas no es ninguna
garantía permanente para el Vaticano: el equilibrio de fuerzas, ligeramente a
favor de los progresistas, al que se ha llegado, puede provocar la exigencia
del incremento de jerarquías, por ambos bandos. Esto puede significar,
indirectamente, la proporcionalidad en los votos hoy inexistente. De ocurrir esto,
el próximo Cónclave podría traer inesperadas sorpresas.
111.De gloria olivae (‘La gloria
del olivo’)
Es el único Papa futuro de la lista, en la
actualidad. La rama de olivo era el símbolo de la paz para los romanos, por lo
que podría referirse a un Tratado de Paz definitivo, a la victoria de la paz.
También fue la rama de olivo el símbolo del fin del diluvio que trajo la paloma
al arca de Noé (Noha en hebreo, Ut-Napishtim en sumerio, en donde tiene su origen
la leyenda del diluvio y el arca), que los judíos interpretan como símbolo del
Pacto con Dios, por el que Éste se compromete a no castigar más a toda la Humanidad , sino sólo a
algunos representantes de ella[6]. El
olivo de cultivo se originó por selección artificial en la media luna fértil
–Turquía, Siria, Fenicia/Líbano, Israel/Palestina/Jordania– salvo Egipto, a
partir del olivo silvestre. Hoy es autóctono en todo el Mediterráneo. En este
sentido San Pablo, en su epístola a los Romanos, habla de la conversión al olivo
legítimo del olivo silvestre, los gentiles. Por tanto, podría
interpretarse que este lema se refiere a la conversión de todos los judíos o de
toda la Humanidad ,
al cristianismo, o al judaísmo. También podría aplicarse a una victoria militar
de Israel, o la paz en Oriente Medio. También pudiera ser el nombramiento de un
Pontífice oriundo de Israel o de Oriente Próximo.
112.In persecutione extrema S. R. E. sedebit / 113.Petrus
romanus qui pascet oves in multis tribulationibus; quibus transactis, civitas
septicollis diruetur: et judex tremendos judicabit populum. (‘En o durante la última o extrema persecución, ocupará la sede de la Santa Romana Iglesia
[113] piedra o pedro de roma, que apacentará o apaciguará las ovejas en
múltiples tribulaciones: pasadas las cuales la ciudad de las siete colinas será
destruida o disuelta, y el tremendo juez juzgará a su pueblo’)
Llegamos al final de la profecía, la frase
catastrófica que muchos interpretan como uno o dos papados finales. Que la
ciudad de las siete colinas, aunque esté en minúsculas, se refiere a Roma,
parece claro. Así la llamaban los propios romanos y también San Juan en el
Apocalipsis: “Las siete cabezas [de la Bestia] son siete colinas”.
Tradicionalmente esta frase final de la profecía se ha interpretado como el fin
de la Humanidad ,
y más en estos momentos, cuando nuestra autodestrucción total es técnicamente
posible. Esta es la misma interpretación que se dió a todo el Apocalipsis, por
lo que los primitivos cristianos predicaron el arrepentimiento ante el
inminente fin del mundo[7],
hasta que en el siglo V San Agustín interpretó que la caída de Roma no tiene
por qué conllevar el fin de la
Humanidad , sino que se trataría de dos fenómenos diferidos en
el tiempo. En el tránsito del primer milenio vuelve a profetizarse el fin del
mundo. Savonarola lo repite en el siglo XV y Nostradamus en el XVI. Otros
interpretan que habrá un Ulterior Papa que se llamará Pedro, o que elegirá el
nombre de Pedro II. Nacerá en Roma, y durante su mandato Roma será destruida. Sin
embargo, no parece coherente con el resto de los lemas, pues en ninguno se da
el nombre y el lugar de nacimiento tan claramente. Una muy plausible interpretación
relaciona el hecho de que la lista empiece con el primer Papa designado por el Sacro
Colegio Cardenalicio (especie de Senado o Cortes de un solo estamento), y no
directamente por “su pueblo” (“...el tremendo juez juzgara a su pueblo...”),
por lo que podría referirse a una nueva forma de elegir a los Papas. Petrus
romanus podría ser un nombre genérico, en el sentido de sucesor de Predro
en Roma. Esta referencia al romano pontífice podría indicar la vuelta a
la elección democrática, la ampliación de los electores a todos los obispos, la
elección mediante Concilio, etc.
El Papa era Rey de Roma y de los Reinos Pontificios,
por lo que le correspondía, e n 1a concepción absolutista, la potestad judicial sobre sus súbditos,
que Garibaldi le arrebató. El lema podría referirse a la recuperación del
dominio papal sobre Roma, la Romaña o sus antiguas posesiones, aunque hoy
parece imposible y quizá el profeta nunca pensó en esta posibilidad. Tal vez alude
al cambio de sede pontificia, que podría estar motivado por una catástrofe[8]. Sin
embargo, tendría que ser un cambio más radical, ya que la profecía, aunque ve
con disgusto el traslado a Aviñón y a otras sedes interinas del Papa, no le da
excesiva importancia. Podría referirse a una sede itinerante o a un cambio continental.
También podría ser el fin del papado, al menos tal
y como lo conocernos actualmente (pedro romano), quizás sustituido por
un órgano colegiado o, simplemente, por un mandato de tipo “presidencial” y no “de
realengo”, es decir, por tiempo y con atribuciones limitadas. Tendría entonces
que rendir cuentas a un órgano superior, un Concilio o Congreso de reuniones
periódicas o permanente. ¿Podría ser el Sínodo de Obispos?
Por si sirve de algo hemos de decir que en el
Vaticano hay un patio con 111 medallones, que corresponden, supuestamente, a
las caras de los Papas, y que, tras ser esculpido el de Juan Pablo II, sólo
queda uno sin utilizar. De aquí se deduce que la interpretación “oficial” del
Vaticano es que sólo queda un Papa por nombrar, pero el fin de la lista puede
no significar otra cosa que... el fin de la lista. Puede que con el 112º el
profeta hubiese acabado con su inspircación, su tiempo o su paciencia,
continuando los Papas y la
Humanidad como si tal cosa, es decir, con todos los problemas
y peligros de siempre (con efectos multiplicados por la tecnología), así como
la evolución continua y los constantes cambios.
REFLEXIONES FINALES
Lo primero que llama la atención de la profecía
atribuida a San Malaquías es que se puedan distinguir dos partes muy bien
diferenciadas. Una primera –la que tiene los comentarios interpretativos de
Chacón, y quizás algunas más– se refiere casi siempre al nombre o apellidos
seculares, familia, escudo de armas, ciudad o región de origen, obispado o cardenalato,
el lema cardenalicio, categoría eclesiástica, escudo, o rasgo de la
personalidad, del Papa. Más raramente, señala alguna característica o
circunstancia de su papado o de su momento histórico y, salvo raras
excepciones, supone un “acierto” casi milimétrico, aunque a veces sorprende
que se pierda en la anécdota (como hacían los antiguos cronicones) en lugar de
centrarse en los hechos de mayores consecuencias para la Iglesia o la Humanidad, como
hacen los actuales investigadores de la ciencia histórica. La segunda parte,
salvo raras excepciones, resulta de difícil explicación, a veces incluso
contradictoria con la verdadera personalidad del Papa o características de su reinado,
y sólo conjeturables, cuando el lema es suficientemente ambiguo, con sucesos
históricos que, dada su amplitud y diversidad, podría adaptarse a muy distintas
conceptualizaciones. Es decir, por los primeros lemas se podría predecir quién
iba a ser nombrado Papa antes de su elección, pero los últimos sólo servirían
para conocer si se ha acertado o no después de concluido el mandato. Al
relacionarse con una época o hecho histórico, fuese cual fuese el Papa elegido,
se acertaría de igual modo.
Según dicen los adivinos, las predicciones se
hacen mas difíciles cuando se alejan en el tiempo del hecho profetizado. Esto
nos lleva a preguntarnos ¿para qué sirve una profecía tan larga? ¿qué utilidad
esperaba conseguir el profeta al anticipar hechos tan a largo plazo? Si el don
adivinatorio se basa en aptitudes naturales, y lo que se busca es la mera
satisfacción personal por el acierto (como quien pronostica un acontecimiento
político o deportivo), lo lógico es hacer público tal pronóstico lo antes
posible, para que la mayor separación en el tiempo dé mayor mérito a la
adivinación, y que pueda contrastarse perfectamente su certeza, pero si se
trata de un don sobrenatural, o no esperamos estar vivos para comprobar su
cumplimiento, la satisfacción personal resulta poco justificativa. Si se
trataba de demostrar una capacidad sobrehumana, sobretodo si un santo pretendía
demostrar que todo está escrito, que existe predestinación absoluta[9],
entonces la profecía debiera haberse limitado en el tiempo, a los casos en los
que el acierto fuese total, sin posibilidad de error o mala interpretación, con
rotundidad y, a su vez, se buscaría la máxima difusión del vaticinio, antes de
que se produjesen los acontecimientos en cuestión, de forma que sirviesen de
propaganda de fe.
Otra posibilidad es que se pretendiese guiar la
elección pontificia, para conseguir la máximo eficacia de los nombrados, de
forma que los desaciertos de la profecía serían errores de los electores. Si
fuese así, los desaciertos debieran coincidir con los Papas más negativos para la Iglesia , y viceversa, lo
que no ha sido así. Además, toda la profecía debiera relacionarse con
características definitorias del candidato a elegir (los acontecimientos históricos
sobraban), y que pudieran conocerse por adelantado. Cuando se requiere esperar
al final del mandato para poder guiar la mano de los cardenales reunidos en
Cónclave, de poco sirven los lemas, y es el caso de unos 30, sobre todo los
finales. También podría ocurrir que se pretendiese “facilitar” la elección de
Papas en los momentos más difíciles o complicados, intentando no influir en los
demás. Para este objetivo la referencia a los antipapas debería haber sido
suficientemente peyorativa como para tratar de evitarlo. Pudiera ser que la profecía
tratara de llamar la atención sobre los nombramientos finales de la lista,
siendo los demás mero instrumento temporal, considerando inevitable que estos
acontecimientos se produjeran, y tratando con sus aciertos de mantener el
interés por la profecía, para que no cayera en el olvido. Entonces, los
aciertos debieran acumularse precisamente en estos últimos papados, con total
claridad que disipase cualquier duda, sobretodo considerando que el desarrollo
de la Humanidad ha conllevado el aumento de la incredulidad, el empirismo, y
referirse los últimos lemas a características que pudieran detectarse por
anticipado, para que la guía fuese efectiva, y ha sido completamente al revés.
También podría haber ocurrido que la Humanidad , o quizás la Igle sia, se hubiese desviado
del plan previsto por Dios, por lo que los aciertos serían cada vez más
imposibles. En ese caso, la profecía –y quizás Dios o la Humanidad– habría
fracasado en sus objetivos, y sólo nos quedaría investigar en qué momento y por
qué causas se produjeron los errores, tratar de deshacerlos en cuánto fuese
posible, o lamentarnos. En tal caso, el profeta debería haber indicado que
existían alternativas, además del final catastrófico[10]. Podría
haber un “final feliz” o, al menos, mejor. Habría sido interesante saber en qué
momentos se producirían las encrucijadas, los momentos difíciles, en los que se
podría seguir uno u otro recorrido, y la alternativa entre Papas buenos
y malos para conseguir dicho deseado final, facilitando la correcta
elección de estos hombres decisivos.
Otra posibilidad es que la lista de Papas no sea
otra cosa que un recorrido cronológico para situar temporalmente un suceso, del
que se nos quiere informar, al final de la misma, como si se tratase de una
larga dinastía o sucesión de ellas, como los Faraones de Egipto o los
Emperadores de China. Si este suceso fuera el fin de la humanidad, como se ha
interpretado tradicionalmente, la
profecía estaría conculcando el V Concilio de Letrán, de 1512 a 1517. Éste
justificó la condena a la hoguera del fraile Savonarola[11] y
prohibió fijar los días del Juicio Final, lo que haría inexplicable que fieles,
sacerdotes, jerarquías e, incluso, Papas, hayan
creído en ella. En el mismo sentido, en Hechos de los Apóstoles se dice:
“No os toca a vosotros conocer los tiempos ni los ni los tornentos, que el
Padre ha fijado en virtud de su poder soberano” (1, 7), así como también en el
evangelio de San Mateo (24, 36) se afirma: “De aquel día y de aquella hora
nadie sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre”, si bien
se contradice con los versículos anteriores de este mismo capítulo, en los que
habla de los signos del fin del mundo (igual que hace San Juan en el Apocalipsis),
especialmente la destrucción del templo de Jerusalem. Por este motivo los
primitivos cristianos estaban persuadidos, preocupados por el próximo fin. Daniel
podría referirse con la “abominación de la desolación” al apresamiento de los
judios por babilonios, egipcios, o la “diáspora” provocada por Vespasiano que a
las riberas salinas del Mar Muerto. En 24, 32, recomienda: “Aprended la
parábola de la higuera: cuando sus ramos están tiernos y brotan las hojas,
conocéis que el estío se acerca; así vosotros también, cuando veáis todo esto,
entended que está próximo, a las puertas”. Sin embargo, más que una fijación en
el tiempo, se refieren indicios, igual que en la primera carta de San Pablo a
los tesalonicenses (5, 20) éste advierte en sentido genérico: “No despreciéis
las profecías”, a las que eran tan aficionados los judíos. Tampoco habla San
Malaquías expresamente del fin de la Humanidad , sino de alguna catástrofe, que podría
interpretarse en tal sentido en relación con el Apocalipsis. Ya vimos cómo se
equivocaron los primeros cristianos con unos signos que estaban clarísimos,
hasta que San Agustín interpretó que estaban mezclados como en un rompecabezas.
Había premoniciones de la destrucción de Jerusalam (el hostigamiento de los
nacionalistas, Barrabás entre ellos, a los romanos, no presagiaba otra cosa) y
la del Imperio Romano de Occidente (traslado de la capitalidad de Roma a Milán
y Rávena, pasando la corte imperial a corte feudal, sustituyéndose el Senado,
convertido en título honorífico y hereditario, por el Concilium o Consejo,
en el que participaban los Comes, Condes o Jefes Militares junto con algunos
obispos), con la verdadera destrucción del mundo, que sería posterior.
¿Es esta catástrofe evitable? Si así fuera la
profecía carece de sentido, son ganas de asustar, pues no hay nada que advierta
o enseñe cómo evitarlo. Si no lo es, falta la fijación del momento, la llamada
al arrepentimiento y la preparación religiosa, si bien el cristianismo es
contrario a dicha advertencia, pues facilitaría la vida despreocupada a los que
no estuviesen próximos al desastre, y no se trata de eso. Confusos sobre las
pretensiones del profeta, los lemas se nos presentan sin sentido aparente, como
mera distracción del Santo. Además, parecería que trató de que quedara en
secreto.
Sin embargo, hay algo bastante revelador: a
mediados del siglo XIX se descubre que los primeros lemas hacen referencia a
las obras del agustino Onofre Panvinio, historiador eclesiástico. Epitome
vitarum Romanorum Pontificium a sancto Petro usque ad Paulum IV fue editada
en 1557 con litografías de los escudos pontificios y reeditada en 1567, corregida
y ampliada, pues llega incluso a recoger palabras exactas de dichos textos.
Así, a modo de ejemplo, el lema 27 de la lista define a Nicolás III como Rosa
composita, mientras que el texto de Panvinio dice “a morum gravitate,
compositus apellatus” (por sus costumbres ceremoniosas fue llamado “il composto”)
e incluye el escudo del Papa en el que figura la rosa. En el lema 54 se define
a Nicolás V como De modicitate lunae. En el libro de Panvinio, se dice: “Lunensis,
Thomas Sarzana, (…) modicis patentibus (...) natus”; en español, ‘Thomas Sarzana,
de la diócesis de Luna... nacido... en medio de patentes necesidades’.
Se podría considerar que este hecho no demuestra,
por sí mismo, que la profecía sea falsa –al menos en su primera parte– pues el
profeta podría haberse inspirado en dichos libros, viéndolos en el tiempo,
antes de que fuesen escritos. Quizá Panvinio y el autor de los lemas hubiesen
tenido la misma fuente de inspiración para sus escritos, uno con forma de vaticinio
y el otro en forma de crónica, pero si existe una explicación más fácil debemos
poner en duda la más complicada y forzada. Otra posibilidad es que el profeta
no fuese San Malaquías, sino que utilizase el nombre de éste y la crónica de Panvinio
para dar credibilidad a sus predicciones. En tal caso, solamente los últimos lemas
pueden considerarse auténticamente proféticos y son tantos los errores, y tan
poco ético el engaño, que cualquier fiabilidad y, menos aún, intervención
divina, resultan bastante infundadas.
¿Por qué iba nadie a montar semejante estafa? ¿Qué
ganaba con ello? En este sentido dirigió sus investigaciones el jesuita Claude
Menestrier, llegando a la conclusión de que había sido fraguada por o en apoyo
del cardenal Simoncelli, candidato a suceder a Urbano VII, pues le corresponde
el lema 75 Ex antiquitate urbis (‘Desde la antigüedad de la ciudad’) y
había nacido en Orvieto, derivado del latín urbs vetus (‘ciudad vieja’),
según afirma en su libro Refutación de las Profecías falsamente atribuidas a
S. Malaquías, publicado, al parecer, en 1690 en París. Lo curioso fue que
dicho cardenal no resultó elegido, sino el cardenal Sfondrate. Por ser éste
senador (palabra derivada de senil, por ser el senado institución sucesora del
antiguo consejo de ancianos en las primeras ciudades) también se le podría aplicar,
aunque menos atinadamente, de forma que no pudo servir para comprobar su
falsedad, sino que, al contrario, se presenta como un nuevo acierto, dentro de
una larga lista de ellos.
¿Por qué iba nadie a tomarse la molestia de
elaborar una lista tan larga? Naturalmente, la corona papal pone al alcance de la
mano gran cantidad de poder y de lujos, en una época en que las monarquías eran
hereditarias y los cambios sucesorios o dinásticos en países católicos
precisaban la consagración de Roma. Por ello, papados y monarquías mantenían
alianzas tácitas (o declaradas) para su mutua estabilidad. La obediencia papal
traspasaba fronteras, de modo que la cosa bien valía la pena, pero es posible
que no fuese necesario inventar la lista completa. Quizás la primera parte de
la profecía fuese, fundamentalmente, la suma de adivinanzas o frases
mnemotécnicas compuestas por estudiantes de historia eclesiástica, a partir de
los textos de Panvinio.
Entonces, si es falsa la profecía ¿cómo es posible
que haya acertado alguna vez? Cabe la posibilidad de que el cumplimiento, en
los primeros lemas “modernos”, se produjese a posteriori, es decir, corrigiendo
convenientemente en las sucesivas reimpresiones los lemas más erráticos. Así es
como el principal acierto de Nostradamus –si se puede hablar de algún acierto
entre sus cuartetas desordenadas, sin ninguna referencia temporal ni nominal
aparente– se produce al profetizar –confusamente, al relacionarlo con un león
joven que superará al viejo y, tras dos combates, le reventará los ojos en jaula
de oro– la muerte en duelo de Enrique II de Francia (1550) y alguna alusión a
San Quintín (1557), que eran hechos futuros para la primera edición (1555) y
que no lo son para la más antigua que se conserva, de 1605. Se dice que ésta es
copia literal de otra anterior, de 1568, de forma que algunas palabras claves,
versos o cuartetas enteras, pudieron ser modificadas, sustituidas o intercaladas.
Hay otra posibilidad mucho más sutil. Imaginémonos
que somos cardenales electores reunidos en Cónclave. Estamos plenamente convencidos
–así es en teoría– de que ningún Papa puede equivocarse –es infalible– en
asuntos de su Iglesia, con independencia de sus virtudes, moralidad, voluntad,
laboriosidad o inteligencia. Cualquier Papa, aún el más torpe en asuntos
terrenos, hasta el más pecaminoso (y la Historia nos demuestra que los ha habido)
recibirá la guía divina. De tal forma, decidirse por uno u otro tiene poca importancia.
También estamos convencidos de que Dios dirige las deliberaciones del Cónclave,
por lo que, al final, resultará designado el elegido por Él. Hemos estudiado en
un Seminario en el que se nos ha enseñado que la profecía de San Malaquías
puede ser auténtica, y se nos ha demostrado que la relación de aciertos plenos
es altísima, siendo los demás lemas siempre explicables de una u otra forma
aunque menos certeros[12].
¿Cómo reaccionaríamos, entonces, si alguien nos insinuara que él mismo, u otro
candidato, reúne algunas circunstancias que podrían explicar el lema
correspondiente de la profecía? Votar por otro candidato significaría oponerse
a que la predicción se cumpla una vez más, lo que supondría poner en duda, ante
todos los creyentes, la veracidad de la misma, tomar el partido de quienes la
niegan y, qui-zás, de quienes atacan a la Iglesia acusándola de institución falsaria. Es
probable que, antes o después, nos retirásemos a reflexionar, a orar y pedir la
guía de Dios –que, según las normas del Cónclave, es lo que debe hacerse tras
de cada votación– viéndonos, poco a poco, forzados a, por lo menos,
abstenernos. Es lo que se llama “profecía autocumplida” y, de paso, también
explicaría por qué, con el paso del tiempo, los desaciertos son mayores. A
medida que se pierde la credibilidad en el va-ticinio y en la infalibilidad del
Papa, el voto se vuelve más independiente.
Los adivinos (“futurólogos” se llaman hoy a sí
mismos, por aquello de que hoy vende más la ciencia que las artes ocultas)
saben que una predicción es tanto más fácil de “cumplirse” cuanto más ambigua y
perjudicial sea. Si se predice algo concreto las posibilidades de “acertar” son
mucho menores que cuando se “adivina” algo que puede referirse a distintos acontecimientos
diferentes. Si se vaticina algo agradable caerá pronto en el olvido. Sólo
guardamos un recuerdo duradero si nos causa fuerte impresión. Se logra más
fácilmente un fuerte impacto si se consigue atemorizar. Por otra parte, un
acontecimiento agradable difícilmente lo relacionaremos con una predicción,
salvo que ésta sea extemadamente concreta y atinada, sino, simplente, a la suerte.
Además somos poco dados a reconocer que, habitualmente, nos suceden cosas
positivas –como el mero transcurso de la vida, que tomamos como algo a lo que
tenemos derecho, sin más– sino que, como ocurre con los telediarios, prestamos
más atención a las desgracias. Si alguien nos pronostica que vamos a ser
felices tendremos miles de ocasiones, durante toda la vida, para comprobar, si
es que lo recordamos, que el pronóstico era erróneo. En cambio, si se nos
predice la infelicidad, cada dos por tres nos preguntaremos si no cargamos con
un mal fario. Las gitanas saben que las maldiciones se “cumplen” mucho mejor
que los buenos auspicios. Por ejemplo, si en medio de una escenificación con
suficiente teatralidad, y la persona es lo bastante propensa como para causarle
honda impresión, predecimos que se partirá una pierna bajando unas escaleras,
es probable que ponga tanto cuidado, tanto miedo, al bajarlas, que, quizás,
termine por agarrotarse y tropezar, cuándo, si hubiera actuado automáticamente,
sin un cuidado especial, no habría pasado nada. Incluso si no llega a partirse
la pierna, se la parte de otro modo, o tiene cualquier otro tropiezo, todo lo
cual puede ocurrir cotidianamente (como ocurren terremotos, inundaciones,
guerras y otras catástrofes) una persona suficientemente impresionable alegará
que ha habido “cumplimiento parcial” y no total desacierto. Es posible que la
frase final de la profecía atribuida a San Malaquías buscase ese fin de
impresionar y atemorizar, tanto si existía en su versión inicial como si fue
añadida posteriormente, haciendo creer en su autenticidad y concitando una con
ducta, entre quienes tuvieran influencia en ello, que colaborase a su
autocumplimiento. De ser ciertas las conclusiones de Menestrier, el objetivo
sería el nombramiento del cardenal Simoncelli como Papa. El problema es que una
vez puesta en marcha la profecía, pudo contar con partidarios que, creyeran o
no en ella, considerasen más conveniente que no pudiera ser negada.
Profecía autocumplida es aquella que su solo
enunciado predispone las condiciones para su cumplimiento. Hay ejemplos hasta
en la ciencia económica. John Keynes es, sin duda, el más grande economista de
este siglo, lo que no significa que sea infalible, o que sus teorías no puedan
criticarse o mejorarse. Es así porque, entre otras cosas, la economía es una
ciencia de la conducta, y no una ciencia exacta. Algunos creen que lo es, erróneamente
–aunque resultaría muy beneficioso–, sorprendiéndose infantilmente cuando sus
predicciones fallan. Al variar los comportamientos o sus condicionantes
políticos, jurídicos o sociológicos, la teoría económica debe variar. Debe
actualizarse y avanzar, más que sacar del baúl otras anteriores, ya rechazadas,
como quiso hacer Reagan con Friedman y sus neocuantitativistas. Teoría y
realidad deben evolucionar paralelamente, si se quiere predecir la realidad, y
no gráficos o fórmulas. Cuando esto no es así, estos medios para simplificar la
realidad, no representan más que su propia abstracción.
Keynes era conocido como un gran y atinado jugador
en Bolsa, que siempre acertaba en sus pronósticos, lo que le ha dado una
aureola de ser el único gran economista “práctico”.
Ciertamente, ganó millones utilizando sus conocimientos de economista en la
Bolsa, pero la verdad es que, tanto Keynes como sus biógrafos y economistas en
general, se han obstinado en ocultar, que sus “aciertos” eran consecuencia de
la información que obtenía en los muchos comités consultivos, de carácter
oficial o semioficial, de los que formó parte; también charlas de pasillo y almuerzos
de trabajo con tales interlocutores. Por tanto, el gran jugador de Bolsa, en
realidad, se guiaba de “chivatazos”, datos secretos o indiscreciones que,
éticamente, no debió utilizar nunca en su provecho. Los chivatazos no siempre
se cumplen, porque hay negocios que no llegan a fraguar, pues las condiciones
económicas o de mercado, o las personas encargadas de tomar las decisiones,
pueden cambiar sorprendentemente. También hay veces que se lanzan informes
falsos, bien para sacar algún provecho de ello, bien para castigar a los
chivatos deshonestos. Cuando Keynes se veía atrapado en algún chivatazo
erróneo, enviaba un artículo o hacía unas declaraciones a algún prestigioso
diario –que se alegraba enormemente de publicar algo de Keynes– en donde insinuaba
que tal valor iba a subir de cotización, realizar un gran negocio, fusionarse
ventajosamente, o, simplemente, ir en él, o contaba el chivatazo, que ya sabía
que era falso. Como todos consideraban que Keynes acertaba siempre, inmediatamente
aumentaban las órdenes de compra y disminuían las de venta de tal valor. Así, subía
su cotización, volviendo a aumentar la fama de certero del bolsista Keynes, que
podía vender sus títulos, saliendo con beneficios de la trampa en que estaba
sumido. Esto es una profecía autocumplida técnicamente pura.
De cualquier forma, demostrar que la profecía de
San Malaquías se ha cumplido o no es una cuestión de fe: siempre se pueden
encontrar argumentos en favor o en contra. Además, muchos están más relacionados
con la credibilidad en cualquier tipo de vaticinios o en la posibilidad de que
éstos puedan siquiera hacerse, que en la contrastación objetiva de la misma. Mi
recomendación es que, quienes tengan tendencia a preocuparse por el porvenir,
mas que escrutar signos premonitorios, re-flexionen en manos de quiénes anda el
mundo, nuestro futuro, y si esta situación o dichas personas son mejorables. Y
no son las armas termonucleares o de neutrones, químicas o microbiológicas (por
ejemplo, el Antrax, capaz de acabar con 70 millones de personas en el plazo de
un mes, con síntomas similares a los “síndrome de la colza”) los únicos peligros
que nos acechan. Se está investigando con levaduras “comelotodo”, que podrían
solucionar los problemas del hambre y del reciclaje de residuos, pero que, si
escaparan de sus criaderos herméticos de cultivo, podrían ser prácticamente
exterminantes[13]. Se investiga sobre la
fusión nuclear, que podría solucionar cualquier problema energético, pero hoy
sabemos que el bombardeo iónico acaba resquebrajando finalmente cualquier tipo
de material. ¿Que ocurriría si dicho material es el que encierra hidrógeno
radioactivo, que emite radiaciones iónicas, a una presión de 15 millones de
atmósferas y a una temperatura de 15 millones de grados –condiciones necesarias
para su fusión en helio– refrigerado por el tóxico y explosivo sodio líquido,
también contaminado radiactivamente? Por la simple comodidad de untarnos lacas
y desodorantes, y esparcir insecticidas y otros aerosoles, con una ligera
presión de un pulsador, enviamos a la estratosfera miles de toneladas de gas freón
al año. Este compuesto clorado que reacciona con el ozono que nos protege de
los rayos cósmicos, viento solar y otras radiaciones ionizantes, ha conseguido
abrir un inmenso agujero de tamaño continental, sobre la Antártida. Continúa creciendo,
a pesar de la ocultación periodística, amenazándonos con un exterminio
cancerígeno. Se fabrican inmensas cantidades de cianuro, que entre otras
aplicaciones, se usa para extraer oro de las piritas auríferas: hace unos años
un camión con 30 toneladas –capaces de matar a 30 millones de personas o miles
de millones de peces– cayó al mar en Nueva Zelanda, y sus bidones habrán sido
repartidos por todos los oceános por las corrientes marinas, hasta que, al
oxidarse, expulsen su contenido mortal.
¿Conseguiremos convencer a los que hoy se mueren
de hambre o están amenazados por ella, para que continúen muriéndose
educadamente, sin resultarnos molestos o desagradables, ocultos y, a ser
posible, alejados, sin tomar venganza contra los que nos comemos su comida o,
peor aún, la usamos para lujos o para armas? ¿Hasta cuándo tendremos éxito al
explicar a los desheredados que la violencia no es un método moral para “cambiar
la suerte”? ¿Cuánta policía o ejército se llegará a necesitar para tenerlos a
raya y a qué tendríamos que renunciar para mantener tales efectivos? ¿Cómo
íbamos a asegurarnos de que no cambiasen de bando? Ante estos interrogantes, y
otros como la desertización creciente, la alteración de las lluvias, el desequilibrio
ecológico, la contaminación atmosférica y de las aguas, e incluso el riesgo
radiactivo, aparecen secundarios.
Sevilla, 8 de febrero de 1988
Rafael Romero Luque
[1] En los
momentos en los que se escribió esto se desconocía el paradero de Maurice
Bishop. Finalmente, fue juzgado y condenado a muerte, pero eran tantas las
irregularidades que tuvieron lugar en el juicio que Amnistía International solicitó
le fuera conmutada la pena. Se conmutó por ¿20 años de prisión?
[2] A
juzgar por la sucesión de acontecimientos, quizá la oferta de diálogo de Juan
XXIII formaba parte de la estrategia inicial soviética.
[3] Lo que
nos lleva a preguntarnos si estaban ya operativos los SAM. En cualquier caso,
este acierto sobre aquel U-2 demuestra que su defensa antiaérea estaba bastante
desarrollada.
[4] El 45%
del territorio cultivable de Vietnam del Sur pertenecía al 2% de la población.
[5] A partir de los noventa, esto es mucho más evidente. Juan Pablo II elevó el
rango de dicha Orden a Prelatura Personal del Papa y su correlación de fuerzas
ha seguido mejorando en su favor, hasta ser dominante en la Curia y ser hoy la
que más vocaciones genera en toda España, por ejemplo.
[6]
Expiación es ‘arrojar las culpas de sí hacia otro’, exorcizar hacia otro, que
es quien recibe el castigo. Los judios lo hacían enviando un cordero al
desierto para que muriese, redimiendo así los pecados que en él se habían
“depositado”. Si volvía sano significaba el perdón de Dios, sin necesidad de
castigo.
[7] En este
arbitraje quizás resulte más comprensible la aceptación del martirio: si la
catástrofe final estaba tan cerca, menos cruel resultaría el suplicio que los
horrores que profetizaba San Juan.
[8] El apocalipsis habla de un terremoto, pero diruetur podría referirse
a inundación o a revolución. Ésta es un término relacionado con el signo
Acuario en el Zodiaco y con el agua en las profecías de Nostradamus.
[9] Esta
corriente deja poco margen a la libertad humana. El hombre, entonces, no sería
responsable por sus actos. Papas, sacerdotes e inquisiciones serían
innecesarios. Los castigos, divinos y humanos, simplemente, no tendrían
sentido.
[10] También es cierto que el que se indica al final de los lemas pudiera
proceder de autor distinto al resto de la profecía y fuera añadido
posteriormente.
[11]
Savonarola asustaba con el fin del mundo y predicaba la pobreza evangélica,
atacando la impiedad y lujos del clero y otras élites, hasta que fue condenado
a la hogera, en 1498.
[12] El hallazgo de Panvinio es descubierto por Weingarten en
una época en que la Iglesia
estaba siendo ferozmente atacada por todas las fuerzas progresistas.
[13] Son monstruos producidos artificialmente por biotecnia,
desconociéndose, por ahora, la forma de acabar con ellos.
[n1]No se encuentra nada parecido en Internet.
[RRL2]Según Wikipedia, solo Fue gobernador de las
ciudades de Rieti (1718) y Fano (1721).
[RRL3]Dudoso.
[RRL4]Bismarck nunca militó en este partido, pero fue un
apoyo importante. Cabría precisar que este partido conservador ya no existía
como tal cuando Hitler se hizo con el poder y cuando convocó el Congreso del
Partido del Imperio (Reichsparteitag), no se planteó resucitar ese régimen
multipartito, sino apropiarse de aquella idea antigua de la Gran Alemania.
Si te gusta la Historia, desde el enfoque crítico, te recomiendo la "Historia de la Democracia en España", que puedes leer en http://raromerol.wordpress.com
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